No descubro
nada nuevo si les digo que la humanidad entera anda metida en un tremendo
marasmo, fruto del desmoronamiento de un sistema capitalista que desde su
creación en el siglo XVIII, con altibajos
más o menos regulares ha venido
comandando a la mayoría del género humano.
Victima de
sus propias contradicciones e injusticias, el capitalismo una vez entrado de
lleno en la fase imperialista, como venían señalando los marxistas ortodoxos,
empieza a colapsar al quedarse sin contrincante alguno, después que en los años
90, cayera el muro de Berlín y se pusieran al descubierto las grandes y
pequeñas miserias que se escondían bajo sus alfombras; arrastrando consigo a la
socialdemocracia europea, que fue perdiendo progresivamente su discurso de
transformación social, al no encontrar el sistema de evitar que el verdadero
poder se trasladara de la política al sector financiero privado.
Digo esto
con la sana intención de poner de manifiesto una verdad como un templo, que
deberá ser tenida en cuenta por los dirigentes de la revolución que sin ninguna
duda ha de venir, si en verdad son honrados y pretenden la verdadera
transformación de la sociedad, no engañando a la ciudadanía.
Muy
equivocados andan todos aquellos que piensan que el capitalismo, puede volver a
sus orígenes y a las claves de la explotación del hombre por el hombre, muy
errados van todos los que piensan que volviendo a las soluciones del pasado, es
posible mantener un orden social aceptable, los ciudadanos del siglo XXI,
gracias a los gobiernos socialdemócratas en la Europa posterior a la segunda
guerra mundial, hemos adquirido, el suficiente conocimiento para no dejarnos
engañar por las mismas soluciones que nos han conducido al desastre.
¿Alguien
puede creer que la solución en España pasa por la creación de una nueva burbuja
especulativa, como parece están proponiendo los responsables del gobierno y los
directivos de la gran banca?
Los
españoles estamos seguros de lo que no hay que hacer; de lo que no tenemos
seguridad alguna es de lo que hay que hacer, más que nada porque el partido de
la izquierda moderada y posibilista, anda aún enzarzado en un proceso de
"autoaclarado" interno, que le dificulta su puesta al día y la
adaptación de sus principios fundamentales a la realidad actual. En el momento
de escribir este articulo se está inaugurando la conferencia política del PSOE,
quizás la última oportunidad del socialismo español, antes de los procesos
electorales que se avecinan, de efectuar el imprescindible “aggiornamento”
ideológico, que le permita elaborar un discurso coherente con la realidad del
siglo XXI, aprendiendo de los errores del pasado reciente.
Hace poco he
empezado a releer los discursos y los artículos que escribió Pablo Iglesias,
(cosa que recomiendo encarecidamente a todos los socialistas convencidos),
hecho que me ha permitido valorar en toda su dimensión este gran personaje, en
particular por su gran capacidad y acierto en el análisis de la realidad de su
tiempo, así como en la previsión de su evolución, y la posibilidad de la
intervención de la colectividad para modificar el curso de la historia. Ello me
ha permitido comprender la negatividad de estos que hoy día se consideran
ultraortodoxos del socialismo y que lejos de evolucionar, pretenden, quizás por
miedo al cambio, que la clase obrera es la misma que en el siglo XIX y que el
poder sigue en los propietarios de los medios de producción, cuando todo el
mundo hoy sabe que a partir de la reacción, que no revolución, ultraconservadora
de Ronald Reegan y Margaret Tatcher, reside en un sector financiero,
actualmente totalmente fuera de control.
Cuando Pablo
Iglesias, habla del control de los medios de producción por parte de la clase
obrera, hoy debemos convenir que el control hay que ejercerlo sobre el sector
financiero, con el fin no solo de conseguir el reparto equitativo de la riqueza
generada, si no de poner a las empresas en disposición de generar esta riqueza.
Cuando a
finales del siglo XIX, el proletariado era la clase social explotada,
empobrecida que necesitaba organizarse para luchar contra la clase dominante, a
la que se le podían poner perfectamente cara y ojos, y así sobrevivir, hoy
debemos remitirnos a unas clases medias, pequeños empresarios y profesionales
liberales, además de la clase obrera
como los que sufren dramáticamente en sus propias carnes el despotismo de un
nuevo e indeterminado poder como son los llamados “mercados”.
Si bien el
universo de actuación posible en tiempos de Pablo Iglesias se limitaba al
interior de las fronteras de la nación española y la vocación internacionalista
del socialismo, casi podríamos decir no pasaba de un mero ejercicio ideológico;
hoy ante el fenómeno de la globalización, que las nuevas tecnologías de la
comunicación han permitido, con la consecuente promoción de grandes movimientos
migratorios, hacen del todo imprescindible la afirmación del internacionalismo
izquierdista, que encuentra en el federalismo moderno, su formula práctica de
convivencia de culturas y entidades nacionales distintas, pero con voluntad de
construir un proyecto común.
Hago estas
consideraciones con la intención me sirvan para reflexionar o mejor dicho confirmar,
el principio que encabeza este articulo: El camino del progreso, y la justicia
social siempre se encuentra en lado izquierdo, además de reafirmar que los
principios básicos del socialismo, Libertad, Igualdad y Solidaridad, siguen
siendo permanentes, aunque las estrategias para conseguirlos o defenderlos deban
adaptarse a las circunstancias actuales.
Por otra
parte considero imprescindible, tener la mente abierta de la misma manera que
Pablo Iglesias la tenía, y que huyendo de la ortodoxia y de fundamentalismo
alguno, analizar las circunstancias del
momento social que nos toca vivir, con
el fin de adaptar las estrategias y conseguir un mundo mejor para nuestros
conciudadanos.
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