El Domingo 22 de julio, con la conclusión del Congreso del PDECAT, se firmó
de facto, el acta de disolución de esta formación política, nacida a primeros
de julio de 2016 de las cenizas de Convergencia Democrática de Cataluña, el
partido de referencia de la burguesía catalana, en todo lo que llevamos de
democracia en este país, que su fundador y Gran Gurú, Jordi Pujol i Soley había hecho estallar en cuanto se descubrió
que ocultaba dinero al fisco situándolo en el paraíso fiscal de Andorra.
Han pasado 12 semanas desde la fecha 22 de julio, tiempo suficiente para
que la inmediatez no perturbe la serenidad necesaria, para un análisis de la
situación de orfandad en que se ha quedado la burguesía catalana, de una
formación política que represente sus intereses, si bien como fuerza
mayoritaria y gobernante en Cataluña, o como punto de apoyo imprescindible de
toda fuerza que pretendiera gobernar el estado español..
La burguesía catalana tradicional se ha caracterizado siempre por el
sentido práctico, en defensa de sus intereses, lo que le ha permitido, mantener
en esencia el nacionalismo catalán, sin llegar nunca al independentismo, a fin
de preservar un mercado consolidado como es el español, para la venta de los
productos que salen diariamente de sus fábricas y que a pesar que las
exportaciones a otros países siguen en aumento en estos últimos tiempos, el
español sigue siendo el mercado de referencia para los productos catalanes. Si es
verdad que en estos últimos tiempos la burguesía catalana está empezando a
cambiar en su esencialismo y de aquel burgués que era el primero de entrar en
su fábrica y el último en salir cada día, hemos pasado a aquel que hoy ya no le
importa vender su fábrica y patrimonio, para dedicar el capital a la
especulación pura y dura y así hemos visto, como grandes firmas emblemáticas
del sector del cava. Freixenet y Codorniu, las familias propietarias han
vendido sus acciones a grupos americanos, u otros como la emblemática Caixa,
ante el peligro que representó un avance del independentismo en nuestro país,
no dudaron ni un momento en trasladar la sede central, y las de sus empresas
participadas a otras comunidades española fuera del ámbito catalán, sin reparo
alguno y en nombre de la protección de su negocio.
Si bien debemos reconocer que durante la guerra civil, la burguesía
catalana se pasó con todos sus bártulos al franquismo, huyendo de la revolución
anarquista y sus “incontrolados” que se dedicaban a asesinar empresarios; si
hay que decir en su favor, que muy pocos de ellos fueron fervientes
incondicionales de la dictadura y que muchos de ellos, les dolía en el alma la
represión que Franco ejerció sobre la cultura, la lengua y las tradiciones que
les eran propias. Recuerdo muy bien la frase de un burgués de mi ciudad, que
después de maldecir a Franco y toda su familia, terminaba diciendo “Pero que
Dios le conserve la vida, porque volveríamos a las andadas”.
En 1974, cuando el franquismo ya se encontraba en pleno proceso de
descomposición, Jordi Pujol y Soley, supo captar muy bien el espíritu de esta
burguesía catalana, fundando Convergencia Democrática de Catalunya, de forma totalmente
clandestina, (no pudo registrar el partido hasta 1977, ya fallecido el dictador),
ideológicamente en base a un nacionalismo moderado, que si bien pretendía una
autonomía para Cataluña, de ninguna manera pretendía la separación de España,
sino más bien todo lo contrario. desde Cataluña influir todo lo posible en el
gobierno del estado español, siguiendo la idea que en otros tiempos había
promocionado Francesc Cambó. Recuerdo haber oído por boca del propio Jordi
Pujol en el año 1976, en un acto, si bien no autorizado si tolerado, abogar por
una “España Federal”. Jordi Pujol consiguió atraer la mayor parte de la
burguesía catalana y aliándose además
con la Democracia Cristiana de Unió Democrática de Catalunya (UDC), consiguió
juntar a la mayoría del empresariado catalán, a excepción de aquella minoría
que procedente de otras regiones españolas se había establecido en tierras
catalanas después de la contienda civil, con la victoria del fascismo y fiel a
su españolismo acérrimo, siguió votando al Partido Popular.
Cuando sale a la luz el tema de la familia Pujol, y el caso Palau, Artur
Mas (Sucesor del ínclito fundador de CDC), se da cuenta que no tiene manera de
tapar la financiación ilegal de este partido, por lo que opta por la creación
del PDCAT, como fórmula para mantener el partido representativo de la burguesía
catalana. Da un paso al lado cuando la investigación sobre su persona llega a
extremos inaguantables, nombrando sucesor a Puigdemont que termina el giro
brusco hacia el independentismo, buscando conservar el prestigio de la
formación en base a desviar la atención identificando el partido con Catalunya
al igual que había hecho Jordi Pujol, cuando sucedió el tema de la Banca
Catalana. La nefasta gestión que desde
la Generalitat se ha hecho del tema, proclamando una independencia de 24 horas
de duración, la huida de Puigdemont y el encarcelamiento de los responsables
del desaguisado, ha conducido a una pérdida del respaldo de buena parte de
la burguesía al PDCAT, cuestión que se
puso de manifiesto el 21 de Diciembre de 2017 con la victoria de Ciudadanos
(C’s) en las elecciones autonómicas.
Hoy, el importante sector de la burguesía catalana se ha quedado huérfana de formación representativa
de sus intereses, y queda por ver hacia qué formación se va a decantar a fin de
seguir manteniendo su influencia en los gobiernos españoles. Dos formaciones a
mi entender tienen muchas posibilidades el PSC y Ciudadanos, aunque en el caso
de este último el españolismo que la caracteriza puede ser un gravísimo
inconveniente.
Si quieres mi opinión te diré que la burguesía catalana solo tiene UNA opción el PSC
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