lunes, 22 de abril de 2013

BASES PARA SALIR DE LA CRISIS, NUEVA CLASE EMPRESARIAL


Por lo que parece no han sido suficientes 34 años de democracia, para que la clase empresarial española se sacuda los lastres del período autárquico y  emule a sus compadres europeos.
 
Lejos de buscar una rentabilidad a medio y largo plazo, en base a nuevas tecnologías y las nuevas necesidades de la humanidad, quizás amparados la patética máxima de Unamuno, “que inventen ellos” no solo no supo encontrar en los años 80 del pasado siglo XX un nuevo modelo económico estable, en la apertura de nuestro país al mundo, si no que buscó refugio en la falsedad de la especulación fundamentalmente inmobiliaria.
 
Hoy día cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria nos ha dejado con el culo al aire; nuestros empresarios dando muestras de una ceguera paradigmática; reclaman la reducción de salarios y el desmantelamiento del llamado estado  del bienestar, como la única solución para conseguir la mejora de la productividad de nuestras empresas. Pero yo me pregunto, ¿De que empresas mejoraremos la productividad? ¿De las de capital extranjero que hoy día se deslocalizan? o ¿Piensan en unas condiciones laborales, como las del sudeste asiático, India o China para ser competitivos?
 
La inversión extranjera en los años 80 y primeros de los 90 del pasado siglo XX vino a paliar en cierta manera, la poca preparación de los jóvenes emprendedores españoles de entonces, que por haber sido educados en su mayoría, en las precarias condiciones del franquismo, no acertaban a encontrar salida a la imprescindible modernización de las viejas y obsoletas industrias. Solución que a muchos de los que nos gusta pensar y meditar sobre la realidad de cada momento, se nos antojaba del todo provisional; hasta el momento en que nuestros jóvenes estuvieran lo suficientemente preparados para relanzar la actividad propia del país, en base a los inversores nacionales, capaces de competir en un mercado mundial.
 
La realidad actual, es que gracias al muy buen criterio del gobierno socialista presidido por Felipe González, con potentes inversiones en la educación pública, hemos conseguido una generación de jóvenes perfectamente preparados, para relanzar nuestra industria y producir bienes y servicios de alta competitividad en el mundo, pero chocamos de nuevo con una clase empresarial y financiera totalmente anclada en un pasado y a la que lo único que se le ha ocurrido, es mandar a esta generación tan preparada a trabajar en el extranjero; mientras ellos se sientan a esperar que escampe y puedan volver a nuevas burbujas especulativas.
 
¿Podemos confiar de verdad que esta gente va a poner el país a trabajar? Seguro que no, pues ya es esta la segunda vez en democracia que nos están demostrando seguir anclados en un pasado que nunca más va a volver. ¿Qué deberá pues hacer un gobierno de izquierdas, sobre este tema? Sencillamente cambiar el concepto de empresa como ente generador de beneficios para unos pocos, a ente cuyo primer objetivo sea el sostenimiento y rentabilidad del capital humano que interviene en los procesos que la empresa genere; o sea lo que venimos en llamar economía social, cooperativas, SAL y similares, puede ser, junto con un potente sector público, la base de una nueva empresa, no obsesionada en ganar dinero con el mínimo esfuerzo, si no consiguiendo rentabilidades de tipo distinto al económico, que deberán quedar en un segundo lugar.
 
No duden amigos, ni por un momento, que no solo en España si no en todo el mundo, la salida de la crisis está directamente relacionada con una renovación total de ideas y estructuras económicas, que deberán ser indefectiblemente distintas a las que se han demostrado totalmente fracasadas y que desde el siglo XIX hasta hoy han sido norma. Sin embargo y volviendo al caso concreto de España, sorprende la ofuscación de la que hacen gala los representantes institucionales de nuestros empresarios, que persisten en las decimonónicas soluciones del trabajo insuficientemente remunerado y la desprotección social, cuando está suficientemente demostrado ya desde los albores del pasado siglo XX, que unos salarios insuficientes para adquirir excedentes, retraen el consumo de la ciudadanía, cuestión a todas luces imprescindible para una economía mínimamente saneada.
 
A título de conclusión, deberíamos convenir en la necesidad de un giro de 180º en nuestra clase empresarial, eliminando de ella todo lo que hace referencia a la especulación y el beneficio a corto plazo y potenciando a todos aquellos inversores, pocos por desgracia, que han sabido invertir con la intención de obtener el beneficio a medio y largo plazo y sabido repartir la riqueza generada entre sus empleados.

domingo, 7 de abril de 2013

PONGAMOS EL PAÍS A TRABAJAR


Los españoles llevamos casi cinco años durmiendo en el pajar, atontados por las promesas reiteradamente incumplidas, de una derecha reaccionaria, y anonadados ante una izquierda enfrascada en lamerse sus heridas después de la pérdida de confianza de un electorado, que les ha abandonado en cuanto han olido su desorientación ideológica.
 
Problemas antiguos y específicos de nuestro país, que ya se intuían en los albores de nuestra democracia, hoy cobran una dimensión estratosférica, por cuanto en los treinta y cuatro años que llevamos de estado de derecho, no hemos sido capaces de solucionar, si no ni tan solo de disimular, o como se decía antaño de poner paños calientes.
 
El título del presente articulo  “Pongamos el país a trabajar”, viene del recuerdo de una expresión que un joven Felipe González, que a primeros de los años 80 del pasado siglo, cuando ya intuía, una posibilidad real de alcanzar el poder, fustigaba al entonces gobernante Adolfo Suárez, con la necesidad de sacar el país adelante mediante el trabajo y la cooperación de todos los ciudadanos.
 
Bien es cierto que aquellos eran tiempos muy duros, nuestro país, que salía de un estado de autarquía y aislamiento internacional, se encontró de golpe y porrazo con una especie de “aggiornamiento” que le obligaba en pocos años a meterse de lleno en una Europa que llevaba años de progreso y estado del bienestar; Sin ningún genero de dudas, en 1982 con el PSOE en el gobierno respaldado por una mayoría absoluta, emprendió el camino de poner el país a trabajar y en la dirección correcta, castigando y reprimiendo las prácticas empresariales poco ortodoxas como las del inefable Jose Maria Ruiz Mateos; saneando un sector público, librándolo de las empresas con pérdidas y no imprescindibles para el servicio público, la mayoría de ellas procedentes de la nacionalización de empresas en pérdidas de los amigos del dictador como el caso de Calzados Segarra de la Vall de Uxo; abriendo paso a la inversión industrial extranjera, y potenciando la exportación de los productos españoles y así hasta un largo etcétera que consiguió poner el país a trabajar en un sentido de modernidad.
 
Sin embargo toda aquella extraordinaria movida chocó con un obstáculo, en un principio impredecible como es la falta de una auténtica clase empresarial, en el buen y actual sentido de la palabra; que aprovechó la circunstancia de la inversión extranjera, para vender sus fábricas y dedicar el capital obtenido a la especulación pura y dura, que como todos sabemos no crea ningún tipo de riqueza. Los años del aznarato, no hicieron más que sacralizar las prácticas especulativas; con la famosa ley del suelo por la que se declaraba, salvo raras excepciones, urbanizable todo el territorio nacional.
 
De hecho deberíamos convenir que a Felipe le falló saber encontrar un nuevo modelo donde basar la economía del país, un nuevo modelo que viniera a substituir todas aquellas grandes industrias como los Altos Hornos, la Siderurgia y muchos otros, que se vio obligado a desmantelar ante la imposibilidad de conseguir rentabilizarlos en el corto y medio plazo; además, quien dentro de España, debería haberle ayudado en fijar el nuevo rumbo, poco tenia de inversor serio y solo estaba preocupado por encontrar rentabilidad en el corto plazo.
 
Hoy además de la crisis internacional que sin ninguna duda nos afecta, en España está apareciendo de nuevo el gran tema no resuelto entonces; pues tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, nadie sabe a ciencia cierta dirigirnos hacia un nuevo modelo económico que vuelva a poner el país a trabajar, y otra vez también ahora, la llamada clase empresarial nos decepciona por su manifiesta incompetencia, que solo ha sabido esconder tras la especulación inmobiliaria o financiera, y pretende retrocedernos en derechos y libertades hasta el siglo XIX en aras de una mal entendida competitividad; vean las declaraciones de Juan Rosell presidente de la CEOE, pidiendo más rebajas en los salarios.
 
Hoy más que nunca es necesario poner el país a trabajar, pues nadie con dos dedos de frente puede entender que nos sacaran de la crisis, fomentando el desempleo, suprimiendo prestaciones y bajando los salarios, tal y como predican los adoradores de la Austeridad.