En otros artículos de este mismo blog, he apuntado mi convencimiento que la salida de la actual crisis económica, pasará ineludiblemente por una revolución cuyos principios fundamentales van a ser la base de una nueva era, donde si todo va bien, la justicia social y el reparto equitativo de la riqueza producida, imperaran sobre el egoísmo y la injusticia en que se han basado las relaciones económico-sociales en el siglo XX.
El avance tecnológico en general, y las comunicaciones en particular, han determinado una nueva forma de organización social, que remueve incluso sus fundamentos más ancestrales, como la familia. Hoy el concepto de familia como unidad básica de la sociedad ha casi desaparecido, después de un largo proceso, en que a partir de la industrialización en el siglo XIX, empezó a perder su capacidad de unidad de producción, y aunque en un principio, entre la clase burguesa se intentara mantener, en base al reparto de poder entre sus miembros; con el invento de la sociedad anónima y la exaltación del individualismo como gran valor, se le asestó el golpe definitivo en esta faceta. Por lo demás, la aceptación social de diversos tipos de familias, mono parentales, entre personas del mismo sexo, etc. y la popularización del rompimiento de la indisolubilidad matrimonial, creando situaciones casi incompatibles con la transmisión no fragmentada de los patrimonios entre padres e hijos, han acabado por extender el certificado de defunción a la familia como célula básica de la sociedad.
La reacción a esta realidad, como puede ser la iglesia católica, que pretende revalorizar la indisolubilidad del matrimonio, anatemizar la contraconcepción, e ilegalizar todo modelo de familia que no sea la unión de un hombre con una mujer; está condenada al fracaso más absoluto, cuestión fácilmente comprobable, cuando vemos día a día, como caen en saco roto todas las advertencias que los clérigos lanzan desde sus púlpitos.
Generalizando podemos intuir, que en el fondo la confrontación, sigue planteada en base a unos conceptos, no inventados ahora, si no que ya aparecieron a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX con la gran revolución industrial, como son el individualismo y el socialismo. El primero que considera a la persona como entidad y el segundo que valoriza la capacidad social del individuo
Hasta hoy y después de períodos virulentos, seguidos por otros de pactos más o menos duraderos, siempre ha acabado imperando el individualismo sobre el socialismo y en particular en los últimos treinta años, cuando el conservadurismo, decidió plantear batalla a una socialdemocracia, que no es otra cosa que materialización del pacto entre individualismo y socialismo que se produjo en Europa después de la II Guerra Mundial.
En estos días, inmersos como estamos en una espantosa crisis económica y de valores, parece que no nos queramos dar cuenta que se trata de las últimas andanadas del individualismo en contra del éxito alcanzado por la socialdemocracia europea, que tuvo su culminación con el establecimiento de la UE y su moneda única; unas andanadas que como nos descuidemos, pueden acabar siendo definitivas, en la destrucción de la única organización democrática, capaz de plantar cara a un poder fáctico nada democrático, como son los grandes especuladores de Wall Street.
Leo con gran preocupación estos días que entre la juventud de los países ricos de la Unión, se está instalando la idea que esta es una carga y que hay que buscar las soluciones a nivel individual antes que colectivamente. La izquierda Europea no debería permitirlo de ninguna de las maneras y debería luchar con todas sus fuerzas por la difusión de la idea contraria, advirtiendo eso si, que despojar del poder real a los especuladores que hoy día lo ostentan no va a ser cosa fácil y que va a exigir enormes sacrificios a toda una generación; pues no en vano va a requerir establecer un nuevo sistema financiero, basado en un control absoluto por parte de los gobiernos democráticamente elegidos, de todo tipo de operación que se efectúe, por pequeña que sea y cobrando altísimos porcentajes en impuestos en los beneficios obtenidos por el simple movimiento de capitales.
Los gobiernos de derechas actualmente en el poder, no parecen estar mucho por la labor, y de hecho podríamos decir que se dedican a entorpecer cualquier atisbo de solución en el sentido que exponía; esta actitud de oposición al cambio, no hace otra cosa que enquistar el problema y provocar que su solución se acabe adoptando por vías traumáticas, como sucedió en el antecedente más cercano en la historia, como fue el crac de 1929 i la II Guerra Mundial, diez años más tarde.
Por favor dejen de oponerse a la revolución!
El avance tecnológico en general, y las comunicaciones en particular, han determinado una nueva forma de organización social, que remueve incluso sus fundamentos más ancestrales, como la familia. Hoy el concepto de familia como unidad básica de la sociedad ha casi desaparecido, después de un largo proceso, en que a partir de la industrialización en el siglo XIX, empezó a perder su capacidad de unidad de producción, y aunque en un principio, entre la clase burguesa se intentara mantener, en base al reparto de poder entre sus miembros; con el invento de la sociedad anónima y la exaltación del individualismo como gran valor, se le asestó el golpe definitivo en esta faceta. Por lo demás, la aceptación social de diversos tipos de familias, mono parentales, entre personas del mismo sexo, etc. y la popularización del rompimiento de la indisolubilidad matrimonial, creando situaciones casi incompatibles con la transmisión no fragmentada de los patrimonios entre padres e hijos, han acabado por extender el certificado de defunción a la familia como célula básica de la sociedad.
La reacción a esta realidad, como puede ser la iglesia católica, que pretende revalorizar la indisolubilidad del matrimonio, anatemizar la contraconcepción, e ilegalizar todo modelo de familia que no sea la unión de un hombre con una mujer; está condenada al fracaso más absoluto, cuestión fácilmente comprobable, cuando vemos día a día, como caen en saco roto todas las advertencias que los clérigos lanzan desde sus púlpitos.
Generalizando podemos intuir, que en el fondo la confrontación, sigue planteada en base a unos conceptos, no inventados ahora, si no que ya aparecieron a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX con la gran revolución industrial, como son el individualismo y el socialismo. El primero que considera a la persona como entidad y el segundo que valoriza la capacidad social del individuo
Hasta hoy y después de períodos virulentos, seguidos por otros de pactos más o menos duraderos, siempre ha acabado imperando el individualismo sobre el socialismo y en particular en los últimos treinta años, cuando el conservadurismo, decidió plantear batalla a una socialdemocracia, que no es otra cosa que materialización del pacto entre individualismo y socialismo que se produjo en Europa después de la II Guerra Mundial.
En estos días, inmersos como estamos en una espantosa crisis económica y de valores, parece que no nos queramos dar cuenta que se trata de las últimas andanadas del individualismo en contra del éxito alcanzado por la socialdemocracia europea, que tuvo su culminación con el establecimiento de la UE y su moneda única; unas andanadas que como nos descuidemos, pueden acabar siendo definitivas, en la destrucción de la única organización democrática, capaz de plantar cara a un poder fáctico nada democrático, como son los grandes especuladores de Wall Street.
Leo con gran preocupación estos días que entre la juventud de los países ricos de la Unión, se está instalando la idea que esta es una carga y que hay que buscar las soluciones a nivel individual antes que colectivamente. La izquierda Europea no debería permitirlo de ninguna de las maneras y debería luchar con todas sus fuerzas por la difusión de la idea contraria, advirtiendo eso si, que despojar del poder real a los especuladores que hoy día lo ostentan no va a ser cosa fácil y que va a exigir enormes sacrificios a toda una generación; pues no en vano va a requerir establecer un nuevo sistema financiero, basado en un control absoluto por parte de los gobiernos democráticamente elegidos, de todo tipo de operación que se efectúe, por pequeña que sea y cobrando altísimos porcentajes en impuestos en los beneficios obtenidos por el simple movimiento de capitales.
Los gobiernos de derechas actualmente en el poder, no parecen estar mucho por la labor, y de hecho podríamos decir que se dedican a entorpecer cualquier atisbo de solución en el sentido que exponía; esta actitud de oposición al cambio, no hace otra cosa que enquistar el problema y provocar que su solución se acabe adoptando por vías traumáticas, como sucedió en el antecedente más cercano en la historia, como fue el crac de 1929 i la II Guerra Mundial, diez años más tarde.
Por favor dejen de oponerse a la revolución!
Cosme, de acuerdo: "siempre ha acabado imperando el individualismo sobre el socialismo y en particular en los últimos treinta años, cuando el conservadurismo, decidió plantear batalla a una socialdemocracia, que no es otra cosa que materialización del pacto entre individualismo y socialismo que se produjo en Europa después de la II Guerra Mundial..." Lo que no esperábamos es que los conservadores contasen con la inestimable colaboración de los pseudosocialdemócratas, en realidad socialliberales que mandan en el el PSC-PSOE y en el gobierno
ResponderEliminarLos socialistas seguimos luchando por lo publico, lo cual ahora exige sacrificios que antes (solo hace una generación en España) no eran necesarios para la gran mayoría. Ahora es imprescindible tener las ideas claras y saber quien defiende lo publico. El riesgo de perderlo es importante como dice Cosme
ResponderEliminarFatima Aburto