De todo el esperpento
en que se ha convertido el procés
independentista en Cataluña, hay una serie de victimas colaterales que han ido
quedando en la cuneta, un día tras otro. Hoy cuando a pesar de una pírrica
victoria electoral, las formaciones independentistas, parecen haber iniciado un
imparable descenso, hacia un nuevo aletargamiento por una buena temporada, llega
quizás la hora de preguntarse por algunos de estos que se han quedado por el
camino y a los que les ha sido vetada la participación en la mieles del triunfo
en el caso de haberlas conseguido, como por ejemplo Artur Mas, apartado a
insistencias de la CUP de la primera línea, aunque sigue desde la segunda línea
teniendo un papel principal, sin el acoso mediático.
Otra víctima, esta a
partir del momento que desde la antigua CDC, hoy llamada PDCAT, se decide no
presentarse a las elecciones convocadas por Rajoy en virtud de la aplicación
del artículo 155,y apoyar una candidatura que el ínclito periodista de la
Vanguardia y tertuliano en Al Rojo Vivo, Enric Juliana, define como legitimista
y que encabeza Puigdemont, es Marta Pascal, una flamante líder de la derecha
nacionalista española, a la que hay que atribuir el gran mérito o quizás mejor
decir valentía de haber cogido el partido en sus horas más bajas, con el lastre
de la corrupción heredada de CDC y el famoso 3%. Marta ha desaparecido de los medios, su
partido el PDCAT, no sale en artículo ninguno, y en la lista que confeccionó
Puigdemont, pocos militantes de este partido figuran. ¿Es que ya lo dan por
perdido y a partir de ahora la derecha nacionalista catalana, no va a contar
con formación política? El tiempo lo dirá.
Dicen los que
entienden, que al estar situado el independentismo en un callejón sin salida,
pues no van a poder seguir con su planteamiento de implementar la República
Catalana, por diversas razones, la primera y principal porqué siguen sin tener
el reconocimiento de ningún país del mundo y la segunda que España, sigue con
la facultad de aplicar de nuevo el artículo 155 de la constitución,
interviniendo la Generalitat, esta vez por un largo periodo, y la tercera que
se arriesgan a una nueva marcha masiva de empresa y un deterioro de la economía
catalana que la va hacer difícilmente recuperable a corto plazo; ante las
elecciones del 21D optaron por apartar al PDCAT de la primera línea política,
guardándolo para cuando la situación se normalice de nuevo y acabando de quemar
a Puigdemont, un líder político amortizado totalmente, al que a pesar de haber
ganado las elecciones, solo le espera permanecer huido, ejerciendo una simbólica
presidencia de la Generalitat, o regresar emprendiendo un largo período de
cárcel.
Con todo me pregunto
estos días, ¿Porqué 940.602 catalanes decidieron votar a un presidente huido y
con pocas posibilidades de asumir de nuevo su cargo? Atendiendo a los escritos
del perspicaz analista Enric Juliana, parece ser que el discurso de la
legitimidad, de la restitución del gobierno depuesto por el 155, ha calado en
muchos de ellos, quizás porque ha despertado
el afán de rebelión de unos ciudadanos que consideran un abuso la
aplicación de la medida constitucional y se les promete que con la fuerza de su
voto, y ganando Puigdemont podrán derogar el artículo 155 además de restituir
el mismo gobierno, con las mismas personas, superando así el golpe del estado
español que los había destituido. Vaya, como si con ello se volviera a la
situación previa a la aplicación del 155.
Si esto es así, se me
ocurre pensar que la derecha nacionalista catalana ha conseguido su objetivo,
engañando de nuevo a la ciudadanía, como se está poniendo de manifiesto estos
días, primero con la imposibilidad de investir presidente a Puigdemont, por no
poder regresar a España sin ser detenido ni nombrar Conseller en Cap (una
suerte de primer ministro), a Oriol Junqueras, que según todo apunta también va
a estar un buen período de tiempo en la cárcel.
Esta posición de
Junts per Catalunya y Esquerra Republicana de Catalunya junto al falso abandono
de la vía unilateral, cuando se condiciona el dialogo a la negociación de la
independencia, sitúa en una frágil posición las opciones de un futuro tranquilo
y de recuperación de la economía catalana, a tan solo 9 días de la constitución
del nuevo parlamento y a 19 de la constitución de un nuevo gobierno de la
Generalitat.
Veremos lo que va a
pasar en estos próximos días, y si Ada Colau y los suyos les garantizan o no la
mayoría absoluta, permitiéndoles seguir con el paripé, o los independentistas
se ven obligados a pedir la renuncia de los fugados a Bruselas y los
encarcelados, estableciendo un gobierno de concentración con todas las fuerzas
con representación en el Parlament,
previa congelación de la reivindicación independentista, que nos permita
además de ahorrarnos el mal trago de unas nuevas elecciones, conseguir el
suficiente período de calma para volver a la situación de normalidad, y la
superación de la profunda división de la sociedad catalana. ¿Aparecerá entonces
Marta Pascal y el PDECAT, en representación de la pequeña y mediana burguesía
de Cataluña?
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