Dicen que la sociedad avanza de revolución en revolución y es la pura verdad
si repasamos la historia: La Revolución Francesa de 1789, abrió la puerta a la
abolición de las monarquías absolutistas, para abrir paso al constitucionalismo
y aunque con sus avances y retrocesos, contribuyó a adaptar el mundo a una
nueva era que se abría con la industrialización. La Revolución Rusa en 1917,
abrió la puerta del poder político a la clase proletaria y aunque también con
sus altibajos consolidó en el pasado siglo XX, aún dentro del capitalismo, que
el proletariado y sus organizaciones existan, deben ser tenidos en cuenta y
dejarles ser parte activa en la administración social. Ambos hechos coinciden
en una cosa, el uso de la violencia y la eliminación física del adversario,
como método para la consecución de los objetivos propuestos.
La Revolución Francesa condujo a la guillotina, más o menos a unas 15.000 personas.
La Revolución Rusa, que a raíz de un atentado a Lenin se implantó el llamado
terror Rojo, los historiadores le atribuyen una cifra de 50.000 ejecuciones
aunque esta cifra se duplica con la represión de las revueltas campesinas en
contra del bolchevismo. Los revolucionarios en el siglo XVIII y el XX, vieron
como única salida a la consolidación de sus objetivos el terror y parece ser
que es lo común que tienen los procesos revolucionarios, para controlar a las
masas que los ideólogos han procurado descontrolar.
Pero amigos, hemos entrado en un nuevo siglo, el XXI, donde el recuerdo de
los horrores vividos en el siglo XX, siguen presentes en la memoria de muchos
ciudadanos y es por ello que creo los procesos revolucionarios actuales deberán
ser muy distintos en sus formas a los de los siglos anteriores, demostrando que
la sociedad actual ha avanzado lo suficiente para seguir la senda del progreso
desde el convencimiento y no de la imposición de los valores y estrategias que
lo hacen posible.
Observen amigos, a título de muestra, que a nadie en su sano juicio se le
ocurre hablar, actualmente, de un gobierno socialista desde la “dictadura del
proletariado” Ni tan solo los partidos y formaciones herederas del comunismo se
les ocurre defender semejante idea, hasta el punto que han quitado de sus
nombres la palabra comunista, para que nadie se le ocurra identificarlos con
esta idea. Solo el socialismo de corte democrático, tiene cabida en la sociedad
actual y su organización interna se adapta día a día a esta realidad, con los
procesos de primarias, en los que participa toda su militancia, para la
elección de sus candidatos y dirigentes internos.
De hecho la nueva revolución en el siglo XXI, no va a venir de asaltar los
cielos del poder, si no que el acceso al poder político, y por tanto a la
posibilidad que desde el gobierno se pueda transformar la realidad, vendrá por
la voluntad de los electores manifestada a través de las urnas, y en este
camino no hay que buscar atajos, que no existen ni pretender avanzar más rápido
campo a través, porqué solo, como hemos dicho antes, a través del
convencimiento, conseguiremos la voluntad de los ciudadanos, a los que les
pediremos sigan colaborando con los dirigentes, y controlándolos para que no se
desvíen de la senda trazada y no pierdan de vista los objetivos.
En este siglo XXI, la sociedad ha evolucionado muchísimo, la tecnología ha
permitido a los poderes fácticos, un control muy exhaustivo de de todos
aquellos elementos que consideran sus enemigos, además de un control casi
absoluto de los medios de comunicación, redes sociales incluidas, que les
permite en muy poco tiempo neutralizar y desprestigiar si se requiere,
cualquier idea, llamamiento o proclama que ellos puedan considerar peligroso
para sus intereses. Ello nos hace evidente, que procesos revolucionarios al estilo
de la Revolución Francesa, o la Revolución Rusa a los que antes hemos hecho
referencia, hoy en día resultan imposibles. Sirva para muestra el fracaso de
los movimientos insurreccionales en latino América o en el mundo árabe.
La gran revolución social en una sociedad digitalizada, vendrá de la mano
de la socialdemocracia, en cuanto las formaciones políticas que la representan,
alcancen el poder político en las grandes superpotencias mundiales, UE Rusia,
USA y China, junto con sus áreas de influencia, y desde allí consigan convencer
a las mayorías de que un reparto justo y equitativo de la riqueza generada, es
la única forma posible de supervivencia de la especie humana. Se impulsen los
cambios necesarios tanto en organización territorial, donde el federalismo
parece lo más adecuado para gestionar con justicia entidades de complejidad
acusada como son las de culturas, idiomas y tradiciones distintos y garantizar
una perfecta convivencia; también en lo que se refiere a la organización
laboral, donde hay que equiparar los rendimientos del capital económico a los
del bien llamado capital humano.
Desde la violencia y la confrontación nada se consigue, pues siempre, el
que resulta el más fuerte y a corto plazo el vencedor, es el que va en contra
de los intereses de los más débiles, en beneficio propio. Además que la historia
nos ha demostrado, que todos aquellos, que han emprendido grandes
confrontaciones para favorecer los intereses de los más desfavorecidos; en
cuanto han llegado al poder se han convertido en dictadores más sanguinarios
aún que aquellos a los que se enfrentaron; valga como ejemplo el del
recientemente fallecido Robert Mugabe Solo el convencimiento de amplias capas
de la población y unos dirigentes con claridad de ideas, fundamentadas en los
principios humanísticos de Libertad, Igualdad y Solidaridad, conseguirán
promover los cambios necesarios para encarrilar definitivamente la humanidad en
la senda del progreso.
No olvidemos la sabias palabras de Francisco Pi Margall, el que fué segundo presidente de la I República Española. "La Revolución es la paz, La reacción es la guerra"
No olvidemos la sabias palabras de Francisco Pi Margall, el que fué segundo presidente de la I República Española. "La Revolución es la paz, La reacción es la guerra"
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