Es la pregunta que me
sigo haciendo todos los días, cuando veo en los máximos dirigentes actuales un
regreso a las posiciones de nacionalismo a ultranza por parte de la derecha
dominante y un, digamos poco entusiasmo, en las posiciones federalistas por
parte de una socialdemocracia, que parece no encontrar su camino ni proyección
en un futuro inmediato.
La caída del muro de
Berlín en 1989, y la finalización de la Guerra Fría, por el hundimiento de la
potencia que representaba la URSS, abrió el camino a una época de unipolaridad
en el Mundo, donde los EEUU, representaban un único poder dominante en el
concierto de naciones, en base no solo a un poderío económico si no a una
supremacía incontestable de su fuerza militar. Así el gendarme del mundo, se
permitió el lujo de invadir países, como Afganistán e Irak, en pro de una lucha
por la libertad, y en defensa de sus intereses económico relacionados
principalmente por mantener su monopolio en el mercado mundial de petróleo.
Sin embargo, el
fracaso en una y otra contiendas, además de provocar con su liberalismo a
ultranza una crisis del sistema de incalculables proporciones, ha hecho
considerar a muchos pensadores actuales, la gran equivocación que representa
dejar en unas solas manos el poder real en el mundo, apostando no por una
bipolaridad enfrentada como fue el siglo XX, si no por una multipolaridad, que
a tres o a cuatro, obligue a pactar entre superpotencias para solucionar los
conflictos.
China a la cabeza de
los países llamados emergentes está deviniendo una fuerza de hecho en el
panorama internacional, Los EEUU, por descontado, Rusia con su influencia en
países del mundo árabe, podría ser también otro polo y según pensaron los
padres de la UE, al final de la segunda guerra Mundial, Europa el cuarto polo.
Pero claro, una
negociación siempre significa cesión, por cada una de las partes, y si además
tenemos en cuenta que buena parte de las llamadas oligarquías del planeta,
siguen apostando por el viejo capitalismo salvaje que ya nos condujo a dos
guerras mundiales en el pasado siglo XX, y por el injusto sistema de la
explotación de unas mayorías por parte de una pocas élites, nos encontramos con
las gran contradicción de intuir una solución justa, y sin embargo ver como las
circunstancias y las decisiones que se adoptan por parte de nuestros
representantes, van en sentido totalmente contrario.
Es así como se
intenta resucitar y poner de nuevo al frente la vieja teoría nacionalista, para
dividir e impedir, por ejemplo, que la UE devenga una súper estructura federal,
con el fin de mantener muy baja la capacidad de competencia frente a otras
grandes estructuras como los EEEUU, Rusia, China etc. La antigua URSS, se
desmanteló también desde la base nacionalista, apartando a un Mihail Gorbatxov,
que intentaba preservar la unidad, hasta entonces mantenida por el sometimiento
de la dictadura comunista, en base a un proceso democratizador y federal,
substituyéndolo por un ultranacionalista como Boris Ieltsin. También se han
pervertido las ansias de libertad en el mundo árabe, cuando el fenómeno
denominado “primavera árabe”, se ha gestionado tan mal por parte del llamado
mundo libre, que el resultado no puede ser más desolador, con un reguero de estados
fallidos, en buena parte de África, para beneficio de unos cuantos aprovechados
que siguen explotando sin consideración ninguna para los africanos, sus
recursos naturales más preciados, petróleo, minerales de alto valor, etc.etc.
Nuestra forma de
pensar debe cambiar, debemos sacudirnos de encima el lastre nacionalista, para
abrir un futuro lleno de esperanza, debemos regresar a la idea de colaboración
en lugar de la competitividad entre nosotros, para conseguir el éxito; debemos
regresar a los grandes valores humanistas de libertad, igualdad y solidaridad
como base principal de nuestro pensamiento, con el fin de transformar la
injusta sociedad actual, y legar a nuestros descendientes un mundo mucho mejor
del que hemos conocido.
Europa podía ser el
ejemplo de convivencia y progreso a través de la unión de culturas y realidades
muy diferentes y de hecho el camino estaba emprendido; sin embargo, alguien se
dedicó desde unos años a esta parte a reintroducir el gusanillo nacionalista y
hoy nos encontramos con que desde los países del norte se acusa de vagos y
malgastadores a los del sur, que en lugar de tender a buscar la igualdad y la
solidaridad con los más débiles, se incrementan todos los mecanismos que
provocan la desigualdad más creciente y la sensación en los países del sur de
ser explotados por los del norte. Mientras gracias a las políticas de
austeridad, y de recortes en los derechos sociales en todo el continente, están
proliferando los movimientos populistas de derecha en el norte y de izquierda
en el sur, con un denominador común ambos, como es el anti europeísmo.
Hoy se habla de
expulsar a Grecia de la Zona Euro y de la UE, o bien en Gran Bretaña, el
partido aerófobo UKIP, nos llega a decir que el progreso pasa por la salida de
la UE; la marcha de cualquiera de los dos países, significaría con toda
seguridad el fin del proyecto y la victoria de los que con tanto ahínco han
luchado, para que la Unión en Europa no fuera una realidad, para defender sus mezquinos
intereses y privilegios.
No se pueden poner
palos en las ruedas del progreso y estoy más que convencido que a la larga
vamos a superar todas las dificultades y la Europa Federal verá la luz, sin
embargo, si atendemos solamente a lo que hoy se nos presenta, resulta del todo
lógico que no veamos llevar la dirección adecuada y que nos preguntemos si el
proyecto sigue valiendo la pena, o quizás sería mejor olvidarlo, aunque la
alternativa sea el nacionalismo disgregador a ultranza, preocupándose cada uno
por lo suyo y mirando de explotar al otro; cuestión que ya en 1914 nos condujo
al desastre más absoluto con dos devastadoras guerras mundiales.
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