Decía Pi Margall a mediados
del siglo XIX que la Revolución es la paz y la Reacción la guerra. Eran tiempos
convulsos, más o menos como los actuales, donde en España y en el mundo se
intentaba evolucionar unas estructuras sociales, periclitadas por las grandes
transformaciones que la llamada revolución industrial en plena efervescencia
inducía.
La democracia entonces,
intentaba abrirse paso en una España de nobles y curas, que se negaba siquiera
a intuir los cambios liberalizadores que en Europa y América se producían
y determinaban una nueva concepción
social del orbe.
La situación de crisis
económica que por entonces se vivía, y estoy hablando de 1854, provocaba en
España insurrecciones en las clases más bajas y pronunciamientos militares de
toda índole, signos evidentes de una revolución que se fraguaba en los
ambientes de la pequeña y mediana burguesía agrícola e industrial, que veía
temerosa la necesidad de un cambio radical para desviar el camino hacia la
ruina más absoluta, que España había emprendido a partir del desmoronamiento
del imperio colonial.
Resulta sorprendente la
clara visión premonitoria de Pi Margall, cuando los acontecimientos históricos
que se sucedieron no hicieron más que confirmar la celebre expresión, por cuanto, a todos los intentos
revolucionarios que se han producido en España desde entonces, siempre les ha
sucedido una contraposición de los elementos reaccionarios en forma violenta
cuyo triunfo ha representado en todos los casos un retroceso social
considerable. Véase en el pasado siglo
XX, dictadura de Primo de Rivera, una guerra civil, seguida de cuarenta años de
autocracia y cuando parece que de forma
totalmente incruenta, se impone el sentido común y con 23 años de gobierno
socialista se empiezan a saborear en España, los frutos de un estado del
bienestar europeo; la excusa de una maldita crisis, sirve de nuevo a la
reacción para hacernos retroceder socialmente 40 años.
Porque amigos no lo duden
ni un momento, los 23 años de gobierno socialista de la mano de Felipe Gonzalez,
fueron los de una auténtica revolución que situó este país en la esfera mundial
de las democracias avanzadas. Ahora hemos vuelto por desgracia a un periodo de
reacción, donde se intentan desmontar los logros revolucionarios, no dudando
para ello en apelar al nacionalismo y el patriotismo, con el fin de enfrentar a
unos con otros por aquello de a río revuelto ganancia de pescadores; aunque
esto coloque al país o incluso al continente al borde de la confrontación
armada.
¿No han oído Vds. estos
días, de boca de los que se llaman expertos, que la situación en España es
parecida a la de los años treinta del pasado siglo XX?
También entonces después de
una revolución pacífica como la que representó la proclamación de la II
Republica española y la puesta al día del estado español en el seno de la
comunidad internacional, por parte de un gobierno de izquierdas. En 1934 la
victoria electoral de las derechas, significó el desmontaje de todos los logros
democráticos conseguidos, creando además un clima de confrontación entre
ciudadanos, que llegó al paroxismo en la nueva convocatoria electoral de 1936
cuando las izquierdas regresan al poder y los poderes fácticos se sublevan,
procurándonos el mayor retroceso histórico que nunca ha tenido este país, por
un negro período de 40 años.
¿Vamos a permitir que
nuevamente nos desmonten los logros sociales conseguidos en los años de
gobierno socialista? ¿Seremos capaces los españoles de regresar al periodo
revolucionario, que ha significado la paz, y el progreso, sacudiéndonos de
encima, la reacción en la que estamos inmersos? ¿O lamentablemente nos
deslizaremos por la pendiente reaccionaria que nos ha de conducir a un seguro
enfrentamiento?
No hay comentarios:
Publicar un comentario