Los que siguen
habitualmente mis escritos, ya saben que considero el nacionalismo como una
teoría caduca, que si bien en el pasado siglo XIX, sirvió como base de la
organización territorial a la Revolución Industrial, permitiendo que esta se
desarrollase hasta su punto más álgido; hoy, cuando la sociedad ha iniciado una
nueva Revolución, la que se denomina Digital, demanda nuevas formas de
organización, que no pueden tener satisfacción desde el nacionalismo, si
no que requieren de otras formas, que permitan profundizar en la
democracia y permitir una participación de los ciudadanos, mucho más efectiva
que la de votar simplemente cada cuatro años.
Es aquí donde entra
en acción el Federalismo, un concepto que durante el siglo XX, ha ido
evolucionando desde los principios anarquistas
donde nació en el XIX, hacía fórmulas prácticas que casan perfectamente
con los principios básicos del socialismo democrático, que día a día está
adquiriendo carta de naturaleza en el convulso mundo actual, como la gran
solución a los graves problemas de crisis económica y de valores a los que nos
enfrentamos.
Sin embargo, la idea
nacionalista, muy arraigada en nuestra sociedad en particular desde 1914 cuando
la burguesía planetaria decidió resolver una crisis sistémica del capitalismo,
en base a una gran confrontación armada; proclamando el patriotismo como el
máximo exponente del valor humano, mandando a miles de jóvenes y no tan jóvenes
a una muerte segura en las trincheras, que en suelo europeo se excavaron con
prontitud y no dudando en asesinar a aquellos socialistas que alzaban su voz en
contra de tamaña barbaridad, como fue el caso de Jean Jaurés.
Hoy, cuando una nueva
crisis sistémica, azota con crueldad a los más débiles de la escala social y de
nuevo la clase de los privilegiados, resistiéndose a reconocer sus errores,
pelea con distintas artimañas en defensa de su estatus, renaciendo en Europa el
viejo discurso nacionalista, que pide el cierre de fronteras, como
autoprotección frente a un problema con los refugiados siros, afganos, etc. que
el propio sistema ha creado, y no sabe cómo resolver de forma adecuada y justa,
el socialismo democrático, sufre en sus carnes de nuevo la división entre
aquellos que abandonado el internacionalismo que les es propio, se refugian en
el pensamiento nacionalista, no dudando incluso en tener la desfachatez, de
promover alianzas entre socialistas y nacionalistas de la derecha más rancia.
En verdad les digo
amigos, que sin presumir de claridad de ideas, si debo decirles que me siento
altamente indignado, cuando oigo las manifestaciones de algunos líderes
socialistas españoles de la vieja escuela, como Felipe González, abogando
porque el PSOE se abstenga y permita un gobierno del Partido Popular
encabezado por Mariano Rajoy, u otros que parecen renacidos zombies como
Barrionuevo o Leguina, en el mismo sentido. O incluso a los del nuevo cuño como
la joven presidenta de la Comunidad Autonoma andaluza, a la que le oigo
demasiadas veces pronunciar la expresión “Unidad de España”, que me retrotrae a
mi juventud, en los tiempos de la ultranacionalista dictadura de Franco, cuando
esta expresión formaba parte de la cotidianidad. En cuanto a esto, agradezco a Pedro Sánchez,
la utilización de la expresión “Integridad de España”, que sin las
connotaciones anteriormente expuestas, expresa mucho mejor el pensamiento que
en este sentido compartimos la gran mayoría de los socialistas españoles.
Creo que en beneficio
de todos, sería altamente conveniente que el PSOE se sacudiese de encima el
nacionalismo que parece, algunos de sus miembros siguen teniendo demasiado
interiorizado, del mismo modo que el PSC en Cataluña ha sabido hacerlo aún a
costa de sufrir traumáticas escisiones de las que empieza a recuperarse, y
debería hacerlo, porqué en un mundo globalizado, si pretendemos siga siendo
democrático, solo es posible en base a una organización puramente federal, de
gobiernos multinivel con competencias exclusivas y claramente definidas.
Recuerden amigos el
trilema de Rodrik donde claramente se percibe, como el mantenimiento del Estado
Nación, y la Globalización tiene como consecuencia la pérdida de la Democracia,
pues tiene como base una situación de tipo imperialista, o la denominada
dictadura de los mercados O que el mantenimiento de la situación del pasado
siglo XX, después de la segunda guerra mundial de compatibilizar la Democracia
con el Estado Nación, imposibilita de
todas maneras la Globalización, como se fijó en los acuerdo Bretton Woods, en
1944 y que permitieron, la recuperación europea, en base al predominio de una
potencia en el mundo llamado occidental como los EEUU, (la moneda de referencia
en el mundo occidental fue desde entonces el dólar).
Hoy, cuando se apuesta
por un mundo multipolar, cuando la globalización es un hecho y empezamos a ver
como imprescindible, organizarnos en entes supraestatales como la UE, con el
fin de repartir mejor la riqueza generada y evitar el dominio de potencia
alguna. O sea mantener la democracia en una economía globalizada, nos
encontramos que solo las estructura federales con los gobiernos multinivel, o
sea en detraimiento y menos empoderamiento del estado nación, es la única forma
en que podremos lograrlo, siendo el único camino a un futuro más justo
socialmente hablando.
Por todo lo expuesto
hasta aquí, y otras experiencias históricas que no explico a fin de no hacer
demasiado farragoso este apunte, cabe deducir lo que se refleja en el título de
este artículo, la total y absoluta incompatibilidad del nacionalismo con el
socialismo, por lo que ojo al parche, Susana Díaz, Felipe González y compañía.
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