Hoy más que nunca es necesario, poner sobre la mesa la vocación internacionalista de la izquierda mundial, como contraposición al nefasto y separador nacionalismo de la derecha, que está abocando al mundo a una nueva catástrofe por el enfrentamiento de unos con otros, para conseguir arrebatar una mayor parte del pastel, aunque sea a costa de dejar sin ni siquiera las miajas a muchos otros.
Observen Vds. amigos lectores, que desde el momento en que el capitalismo, juzga conveniente a sus intereses internacionalizar la economía, abandonando el proteccionismo que hasta entonces había defendido a capa y espada, y desde una Europa, estructurada en una clara posición socialdemócrata, se avanza desde lo económico hacia una unión política, además de una internacional socialdemócrata en auge, suena en el interior del conservadurismo internacional una gran señal de alerta que advierte del peligro a corto y medio plazo de perder su hegemonía, cuando por lo demás el desprestigio de su causa, les empieza a llegar en forma de la demostración cada vez más palpable de su implicación en los regímenes autoritarios de Latinoamèrica, en las décadas de los 70 i 80 del pasado siglo.
La mal llamada revolución neocón, (digo mal llamada pues siempre he creído que el término más adecuado, debería ser reacción en lugar de revolución), no lo debemos considerar como un movimiento improvisado ni surgido al azar, si no que fue cuidadosamente planificado, para desmontar la estructura de una izquierda, que poco a poco abandonaba sus posiciones extremas y consolidaba en su posición más moderada, como la que representaba la socialdemocracia.
¿Pero como se puede desmontar un estado del bienestar y unos valores altamente consolidados en la sociedad? Pues sencillamente apelando y prostituyendo un concepto tan noble y antiguo como es el de la libertad. Empezaron por sacralizar el concepto de libertad individual confrontándolo con los valores colectivos, siguiendo por encumbrar el concepto de propiedad hasta el punto más alto de la escala de valores, y como consecuencia excluir al que nada posee de la condición social. Se educa también en base a una competitividad sin normas y así resulta que el gran valor es la posesión, sin importar lo más mínimo la manera como se ha conseguido. No importa el como se consigue dinero lo único que cuenta es conseguirlo, aunque para ello, uno vaya dejando cadáveres en su camino en forma de excluidos sociales.
La izquierda entró en horas bajas a partir de la caída del muro de Berlin, de hecho fue como si el descubrimiento de las miserias que había en el otro lado, significara un estigma para todos los valores esenciales que tradicionalmente el socialismo había defendido; de repente pareció que los pensadores de izquierda se avergonzaran de su ideología, como si el proclamar la idea de repartir la riqueza generada por el trabajo de todos, fuera una especie de anatema o principio diabólico. En la Unión Europea, un producto nacido de los principios internacionalistas de la socialdemocracia, los partidos socialistas se retrotraen a sus cuarteles, cada uno el suyo, mientras que el ultranacionalismo derechista, empieza a campar a sus anchas, desmontando todo aquello que qué de común entre varios países se había construido, dejado el solar europeo, en una mera cuestión económica y de mercado, donde los grandes depredadores, puedan campar a sus anchas.
En América Latina, si bien el proceso que se sigue es bien distinto y según parece el izquierdismo va ganado posiciones, sin embargo adolece de un defecto que le puede llevar a su destrucción, como es el populismo de algunos de sus líderes, a los que bien poco interesados se les ve en la construcción económica potente de sus países, limitándose a repartir una riqueza proveniente de los productos no renovables que se extraen del subsuelo, cuestión que en cierta forma les obliga a abandonar también el principio internacionalista, elemento fundamental de la izquierda.
Para finalizar, dejarles a su consideración amigos lectores, una realidad que está sucediendo hoy en el mundo, como es la nula respuesta de toda la izquierda mundial, ante las revoluciones que están sucediendo en el Magreb y Egipto; cuestión que está dejando libre camino a los grandes poderes reaccionarios, de USA, Israel, etc. para reconducir la situación. Y no lo duden que por mucho que se diga, estos, solo miran a su provecho.
Observen Vds. amigos lectores, que desde el momento en que el capitalismo, juzga conveniente a sus intereses internacionalizar la economía, abandonando el proteccionismo que hasta entonces había defendido a capa y espada, y desde una Europa, estructurada en una clara posición socialdemócrata, se avanza desde lo económico hacia una unión política, además de una internacional socialdemócrata en auge, suena en el interior del conservadurismo internacional una gran señal de alerta que advierte del peligro a corto y medio plazo de perder su hegemonía, cuando por lo demás el desprestigio de su causa, les empieza a llegar en forma de la demostración cada vez más palpable de su implicación en los regímenes autoritarios de Latinoamèrica, en las décadas de los 70 i 80 del pasado siglo.
La mal llamada revolución neocón, (digo mal llamada pues siempre he creído que el término más adecuado, debería ser reacción en lugar de revolución), no lo debemos considerar como un movimiento improvisado ni surgido al azar, si no que fue cuidadosamente planificado, para desmontar la estructura de una izquierda, que poco a poco abandonaba sus posiciones extremas y consolidaba en su posición más moderada, como la que representaba la socialdemocracia.
¿Pero como se puede desmontar un estado del bienestar y unos valores altamente consolidados en la sociedad? Pues sencillamente apelando y prostituyendo un concepto tan noble y antiguo como es el de la libertad. Empezaron por sacralizar el concepto de libertad individual confrontándolo con los valores colectivos, siguiendo por encumbrar el concepto de propiedad hasta el punto más alto de la escala de valores, y como consecuencia excluir al que nada posee de la condición social. Se educa también en base a una competitividad sin normas y así resulta que el gran valor es la posesión, sin importar lo más mínimo la manera como se ha conseguido. No importa el como se consigue dinero lo único que cuenta es conseguirlo, aunque para ello, uno vaya dejando cadáveres en su camino en forma de excluidos sociales.
La izquierda entró en horas bajas a partir de la caída del muro de Berlin, de hecho fue como si el descubrimiento de las miserias que había en el otro lado, significara un estigma para todos los valores esenciales que tradicionalmente el socialismo había defendido; de repente pareció que los pensadores de izquierda se avergonzaran de su ideología, como si el proclamar la idea de repartir la riqueza generada por el trabajo de todos, fuera una especie de anatema o principio diabólico. En la Unión Europea, un producto nacido de los principios internacionalistas de la socialdemocracia, los partidos socialistas se retrotraen a sus cuarteles, cada uno el suyo, mientras que el ultranacionalismo derechista, empieza a campar a sus anchas, desmontando todo aquello que qué de común entre varios países se había construido, dejado el solar europeo, en una mera cuestión económica y de mercado, donde los grandes depredadores, puedan campar a sus anchas.
En América Latina, si bien el proceso que se sigue es bien distinto y según parece el izquierdismo va ganado posiciones, sin embargo adolece de un defecto que le puede llevar a su destrucción, como es el populismo de algunos de sus líderes, a los que bien poco interesados se les ve en la construcción económica potente de sus países, limitándose a repartir una riqueza proveniente de los productos no renovables que se extraen del subsuelo, cuestión que en cierta forma les obliga a abandonar también el principio internacionalista, elemento fundamental de la izquierda.
Para finalizar, dejarles a su consideración amigos lectores, una realidad que está sucediendo hoy en el mundo, como es la nula respuesta de toda la izquierda mundial, ante las revoluciones que están sucediendo en el Magreb y Egipto; cuestión que está dejando libre camino a los grandes poderes reaccionarios, de USA, Israel, etc. para reconducir la situación. Y no lo duden que por mucho que se diga, estos, solo miran a su provecho.
¿Puedes explicarnos como es posible que hasta tres días antes del alzamiento popular que mandó al exilio a Ben Ali, el dictador de Túnez, su partido perteneciera a esa cueva de usurpadores del socialismo llamada Internacional Socialista? Y no son los únicos...
ResponderEliminarOpino lo mismo que Mikelon y añado Simón Peres, coparticipe en el genocidio del purblo palestino
ResponderEliminarPrimero: no hay que menospreciar a las fuerzas de la reacción (término que haces bien en recuperar), en ese sentido la caída del muro de Berlín (que no dejó al descubierto nada que no se supiese antes) lo que supuso fue la caída del muro de contención de la codicia de los grandes mercaderes que, ante la desaparición de un referente alternativo para l@s trabajador@s (en ese sentido los regímenes del este de Europa nos beneficiaron más a nosotros -a los currantes de occidente- que a ellos), se lanzaron a por las conquistas sociales que habíamos conseguido, y en ello están todavía (lo último, las pensiones en España). Dicho esto, la responsabilidad de lo que nos pasa a la izquierda no es de nadie más que de nosotr@s mismos, empezando por nuestras cúpulas dirigentes, que ante esos embates reacccionamos(?) como si fuesen inevitables, renunciando a los valores progresistas y haciendo de capataces (más o menos bondadosos) de los dichos mercaderes. Pero esto no acabará aquí, y ya se están gestando nuevos movimientos alternativos que, si éstos no reaccionan, pueden dejar a los partidos (y sindicatos) tradicionales al margen. Claro, no hablamos de semanas ni de meses, los procesos sociales llevan su tiempo, pero ahí estamos ;) En este sentido, me parecen interesantes las tesis de Wallerstein sobre la decadencia del actual imperio (norteamericano) y la necesidad de organizarse ante este hecho: http://bit.ly/fwi3vR
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