Aunque los nacionalistas españoles por excelencia, nos digan que la nación
española se remonta a la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y los
más recalcitrantes se remonten al encuentro entre iberos y celtas, en la meseta
central de la península ibérica; los expertos aseguran que no es hasta finales
del siglo XVIII, y principios del XIX, cuando como consecuencia de la
industrialización de la economía, se opta por una nueva estructura territorial
en el mundo, basada en lo que venimos llamando el estado nación, que permitía
regular mediante pactos entre las élites, el comercio y las relaciones entre
ellos.
No es hasta la segunda mitad del siglo XIX que el concepto democracia, se
generaliza en el mundo occidental y los derechos humanos empiezan a tener carta
de naturaleza en la organización social.
Acabando la II Guerra Mundial y con los acuerdos Bretton Woods, en 1944
por los que se crea el Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional, como mecanismos reguladores de las relaciones
económicas internacionales y canalizadores de la solidaridad de los más fuertes
hacia los más débiles evitando así las enormes desigualdades, que habían
conducido a los desastres de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945, se consigue ligar el
estado nación con la democracia, hasta el punto que con el paso del tiempo no
se ha considerado un estado nación con pleno reconocimiento internacional, si
no contaba con un régimen democrático en su gobernanza.
En España todo este proceso nos llegó mucho más tarde y no es hasta 1978 en
que se nos considera, a nivel internacional, plenamente un estado de derecho,
aunque gracias al empuje y a la especial idiosincrasia de los españoles que se
recupera el tiempo perdido en apenas 40 años. Porqué aunque las cortes en
Cádiz, proclamasen la primera constitución liberal, en 1812 las veleidades
absolutistas del monarca Fernando VII, y el conservadurismo de una influyente
iglesia católica no permitieron que la
democracia se consolidara de forma estable. El desastroso reinado de Isabel II,
donde la corrupción llegó a límites nunca vistos, y la inestabilidad después de
su destronamiento, con el breve reinado de Amadeo de Saboya y de la efímera 1ª Republica
Española, no consiguieron que la democracia se asentara y se ligara para
siempre al concepto de nación española. En el período llamado de la
restauración, tampoco la democracia en España fue ejemplar, pues, el caciquismo
que comportó la alternancia en el poder de dos grandes partidos, el Liberal y
el Conservador, con la corrupción que llevó asociada y la poca visión de los
nuevos tiempos que se acercaban con la irrupción de nuevas fuerzas de carácter
revolucionario, defendiendo los derechos de la nueva clase social, el
proletariado, desembocó en la dictadura de Primo de Rivera, que a su vez llevó
a la II de República, abortada por el golpe de estado de 1936 y la consecuente
guerra civil que abrió paso a la dictadura de Franco.
Las nuevas tecnologías, y el avance de la sociedad en general en todo el
mundo civilizado, trae consigo la introducción de un nuevo elemento llamado
globalización, que viene a desbaratar por completo el orden hasta ahora
establecido con los antes mencionados acuerdos de Bretton Woods Pues ya no es posible afrontar desde un prisma
de estado nación una serie de problemas planteados, como el cambio climático o
la desigualdad creciente entre norte y sur, y muchos otros, pues hay que
afrontarlos desde un punto de vista planetario si en verdad se pretende
solventar. Porqué amigos es indudable que la globalización ha venido para
quedarse.
Ello nos induce a plantear la necesidad de una nueva organización
territorial que supera las limitaciones del viejo estado nación, con la creación
de estructuras supranacionales, como debería ser la Unión Europea, en
detrimento claro está del poder y soberanía del que hasta hoy han gozado los
estados nación; con capacidad para competir o acordar directamente con las
grandes estructuras como los USA, China, etc. y capaz de frenar las ambiciones
desmedidas de las granses corporaciones; ello va a conllevar además un nuevo
tipo de relaciones internacionales que superan con creces la capacidad de los
acuerdo Bretton Woods y un sistema de gobierno capaz de gestionar una nueva
realidad donde la diversidad, cultural, religiosa, e incluso de raza, etc. Si
como sería lógico, queremos que estas nuevas estructuras, se rijan desde los
principios de la democracia, solo existe un camino, el de la estructura
federal, el único sistema que se demostrado capaz de gestionar con eficacia la
diversidad dentro de la igualdad de derechos.
Todo lo que no sea este
camino, nos va a conducir a un dominio de las grandes élites mundiales sobre la
mayoría de ciudadanos, o sea y dicho con palabras bien claras a la dictadura de
unos pocos sobre las grandes mayorías, esto que algunos expertos vienen a
llamar la dictadura de los mercados.
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