Que el mundo ha cambiado en los últimos cien años, es una verdad del todo incontestable y que la situación de la clase trabajadora, es hoy en el sector llamado occidental, mucho mejor que en 1911 tampoco tiene vuelta de hoja; sin embargo y en estos albores del siglo XXI, en el viejo continente empezamos a intuir que algo debemos haber hecho mal, cuando resulta que se ha profundizado enormemente el abismo entre clases sociales.
Seguro que algo está fallando cuando vemos a unos gobernantes armados de grandes tijeras, dispuestos a recortar unas políticas y servicios sociales, que con muy buen criterio se han venido a llamar estado del bienestar, con el argumento que resultan del todo insostenibles; mientras que a la par, la revista norteamericana Forbes, nos anuncia a bombo y platillo que nuestro Don Amancio, el de Zara, ha aumentado en el último año extraordinariamente su patrimonio, (creo que está por los 30.000 millones euros), escalando posiciones hasta llegar al número 7 mundial, en un año donde la crisis económica, incrementa de manera alarmante el índice de personas en riesgo de exclusión social.
Con todo y de manera que se me hace a mi incomprensible, la derecha y la extrema derecha dominan por completo en los democráticos países de la Unión Europea, incluso en España donde aún con un titular de la socialdemocracia en el palacio de la Moncloa, todas las encuestas auguran que dentro de un año el cambio va a ser del todo radical hacia la derecha, quizás la más cavernícola del continente, como la que representa el Partido Popular.
Algunos expertos consideran que es solo en los momentos de gran necesidad colectiva, que los ciudadanos son capaces de unirse y conjuntar esfuerzos en pro de su progreso; pero a partir del punto en que empieza a levantar cabeza, se apodera de ellos una especie de afán depredador, que les lanza a buscar su propio beneficio aunque sea a costa de todos los demás. Quizás tengan razón y más si recordamos que la socialdemocracia se impone en la Europa devastada de los años 40 del pasado siglo, recién acabada la segunda guerra mundial.
80 años después del gran crack de 1929, que de hecho vino a significar el colapso del sistema liberal puro, sin control de ninguna clase y regido solamente por la implacable ley del mercado de la oferta y la demanda, y como fatal consecuencia, la conflagración mundial que acabó con millones de muertos; parece como si una espesa niebla impida a la humanidad recordar aquellos valores de la solidaridad y el esfuerzo colectivo, que al fin y al cabo son los que nos hicieron avanzar por la sendas del progreso.
Unos medios de comunicación en manos de la derecha extrema, son a mí entender unos de los grandes responsables de esta espesa niebla que no permite a muchos jóvenes de hoy ver más allá de sus propias narices. Unos medios y una educación, donde se encumbra a los triunfadores, no por los méritos aportados a la colectividad, si no por su progreso económico personal, independientemente que en muchas ocasiones se haya conseguido en base a despojar a los débiles de sus imprescindibles recursos.
Dicen que la Izquierda Europea, perdió el norte después de la caída del muro de Berlín en los años 90 del pasado siglo, aunque yo creo y estoy muy convencido de ello, que a la izquierda europea, el retroceso le vino por no haber analizado correctamente la realidad de las clases trabajadoras, y el no haber sabido hacer frente, quizás por falta de recursos, o por no haber tenido líderes que estuvieran a la altura, a la terrible ofensiva conservadora que a partir de Ronald Reegan y Margaret Tatcher, los más poderosos del mundo lanzaron contra el socialismo y la socialdemocracia en todo el orbe planetario.
Un atisbo de esperanza, se ha abierto estos últimos días, en la gran locomotora Europea, como es Alemania, donde el partido Socialdemócrata ha dado un vuelco impresionante en las elecciones del Land de Hamburgo, que muchos interpretan como el agotamiento del pueblo alemán ante las políticas neoliberales de la líder de la CDU. Ojala sea el despertar de una nueva izquierda en el viejo continente, una nueva izquierda que partiendo de la realidad actual sea capaz de volver a los valores tradicionales del socialismo como la solidaridad y el trabajo en común, con un reparto equitativo de la riqueza, el único sistema que nos puede garantizar una salida justa y razonable de la actual crisis económica, garantizando un futuro de prosperidad.
Seguro que algo está fallando cuando vemos a unos gobernantes armados de grandes tijeras, dispuestos a recortar unas políticas y servicios sociales, que con muy buen criterio se han venido a llamar estado del bienestar, con el argumento que resultan del todo insostenibles; mientras que a la par, la revista norteamericana Forbes, nos anuncia a bombo y platillo que nuestro Don Amancio, el de Zara, ha aumentado en el último año extraordinariamente su patrimonio, (creo que está por los 30.000 millones euros), escalando posiciones hasta llegar al número 7 mundial, en un año donde la crisis económica, incrementa de manera alarmante el índice de personas en riesgo de exclusión social.
Con todo y de manera que se me hace a mi incomprensible, la derecha y la extrema derecha dominan por completo en los democráticos países de la Unión Europea, incluso en España donde aún con un titular de la socialdemocracia en el palacio de la Moncloa, todas las encuestas auguran que dentro de un año el cambio va a ser del todo radical hacia la derecha, quizás la más cavernícola del continente, como la que representa el Partido Popular.
Algunos expertos consideran que es solo en los momentos de gran necesidad colectiva, que los ciudadanos son capaces de unirse y conjuntar esfuerzos en pro de su progreso; pero a partir del punto en que empieza a levantar cabeza, se apodera de ellos una especie de afán depredador, que les lanza a buscar su propio beneficio aunque sea a costa de todos los demás. Quizás tengan razón y más si recordamos que la socialdemocracia se impone en la Europa devastada de los años 40 del pasado siglo, recién acabada la segunda guerra mundial.
80 años después del gran crack de 1929, que de hecho vino a significar el colapso del sistema liberal puro, sin control de ninguna clase y regido solamente por la implacable ley del mercado de la oferta y la demanda, y como fatal consecuencia, la conflagración mundial que acabó con millones de muertos; parece como si una espesa niebla impida a la humanidad recordar aquellos valores de la solidaridad y el esfuerzo colectivo, que al fin y al cabo son los que nos hicieron avanzar por la sendas del progreso.
Unos medios de comunicación en manos de la derecha extrema, son a mí entender unos de los grandes responsables de esta espesa niebla que no permite a muchos jóvenes de hoy ver más allá de sus propias narices. Unos medios y una educación, donde se encumbra a los triunfadores, no por los méritos aportados a la colectividad, si no por su progreso económico personal, independientemente que en muchas ocasiones se haya conseguido en base a despojar a los débiles de sus imprescindibles recursos.
Dicen que la Izquierda Europea, perdió el norte después de la caída del muro de Berlín en los años 90 del pasado siglo, aunque yo creo y estoy muy convencido de ello, que a la izquierda europea, el retroceso le vino por no haber analizado correctamente la realidad de las clases trabajadoras, y el no haber sabido hacer frente, quizás por falta de recursos, o por no haber tenido líderes que estuvieran a la altura, a la terrible ofensiva conservadora que a partir de Ronald Reegan y Margaret Tatcher, los más poderosos del mundo lanzaron contra el socialismo y la socialdemocracia en todo el orbe planetario.
Un atisbo de esperanza, se ha abierto estos últimos días, en la gran locomotora Europea, como es Alemania, donde el partido Socialdemócrata ha dado un vuelco impresionante en las elecciones del Land de Hamburgo, que muchos interpretan como el agotamiento del pueblo alemán ante las políticas neoliberales de la líder de la CDU. Ojala sea el despertar de una nueva izquierda en el viejo continente, una nueva izquierda que partiendo de la realidad actual sea capaz de volver a los valores tradicionales del socialismo como la solidaridad y el trabajo en común, con un reparto equitativo de la riqueza, el único sistema que nos puede garantizar una salida justa y razonable de la actual crisis económica, garantizando un futuro de prosperidad.
¡Me habías asustado con el título, Cosme! Después de leerte, está claro que lo que está en declive no es la izquierda, sino una forma de hacer política en nombre de la izquierda que cada vez se parece más a la que hace la derecha. La izquierda está más viva que nunca, a la espera de que acabemos de organizarnos de otra manera, y en ello estamos! Salut ;)
ResponderEliminar