Duran i Lleida, con cara de gran cabreo, la semana pasada, ante un auditorio compuesto mayormente por militantes y altos cargos de Convergencia i Unió, clamaba acusando de mentiroso a Montilla, por haber dicho claramente que las condiciones que imponen Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya, imposibilitan totalmente la reedición del Tripartito, después de las elecciones del 28-N, aunque la aritmética electoral lo permitiera.
Mucho debe escocer a los líderes de la derecha nacionalista catalana la decisión del Presidente Montilla, por su virulenta reacción instantes después que este la expresara públicamente, quizás porque ello les obligue a definirse con claridad, abandonando de una vez por todas la ambigüedad de la que vienen haciendo gala desde que iniciaron su travesía del desierto. ¿Están dispuestos los convergentes a recabar el apoyo del PP que ha recurrido el estatuto, si les son necesarios sus votos para gobernar? ¿Están dispuesto Duran i Lleida a admitir los votos de Esquerra Republicana, que los ha condicionado a la celebración de un referéndum independentista? Son preguntas que nadie quiere contestar en estos días, en que por lo demás el ultranacionalismo español se sigue ensañando con una de las cosas más sensibles en Cataluña como es la lengua.
La llamada sociovergencia, es tan imposible en Cataluña como en España sería un gobierno PP-PSOE, en primer lugar por ser fuerzas ideológicamente opuestas, que en consecuencia van a tener programas totalmente incompatibles. Convergencia es la representación pura y dura de la derecha, con un sentimiento nacionalista catalán, pero derecha al fin y al cabo; por el contrario el PSC, además de no ser nacionalista por ninguna parte, si no que su fe federalista está totalmente fuera de cuestión, es la representación de la izquierda posible, de la socialdemocracia europea, la impulsora y mantenedora del llamado estado del bienestar.
En las elecciones autonómicas del año 2003, se da por primera vez, un resultado que permite a tres fuerzas de ideología izquierdista, PSC, ICVEUiA y ERC, pactar para formar gobierno, con unas bases determinadas, cuyo trazos principales, serian una reforma en profundidad del Estatuto de Autonomía, que permita mejorar el autogobierno catalán y su financiación y un giro hacia la izquierda y las políticas sociales, que corrigiera los desequilibrios sociales provocados en los veintitrés años de gobierno de Jordi Pujol. Es lo que se vino en llamar Pacto del Tinell, que abrió paso al primer gobierno tripartito en Cataluña. Posibilitan el pacto una renuncia expresa de ERC, en dejar en stand by la reivindicación independentista y una dedicación importante del PSC, en la dedicación de una parte importante del tiempo de la legislatura, al tema de la identidad de Cataluña y su relación con España.
Es importante señalar, la renuncia que ERC hizo de sus reivindicaciones independentistas, condición que cumplió escrupulosamente hasta el momento en que se produce el Pacto entre Artur Mas i Zapatero, del que hoy día nadie habla pero que a la postre resultó determinante en los hechos que se desencadenaron posteriormente y que nos han conducido a la situación de hartazgo total, con un PP desmadrado que se cree capaz de la mayores ignominias. CiU, en aquellos momentos quiso comprar lo que las urnas le negaron, en base a romper la unidad de todas las fuerzas políticas catalanas que los socialistas habían logrado mantener durante el largo proceso estatutario.
Si Artur Mas, hubiera pensado en Catalunya antes que sus intereses, y los recortes en el estatuto se hubieran pactado entre la Generalitat, con el apoyo mayoritario de las fuerzas catalanas, quizás el PP no se hubiera atrevido a presentar recurso de inconstitucionalidad, y el sentimiento de frustración que hoy día planea sobre una buena parta de la sociedad catalana no existiría. Quizàs, también Esquerra Republicana, hubiera seguido dejando en stand by sus ideales independentistas y un nuevo Tripartito seria posible.
Hay mucho mensaje detrás de las palabras de Montilla, mensaje que no debería ser tergiversado por intereses mezquinos, como se viene haciendo desde la derecha , nacionalista catalana
Mucho debe escocer a los líderes de la derecha nacionalista catalana la decisión del Presidente Montilla, por su virulenta reacción instantes después que este la expresara públicamente, quizás porque ello les obligue a definirse con claridad, abandonando de una vez por todas la ambigüedad de la que vienen haciendo gala desde que iniciaron su travesía del desierto. ¿Están dispuestos los convergentes a recabar el apoyo del PP que ha recurrido el estatuto, si les son necesarios sus votos para gobernar? ¿Están dispuesto Duran i Lleida a admitir los votos de Esquerra Republicana, que los ha condicionado a la celebración de un referéndum independentista? Son preguntas que nadie quiere contestar en estos días, en que por lo demás el ultranacionalismo español se sigue ensañando con una de las cosas más sensibles en Cataluña como es la lengua.
La llamada sociovergencia, es tan imposible en Cataluña como en España sería un gobierno PP-PSOE, en primer lugar por ser fuerzas ideológicamente opuestas, que en consecuencia van a tener programas totalmente incompatibles. Convergencia es la representación pura y dura de la derecha, con un sentimiento nacionalista catalán, pero derecha al fin y al cabo; por el contrario el PSC, además de no ser nacionalista por ninguna parte, si no que su fe federalista está totalmente fuera de cuestión, es la representación de la izquierda posible, de la socialdemocracia europea, la impulsora y mantenedora del llamado estado del bienestar.
En las elecciones autonómicas del año 2003, se da por primera vez, un resultado que permite a tres fuerzas de ideología izquierdista, PSC, ICVEUiA y ERC, pactar para formar gobierno, con unas bases determinadas, cuyo trazos principales, serian una reforma en profundidad del Estatuto de Autonomía, que permita mejorar el autogobierno catalán y su financiación y un giro hacia la izquierda y las políticas sociales, que corrigiera los desequilibrios sociales provocados en los veintitrés años de gobierno de Jordi Pujol. Es lo que se vino en llamar Pacto del Tinell, que abrió paso al primer gobierno tripartito en Cataluña. Posibilitan el pacto una renuncia expresa de ERC, en dejar en stand by la reivindicación independentista y una dedicación importante del PSC, en la dedicación de una parte importante del tiempo de la legislatura, al tema de la identidad de Cataluña y su relación con España.
Es importante señalar, la renuncia que ERC hizo de sus reivindicaciones independentistas, condición que cumplió escrupulosamente hasta el momento en que se produce el Pacto entre Artur Mas i Zapatero, del que hoy día nadie habla pero que a la postre resultó determinante en los hechos que se desencadenaron posteriormente y que nos han conducido a la situación de hartazgo total, con un PP desmadrado que se cree capaz de la mayores ignominias. CiU, en aquellos momentos quiso comprar lo que las urnas le negaron, en base a romper la unidad de todas las fuerzas políticas catalanas que los socialistas habían logrado mantener durante el largo proceso estatutario.
Si Artur Mas, hubiera pensado en Catalunya antes que sus intereses, y los recortes en el estatuto se hubieran pactado entre la Generalitat, con el apoyo mayoritario de las fuerzas catalanas, quizás el PP no se hubiera atrevido a presentar recurso de inconstitucionalidad, y el sentimiento de frustración que hoy día planea sobre una buena parta de la sociedad catalana no existiría. Quizàs, también Esquerra Republicana, hubiera seguido dejando en stand by sus ideales independentistas y un nuevo Tripartito seria posible.
Hay mucho mensaje detrás de las palabras de Montilla, mensaje que no debería ser tergiversado por intereses mezquinos, como se viene haciendo desde la derecha , nacionalista catalana
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