Entrando en la recta final del mes vacacional por excelencia, y cuando todos nos colocamos la pilas, convenientemente recargadas, a fin de reincorporarnos a nuestras personales rutinas, pienso es un buen momento para analizar los próximos eventos políticos de nuestro país; y sin ningún lugar a dudas, uno de los principales va a ser la convocatoria en Cataluña, de las elecciones a su parlamento autonómico.
La sentencia del tribunal Constitucional, sobre el nuevo Estatuto de Autonomía, como consecuencia del recurso presentado por el Partido Popular, ha repercutido, no solamente en el mapa político catalàn, si no en todo el conjunto de España, pues se quiera entender o no, ha significado una nueva interpretación altamente restrictiva de la constitución de 1978, y del estado de las autonomías que de ella se derivó.
La visión del estado español que emana de esta sentencia, es que las autonomías carecen de poder político, relegándolas a un mero órgano administrador estatal descentralizado, algo muy lejos del espíritu que animó a los parlamentarios promotores de la constitución, y al pueblo español que mayoritariamente la refrendó en las urnas. No debemos olvidar que entonces, los representantes del nacionalismo español por excelencia, Alianza Popular, el antecesor directo del actual PP, en el parlamento constitucional, votaron en contra de la nueva carta magna, al unísono con los nacionalistas vascos, y catalanes de CiU, aunque estos votando a favor lo hicieron a regañadientes, pienso que lo único que impulsó el voto favorable de CiU, fue el hecho que un destacado miembro suyo, Miquel Roca Junyent había sido miembro de la ponencia.
Es bien sabido, que los nacionalismos de uno u otro signo, son totalmente contrarios a un estado federal, de hecho la solución más positiva en un estado diverso como es España, pues al menos a mi no se me ocurre ninguna otra fórmula, donde puedan convivir culturas diferentes, donde todas sean respetadas, sin imposiciones de una sobre otra y donde la diversidad sea considerada verdaderamente como una riqueza y no como un problema. El nacionalismo, como ideología sin embargo, basa la convivencia en la imposición de una cultura dominante sobre todas las demás, dejando a las minoritarias, como un mero folclore, acuérdense amigos que el dictador Franco, siempre aseguró a la sociedad catalana, que no impediría que se hablara catalán en las casa particulares y la sección de coros y danzas de la sección femenina de Falange Española, incorporaba sardanas y danzas populares catalanas en su repertorio. Los nacionalistas bascos, catalanes, gallegos, andaluces, etc. no solamente como reacción a lo anteriormente expuesto, si no respondiendo a una llamada, podríamos decir atávica, buscan desesperadamente afirmar su identidad, y acaban proclamando la necesidad de independizarse, para no ser absorbidos por una cultura que al menos en número les resulta muy superior.
Por todo ello, el panorama actual en la sociedad catalana, es de un cierto hartazgo, de tener que luchar día a día por un reconocimiento que sistemáticamente les es negado, por un autogobierno, que si bien reconocido por una constitución le es sistemáticamente condicionado desde la visión estrecha y decimonónica de un caduco nacionalismo españolista. Como exteriorización de este hartazgo, una parte de la ciudadanía se ha pasado a las posiciones independentistas, otra al grupo de desencantados, que optará por la abstención o el voto en blanco en la próxima convocatoria, circunstancia que históricamente ha comportado el triunfo de CiU, y así lo pronostican las últimas encuestas.
Un triunfo convergente en Cataluña, no es más que el preludio del triunfo del PP en las elecciones españolas, pues es bien sabido que esta formación se siente mucho más cómoda, con un gobierno afín ideológicamente hablando en la Moncloa; un gobierno que retire las ley del aborto, que imponga la regresividad del estado del bienestar, y que les deje recoger de vez en cuando alguna migaja que conveniente magnificada, les permita seguir con el engaño a todos los catalanes, manteniéndose sumergidos en un victimismo patético.
Un triunfo convergente, significará volver al oscurantismo que ha permitido, casos como los de Millet y Montull, a cobrar porcentajes por las obras públicas, a ejecutar proyectos que quedan obsoletos a los pocos días de la inauguración, como el famoso eje transversal, que hay que desdoblar con urgencia, o el eje del Llobregat, que veinte años después de su inauguración aún sigue en obras; y todo ello aderezado con una cantinela independentista de todos los grupúsculos de esta sensibilidad, con Laporta a la cabeza y la indefinición permanente de los Convergentes para arañar votos en uno y otro lado.
Desolador, francamente el panorama, desolador
La sentencia del tribunal Constitucional, sobre el nuevo Estatuto de Autonomía, como consecuencia del recurso presentado por el Partido Popular, ha repercutido, no solamente en el mapa político catalàn, si no en todo el conjunto de España, pues se quiera entender o no, ha significado una nueva interpretación altamente restrictiva de la constitución de 1978, y del estado de las autonomías que de ella se derivó.
La visión del estado español que emana de esta sentencia, es que las autonomías carecen de poder político, relegándolas a un mero órgano administrador estatal descentralizado, algo muy lejos del espíritu que animó a los parlamentarios promotores de la constitución, y al pueblo español que mayoritariamente la refrendó en las urnas. No debemos olvidar que entonces, los representantes del nacionalismo español por excelencia, Alianza Popular, el antecesor directo del actual PP, en el parlamento constitucional, votaron en contra de la nueva carta magna, al unísono con los nacionalistas vascos, y catalanes de CiU, aunque estos votando a favor lo hicieron a regañadientes, pienso que lo único que impulsó el voto favorable de CiU, fue el hecho que un destacado miembro suyo, Miquel Roca Junyent había sido miembro de la ponencia.
Es bien sabido, que los nacionalismos de uno u otro signo, son totalmente contrarios a un estado federal, de hecho la solución más positiva en un estado diverso como es España, pues al menos a mi no se me ocurre ninguna otra fórmula, donde puedan convivir culturas diferentes, donde todas sean respetadas, sin imposiciones de una sobre otra y donde la diversidad sea considerada verdaderamente como una riqueza y no como un problema. El nacionalismo, como ideología sin embargo, basa la convivencia en la imposición de una cultura dominante sobre todas las demás, dejando a las minoritarias, como un mero folclore, acuérdense amigos que el dictador Franco, siempre aseguró a la sociedad catalana, que no impediría que se hablara catalán en las casa particulares y la sección de coros y danzas de la sección femenina de Falange Española, incorporaba sardanas y danzas populares catalanas en su repertorio. Los nacionalistas bascos, catalanes, gallegos, andaluces, etc. no solamente como reacción a lo anteriormente expuesto, si no respondiendo a una llamada, podríamos decir atávica, buscan desesperadamente afirmar su identidad, y acaban proclamando la necesidad de independizarse, para no ser absorbidos por una cultura que al menos en número les resulta muy superior.
Por todo ello, el panorama actual en la sociedad catalana, es de un cierto hartazgo, de tener que luchar día a día por un reconocimiento que sistemáticamente les es negado, por un autogobierno, que si bien reconocido por una constitución le es sistemáticamente condicionado desde la visión estrecha y decimonónica de un caduco nacionalismo españolista. Como exteriorización de este hartazgo, una parte de la ciudadanía se ha pasado a las posiciones independentistas, otra al grupo de desencantados, que optará por la abstención o el voto en blanco en la próxima convocatoria, circunstancia que históricamente ha comportado el triunfo de CiU, y así lo pronostican las últimas encuestas.
Un triunfo convergente en Cataluña, no es más que el preludio del triunfo del PP en las elecciones españolas, pues es bien sabido que esta formación se siente mucho más cómoda, con un gobierno afín ideológicamente hablando en la Moncloa; un gobierno que retire las ley del aborto, que imponga la regresividad del estado del bienestar, y que les deje recoger de vez en cuando alguna migaja que conveniente magnificada, les permita seguir con el engaño a todos los catalanes, manteniéndose sumergidos en un victimismo patético.
Un triunfo convergente, significará volver al oscurantismo que ha permitido, casos como los de Millet y Montull, a cobrar porcentajes por las obras públicas, a ejecutar proyectos que quedan obsoletos a los pocos días de la inauguración, como el famoso eje transversal, que hay que desdoblar con urgencia, o el eje del Llobregat, que veinte años después de su inauguración aún sigue en obras; y todo ello aderezado con una cantinela independentista de todos los grupúsculos de esta sensibilidad, con Laporta a la cabeza y la indefinición permanente de los Convergentes para arañar votos en uno y otro lado.
Desolador, francamente el panorama, desolador
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