lunes, 28 de marzo de 2011

LA IZQUIERDA Y LA REVOLUCIÓN ÁRABE


Los que ya no peinamos ni canas, seguro que recordamos en los años tristes y duros de la dictadura franquista, sobre todo en su tramo final, cuando los antecesores ideológicos de los actuales militantes del Partido Popular, campaban a sus anchas por nuestro país, y velaban celosamente por la ortodoxia del llamado nacional sindicalismo; desde la Europa democrática, los partidos de izquierda se preocupaban por ayudar y sostener a un reprimido PSOE, mientras que desde los Países adscritos al llamado Pacto de Varsovia, tras el Telón de Acero, se financiaba a los activos militantes del PCE y otros partidos del grupo ideológico comunista. Eran aquellos tiempos en que Willy Brand, François Mitterrand y Bruno Pitterman, presidente de la Internacional Socialista apoyaron decididamente al joven Felipe González, que acababa de conseguir en el congreso de Suresnes, la secretaria general del Partido Socialista Obrero Español; y también aquellos en que Olof Palme, líder de la socialdemocracia sueca, recaudaba fondos con una hucha en las calles de Estocolmo, para las familias de los condenados en el tristemente célebre Proceso de Burgos. Ante la inminencia de un cambió de régimen en España, la socialdemocracia Europea optó por potenciar a sus homólogos españoles, con la noble finalidad que con su llegada al poder, se culminara la primera etapa de la transición a la democracia, imposibilitando cualquier vuelta atrás. El proceso que vivimos en España hace 35 años, es en el fondo el mismo, aunque con matices, que se está viviendo ahora en el mundo árabe; unas dictaduras, hasta hoy sostenidas por los grandes poderes fácticos mundiales para proteger sus imperialistas intereses, han llegado a un punto tal de degradación y corrupción, que las hace del todo insostenibles a los ojos de unos ciudadanos empujados a la más triste de las miserias, y que ya sin nada que perder se han lanzado a la calle, para exigir un cambio de 180º en el rumbo de su sociedad. Recuerdo muy bien que también en 1975 se decía, que los españoles no estábamos preparados para un régimen democrático y que sin ningún lugar a dudas, acabaríamos tirándonos los platos por la cabeza, conflicto del que acabaría emergiendo una nueva dictadura de derechas o de izquierdas, dependiendo quien fuera el bando vencedor. Más o menos lo que hoy escuchamos del los tunecinos, los egipcios, los libios, los sirios, los iemenitas, los de Bharein, los saudies, etc comentarios que respiran un cierto temor a que la revolución acabe derivando hacía la instauración de nuevas dictaduras teocráticas. Se me ocurre que a pesar de las declaraciones en sentido contrario, de todos aquellos que se han alzado contra los regímenes autocráticos, podría muy bien suceder que el fundamentalismo islámico, como único grupo organizado, después que la represión, al igual que la de Franco en España, hubiera conseguido borrar de la calle cualquier tipo de organización política disidente. ¿Qué hubiera sucedido en nuestro país de no haber conseguido el PSOE, el apoyo internacional? Nadie puede decirlo, aunque se me antoja, la transición a la democracia, no hubiera sido un camino de rosas precisamente. ¿No les parece a Vds. que hoy toca a los socialistas y socialdemócratas, españoles y del resto de Europa, colaborar en las revoluciones que se están produciendo en el mundo árabe? Que nadie dude, que los ciudadanos, están perfectamente preparados para acceder a un régimen de libertades, y que el hecho de caer en una nueva dictadura de signo teocrático, no depende más que de nosotros, los llamados occidentales, si sabemos prestar a este montón de jóvenes la atención y apoyo necesario, para que consigan sentar las bases del progreso ordenado en sus países.

lunes, 21 de marzo de 2011

LA DERECHA Y LA REVOLUCIÓN MAGREBÍ


Estamos viviendo estos días, se quiera o no reconocer, una auténtica revolución en el mundo árabe, en el verdadero sentido del término revolución, donde los desposeídos han dicho basta a unos regimenes de opresión, que hasta hoy les han explotado sin conmiseración alguna, y están clamando a gritos una democracia plena que les permita determinar y gestionar su futuro más inmediato.

Nada tiene que ver, en los movimientos sociales que se están sucediendo hoy en día en todos estos países, religión alguna; ni al Islam, ni a los cristianos, ni budistas, ni animistas, etc… les ha sido permitido, por los propios manifestantes, asir la bandera revolucionaria. Como siempre ha sucedido en toda la historia y en cualquier parte del mundo, este tipo de movimientos están reñidos con cualquier tipo de confesión, quizás por el mero hecho que las estructuras materiales donde se sustentan las distintas religiones, no solo son en si poco democráticas, si no que siempre están del lado del poder fáctico.

En Túnez y en Egipto, las cosas evolucionan por la vía pacífica; los dictadores Ben Ali y Mubarack, se han marchado, y las fuerzas armadas se han puesto del lado del pueblo, y este se organiza y estructura, para administrar en democràcia el poder recientemente conquistado; pero en Libia las cosas se han torcido y la mala voluntad de un loco como Gadaffi, está sacando las cosas de quicio, hasta el punto que una gran masacre humanitaria, se puede producir en cualquier momento.

Algunos dictadores como el rey de Marruecos Mohamed VI, se apresuran a proponer medidas pseudo democráticas, con el fin de intentar evitar la inevitable revolución de los más desfavorecidos, que están empezando a ver unas grandes posibilidades de tomar ellos directamente el poder y acabar de una vez por todas, con la explotación, y las enormes desigualdades sociales que los regimenes autocráticos hasta ahora vigentes, les han procurado.

Las grandes estructuras de poder en el sistema capitalista, por cierto, y como es lógico, poco amantes de las revoluciones, no creo yo vean con muy buenos ojos todo lo que está sucediendo estos días, pues en cierta manera se les está poniendo en un brete, y aquí amigos se me antoja podemos encontrar explicación a la total inacción de la Comunidad internacional, ante la masacre que Gadaffi está sometiendo a su pueblo; aunque ahora, cuando la causa revolucionaria en Libia, ha sido prácticamente vencida se intervenga con la fuerza de las armas.

Un rápido apoyo a la causa del pueblo libio, y una rápida caída del dictador y su familia, como sucedió en Túnez y en Egipto, podría tener un efecto de contagio en todos los demás países árabes, como de hecho ya viene sucediendo en Yemen y Bahrein, y esto significaría a la larga, una cambio radical, en la gestión de los recursos petrolíferos de esta zona, que por lógica deberían tender a un reparto mucho más equitativo entre todos sus ciudadanos, que no como hasta ahora en beneficio de una sola familia, la que “casualmente” ha ostentando el poder.

Alguien puede pensar que el hecho de permitir durante un tiempo, que las tropas de mercenarios a las ordenes del loco teniente coronel y sus hijos, masacren a los ciudadanos libios pueda por un lado, animar a otros dictadores de la zona a mantener su condición a toda costa, y por otro disuadir a los desesperados ciudadanos, poniéndoles muy cuesta arriba la consecución de sus objetivos.

Es indudable que Gadaffi va a terminar cayendo, la cuestión es cuando y quien va a ocupar el poder a continuación; por lo que parece, y según los intereses de las grandes “majors” del petróleo y los gobiernos de derechas de la UE y America, convendría otro líder con apariencia y maneras algo más democráticas, pero que siga controlando el cotarro; de ninguna manera parecen dispuestos a que verdaderamente triunfe una autentica revolución que con toda seguridad, pondría en evidencia las graves irregularidades que estas compañías, han estado permitiendo en estos lugares. ¿Va a permitirlo la izquierda europea, otrora adalid de los derechos humanos y las libertades en todo el planeta?

lunes, 14 de marzo de 2011

LA NUEVA IZQUIERDA EUROPEA


Que el mundo ha cambiado en los últimos cien años, es una verdad del todo incontestable y que la situación de la clase trabajadora, es hoy en el sector llamado occidental, mucho mejor que en 1911 tampoco tiene vuelta de hoja; sin embargo y en estos albores del siglo XXI, en el viejo continente empezamos a intuir que algo debemos haber hecho mal, cuando resulta que se ha profundizado enormemente el abismo entre clases sociales.

Seguro que algo está fallando cuando vemos a unos gobernantes armados de grandes tijeras, dispuestos a recortar unas políticas y servicios sociales, que con muy buen criterio se han venido a llamar estado del bienestar, con el argumento que resultan del todo insostenibles; mientras que a la par, la revista norteamericana Forbes, nos anuncia a bombo y platillo que nuestro Don Amancio, el de Zara, ha aumentado en el último año extraordinariamente su patrimonio, (creo que está por los 30.000 millones euros), escalando posiciones hasta llegar al número 7 mundial, en un año donde la crisis económica, incrementa de manera alarmante el índice de personas en riesgo de exclusión social.

Con todo y de manera que se me hace a mi incomprensible, la derecha y la extrema derecha dominan por completo en los democráticos países de la Unión Europea, incluso en España donde aún con un titular de la socialdemocracia en el palacio de la Moncloa, todas las encuestas auguran que dentro de un año el cambio va a ser del todo radical hacia la derecha, quizás la más cavernícola del continente, como la que representa el Partido Popular.

Algunos expertos consideran que es solo en los momentos de gran necesidad colectiva, que los ciudadanos son capaces de unirse y conjuntar esfuerzos en pro de su progreso; pero a partir del punto en que empieza a levantar cabeza, se apodera de ellos una especie de afán depredador, que les lanza a buscar su propio beneficio aunque sea a costa de todos los demás. Quizás tengan razón y más si recordamos que la socialdemocracia se impone en la Europa devastada de los años 40 del pasado siglo, recién acabada la segunda guerra mundial.

80 años después del gran crack de 1929, que de hecho vino a significar el colapso del sistema liberal puro, sin control de ninguna clase y regido solamente por la implacable ley del mercado de la oferta y la demanda, y como fatal consecuencia, la conflagración mundial que acabó con millones de muertos; parece como si una espesa niebla impida a la humanidad recordar aquellos valores de la solidaridad y el esfuerzo colectivo, que al fin y al cabo son los que nos hicieron avanzar por la sendas del progreso.

Unos medios de comunicación en manos de la derecha extrema, son a mí entender unos de los grandes responsables de esta espesa niebla que no permite a muchos jóvenes de hoy ver más allá de sus propias narices. Unos medios y una educación, donde se encumbra a los triunfadores, no por los méritos aportados a la colectividad, si no por su progreso económico personal, independientemente que en muchas ocasiones se haya conseguido en base a despojar a los débiles de sus imprescindibles recursos.

Dicen que la Izquierda Europea, perdió el norte después de la caída del muro de Berlín en los años 90 del pasado siglo, aunque yo creo y estoy muy convencido de ello, que a la izquierda europea, el retroceso le vino por no haber analizado correctamente la realidad de las clases trabajadoras, y el no haber sabido hacer frente, quizás por falta de recursos, o por no haber tenido líderes que estuvieran a la altura, a la terrible ofensiva conservadora que a partir de Ronald Reegan y Margaret Tatcher, los más poderosos del mundo lanzaron contra el socialismo y la socialdemocracia en todo el orbe planetario.

Un atisbo de esperanza, se ha abierto estos últimos días, en la gran locomotora Europea, como es Alemania, donde el partido Socialdemócrata ha dado un vuelco impresionante en las elecciones del Land de Hamburgo, que muchos interpretan como el agotamiento del pueblo alemán ante las políticas neoliberales de la líder de la CDU. Ojala sea el despertar de una nueva izquierda en el viejo continente, una nueva izquierda que partiendo de la realidad actual sea capaz de volver a los valores tradicionales del socialismo como la solidaridad y el trabajo en común, con un reparto equitativo de la riqueza, el único sistema que nos puede garantizar una salida justa y razonable de la actual crisis económica, garantizando un futuro de prosperidad.

lunes, 7 de marzo de 2011

¿ES CULTURA LA RELIGIÓN?


Con el afán de meter baza en la polémica desatada en nuestro país entre laicismo, religión y libertad de cultos y con el fin de aclarar ideas, o quizás de confundirlas más, me propongo discernir sobre los conceptos de cultura y religión que se me antoja, alguien, sobretodo creyentes, no sé si con demasiada buena idea, intenta presentar entremezclados vendiéndolos como una sola cosa.

Para el concepto cultura, el diccionario de la Real Academia Española, acepta tres postulados: Primero “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”. Segundo:“Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc” y Tercero, aunque con la advertencia que se trata de una acepción hoy en desuso: “Culto religioso”

Sobre el concepto Religión, el mismo diccionario nos presenta cuatro acepciones; Primera: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”; Segunda: “Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido”; Tercera: Profesión y observancia de la doctrina religiosa; y Cuarta: “Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber”

De entrada pues y conceptualmente en la actualidad, nada tienen en común Cultura y Religión.

La cultura además, en sus diversas manifestaciones, partiendo de un principio local acaba por vocación adquiriendo una dimensión universal, gracias fundamentalmente a su permeabilidad que le permite evolucionar y transformar-se como un elemento dinámico que es, a partir de la interacción con otros elementos locales distintos. Gracias a esta capacidad de admitir influencias la cultura, no deviene un elemento de confrontación entre pueblos, si no un elemento de unión y convivencia de los mismos, en particular en unos momentos como los actuales, donde las comunicaciones han aumentado considerablemente la capacidad de interrelación entre todos los ciudadanos del mundo.

Por el contario la religión, fiel a unos dogmas y unos principios considerados inmutables, se encierra en si misma, y se blinda a la capacidad de influencias, llegando a extremos casi inimaginables de negar proposiciones científicas, como la iglesia católica en el renacimiento con las teorías de Galileo, y hoy prohibiendo la investigación con células madre e incluso negando la efectividad de los profilácticos en la lucha contra el Sida; o el integrismo musulmán, negándose a admitir la evolución social y pretendiendo regresar al medioevo; o el hinduismo y el budismo, que bajo una capa de espiritualidad profunda, mantienen unas sociedades en profunda división de clases sociales, donde la explotación del hombre por el hombre, incluso la infantil, parece bendecida por las autoridades religiosas

Sentadas estas premisas y atendiendo a las dificultades de convivencia que se presentan en algunos de nuestro barrios en la España actual y que alguna corriente ideológica, pretende presentar como inevitable consecuencia del choque entre culturas; deberíamos considerar si la dificultad de entendimiento proviene de la Santa Intransigencia que el fundador del Opus Dei, predicaba en su obra Camino, o de los otros conceptos con el mismo sentido, que se encuentran presentes en cada una de las religiones que hoy conviven en España.

Estoy absolutamente convencido que las religiones, sin excepción ninguna, deberían situarse en el terreno de lo personal, y ser apartadas del debate público, que con una mentalidad abierta y sin condicionantes de ningún tipo debería abordar y analizar la evolución cultural de nuestro país a partir de las influencias beneficiosas de una riquísima interculturalidad que tenemos la fortuna de vivir hoy en día.