En verdad amigos les
digo, que si hace 30 años, en los albores de la democracia recuperada alguien
me hubiera dicho que llegaríamos a normalizar el tancredismo como fórmula
política de gobernar nuestro país hubiera tratado de loco a quien tal
pronóstico planteara, y sin embargo hoy me encuentro en España, con un
presidente que se limita a ponerse totalmente inmóvil mientras el morlaco de
los problemas, embiste a uno y a otro destrozando el país entero sin que nadie
apunte siquiera la más mínima solución.
La corrupción que
está cercando al Partido Popular por sus cuatro costados, no merece otro
comentario del presidente y su equipo de gobierno que rebuscar en las filas de
la oposición y sus hasta ayer tradicionales aliados de CiU, toda la porquería
que puede en una especie de “y tu más” que acaba por degradar la imagen pública
de las instituciones democráticas de nuestro país.
Instituciones que por
otro lado, también han visto deteriorar su prestigio y neutralidad, cuando por
parte del Partido Popular se han impuesto sus altos cargos la condición de
militantes o gente de reconocida afinidad a la derecha conservadora española.
Como es el caso del Tribunal Constitucional.
Tampoco se decide
mover un músculo Don Mariano, cuando el Tribunal Supremo y el Poder Judicial,
toma decisiones a todas luces injustas, apartando jueces que haciendo gala de
neutralidad han osado, investigar con cierta celeridad casos de corrupción como
el Gürtel o el fraude de Caja Madrid, cuando esto afecta a personajes
relevantes relacionados con la cúpula del Partido Popular.
Impertérrito el
presidente soporta, quizás por la confianza que le da el apoyo de la judicatura
a su formación, graves acusaciones contra su persona de haber cobrado sobresueldos
no declarados a la hacienda pública, por valor de 1,5 millones de euros, en los
últimos años de su carrera política.
Soporta también sin
tomar medida alguna, la funesta gestión de sus ministros y cargos de gobiernos
autonómicos de su propio partido, como el reciente del Ébola, donde hoy nadie
comprende que Ana Mato ministra de Sanidad y Javier Rodriguez Consejero de
Sanidad de la CA de Madrid, sigan en sus puestos después de haber fracasado
rotundamente en su gestión.
Su irresponsable
actitud ante un problema de secesión territorial como el que se plantea en
Cataluña, es quizás donde más se ha puesto de relieve la vocación de Don
Tancredo de Mariano Rajoy, pues cree que escondido tras un burladero de papel,
espera que el toro mire hacia el lado de la justicia, cuando la verdadera
solución todo el mundo sabe que se encuentra en la política. Tan seguro se
encuentra detrás del débil burladero que incluso pretende que el TC impugne un
referendo que no es tal, sino una especie de manifestación, o concentración,
que ni los propios convocantes le dan otro valor que él de una encuesta,
pensando que así conseguirá despistar al astado, cuando lo que en realidad
conseguirá es que este le pille de lleno.
La tardanza en
reaccionar frente a los casos de corrupción que afectan a los más destacados
dirigentes del PP, frente a la diligencia que Pedro Sánchez emplea con los
suyos, está logrando lo que parecía imposible hace tan solo unos meses y es que
los ciudadanos le pierdan todo el respeto y la credibilidad, considerándolo el
peor gobernante español de la recuperada democracia. No salvándole ni tan solo,
unos cuantos datos macroeconómicos favorables, pues el 90% de los electores
tienen serias sospechas que hayan sido manipulados.
En la Plaza ya ha
sonado el clarín y el espectáculo de Don Tancredo toca a su fin, las últimas
encuestas, relegan al PP a la tercera posición en unas elecciones generales y
ya empiezan a escucharse en el partido de la derecha española, voces pidiendo
la cabeza de Mariano y el fin del tancredismo que amenaza con acabar con todos
ellos. Pues ni las mentiras sobre una recuperación económica que nadie percibe
realmente, han podido tapar las vergüenzas de un gobernante, que confía en que
el tiempo le arreglará los problemas.
Rajoy y el Partido
Popular, son una formación acabada políticamente que teniéndolo todo a favor,
por ineficacia, cobardía y mala gestión, en definitiva por no hacer nada, para
no equivocarse, le han impedido esquivar las estocadas, dejándolo a punto para el descabello.
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