Han pasado unos días, de aquel en que el suelo tembló en Lorca y la desgracia se cebó en numerosas familias, y desde esta perspectiva, creo que lo primero, es reconocer la rapidez y efectividad con que gobiernos e instituciones se volcaron desde los primeros instantes en socorrer a los damnificados, dando una viva muestra que nuestro país está preparado para atender a los ciudadanos frente cualquier emergencia por grave que esta sea.
Concluidos los balances de personas y edificaciones afectadas, debo decir desde mi más profunda ignorancia en temas de construcción, que me ha sorprendido el alto porcentaje de edificios afectados, máxime cuando parece ser que de todos es sabido que la ciudad de Lorca se encuentra sobre una falla en una de los lugares más activos, sismologicamente hablando, de la península Ibérica.
Me dicen que hacía 1974, se estableció una normativa municipal, para las edificaciones, que tenía en cuenta esta circunstancia, de posibles terremotos hasta una intensidad de seis en la escala Richter y que en el desarrollo de la misma se contemplaba la obligatoriedad de someter a ella todos los edificios de nueva construcción y de ir adaptando los de construcción anterior que quedaran fuera de normativa. De ahí mi sorpresa cuando por prudencia se aconsejó en un primer momento el desalojo de dos, al parecer modernos edificios, destinados a hospital, y en periódicos y televisiones se nos ofrecieron patéticas imagen de los enfermos en la calle, instantes antes de ser trasladados.
Puedo entender que una buena parte de lo que se considera patrimonio arquitectónico, particularmente en lo que se refiere a los templos, resultara afectado, quizás porque la iglesia siempre falta de recursos económicos, decidiera confiar que su estrecha relación con el Todopoderoso les libraría de todo mal, antes que su peculio les permitiera adaptar-se a la normativa. También puedo entender que cayeran algunos edificios del casco viejo de la ciudad, que por su antigüedad y seguramente afectados de algunas patologías, propias de la edad, no hicieran aconsejable su consolidación, esperando una mejor coyuntura inmobiliaria para proceder a su derribo.
Pero a lo que si no se encontrar explicación ninguna y casi diría que me huele a chamusquina, es que modernos edificios construidos con toda seguridad después de 1974, se hayan visto afectados por unos temblores de 4,5 i 5,1 en la escala de Richter, muy por debajo de lo exigido en las normativas de construcción, (grado 6), se hayan visto tan gravemente afectados, en particular los dos hospitales que antes hemos referenciado.
¿Es que los arquitectos desconocían la existencia de esta normativa? ¿Es que los promotores a fin de bajar costes, presionaron a los arquitectos a saltarse las normativas? ¿Es que los encargados de conceder las licencias de obras, no han estado suficientemente al quite? ¿Es que los responsables del control de la disciplina urbanística, no han realizado correctamente su trabajo?
Son muchos y graves los interrogantes que se plantean, interrogantes que creo deberían ser resueltos, exigiendo responsabilidades a quien corresponda, desde la serenidad y el sosiego que proporciona la efectiva y rápida actuación de los primeros momentos, que no ha dejado a nadie sin los mínimos básicos y con un gobierno central, que en palabras de su presidente no regatea lo más mínimo en la aportación de recursos para la reconstrucción de la ciudad. Deben ser resueltos, por una cuestión de justicia con los nueve fallecidos, con los miles de damnificados que han perdido sus casas y para que se pongan el remedio necesario para que no vuelva a ocurrir nunca más
Concluidos los balances de personas y edificaciones afectadas, debo decir desde mi más profunda ignorancia en temas de construcción, que me ha sorprendido el alto porcentaje de edificios afectados, máxime cuando parece ser que de todos es sabido que la ciudad de Lorca se encuentra sobre una falla en una de los lugares más activos, sismologicamente hablando, de la península Ibérica.
Me dicen que hacía 1974, se estableció una normativa municipal, para las edificaciones, que tenía en cuenta esta circunstancia, de posibles terremotos hasta una intensidad de seis en la escala Richter y que en el desarrollo de la misma se contemplaba la obligatoriedad de someter a ella todos los edificios de nueva construcción y de ir adaptando los de construcción anterior que quedaran fuera de normativa. De ahí mi sorpresa cuando por prudencia se aconsejó en un primer momento el desalojo de dos, al parecer modernos edificios, destinados a hospital, y en periódicos y televisiones se nos ofrecieron patéticas imagen de los enfermos en la calle, instantes antes de ser trasladados.
Puedo entender que una buena parte de lo que se considera patrimonio arquitectónico, particularmente en lo que se refiere a los templos, resultara afectado, quizás porque la iglesia siempre falta de recursos económicos, decidiera confiar que su estrecha relación con el Todopoderoso les libraría de todo mal, antes que su peculio les permitiera adaptar-se a la normativa. También puedo entender que cayeran algunos edificios del casco viejo de la ciudad, que por su antigüedad y seguramente afectados de algunas patologías, propias de la edad, no hicieran aconsejable su consolidación, esperando una mejor coyuntura inmobiliaria para proceder a su derribo.
Pero a lo que si no se encontrar explicación ninguna y casi diría que me huele a chamusquina, es que modernos edificios construidos con toda seguridad después de 1974, se hayan visto afectados por unos temblores de 4,5 i 5,1 en la escala de Richter, muy por debajo de lo exigido en las normativas de construcción, (grado 6), se hayan visto tan gravemente afectados, en particular los dos hospitales que antes hemos referenciado.
¿Es que los arquitectos desconocían la existencia de esta normativa? ¿Es que los promotores a fin de bajar costes, presionaron a los arquitectos a saltarse las normativas? ¿Es que los encargados de conceder las licencias de obras, no han estado suficientemente al quite? ¿Es que los responsables del control de la disciplina urbanística, no han realizado correctamente su trabajo?
Son muchos y graves los interrogantes que se plantean, interrogantes que creo deberían ser resueltos, exigiendo responsabilidades a quien corresponda, desde la serenidad y el sosiego que proporciona la efectiva y rápida actuación de los primeros momentos, que no ha dejado a nadie sin los mínimos básicos y con un gobierno central, que en palabras de su presidente no regatea lo más mínimo en la aportación de recursos para la reconstrucción de la ciudad. Deben ser resueltos, por una cuestión de justicia con los nueve fallecidos, con los miles de damnificados que han perdido sus casas y para que se pongan el remedio necesario para que no vuelva a ocurrir nunca más
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