En estos tiempos de crisis,
vengo oyendo desde personas con inquietudes y reflexivas de la situación
actual, clamores para que el socialismo en España y en Europa vuelva a sus
orígenes, como la gran solución al creciente poder de la derecha, y freno a la
reacción que está acabando con uno de los logros sociales más notables de los
últimos 80 años, como ha sido el llamado Estado del Bienestar.
No quiero decir con esto
que se deba renunciar a los grandes principios humanistas de libertad igualdad
y solidaridad que definen el pensamiento socialista, si no que a las
estrategias que hasta hoy hemos empleado para conseguirlos debemos darles un
giro, para encontrar el ángulo correcto que nos ponga en la dirección adecuada
a la nueva sociedad del siglo XXI.
Del mismo modo que el
socialismo no democrático, el de la dictadura del proletariado, fracasó
estrepitosamente en la década de los 80
del pasado siglo XX. Hoy el capitalismo salvaje que Ronald Reegan y Margaret
Tatcher, pusieron en marcha, en la misma década del siglo anterior, se nos
muestra como totalmente incapaz de garantizar una convivencia en términos de
una justicia y una dignidad social. Es pues en la socialdemocracia donde hay
que buscar el camino adecuado y en los grandes valores humanistas de libertad,
igualdad y fraternidad, donde basar cualquier forma de estructurar la nueva
sociedad el siglo XXI.
Hoy vivimos en un mundo
económicamente globalizado, donde los conceptos de arancel y proteccionismo,
tan propios de las doctrinas nacionalistas del siglo XIX y principios del XX
han perdido todo el sentido; incluso el propio concepto de nación o de estado,
ya no significan lo mismo que antaño, desde el momento que su poder e incluso
la libertad de acción de sus gobernantes democráticamente elegidos, es
condicionada por elementos ajenos al propio sistema político.
A modo de ejemplo, les
invito amigos a pensar sobre el sentido actual de uno de las grandes metas
del socialismo en el siglo XIX, como era alcanzar el poder para ejercer el
control de los medios de producción de bienes y servicios. ¿De que nos va a
servir ejercer el control público de unas fábricas o comercios, cuando resulta
que en realidad estos dependen de una cadena de crédito, el final de la cual se
puede encontrar a miles de kilómetros de distancia y repartido en un marasmo de
intereses distintos, entre los cuales a lo mejor figuran los ahorros de unos
futuros pensionistas del otro lado del mundo?
Los izquierdistas del siglo
XXI debemos ser lo suficientemente imaginativos, para olvidarnos de las
cuestiones puramente locales, retomar el internacionalismo, como uno de los
grandes valores, y acordar con nuestros
hermanos ideológicos todas las estrategias a llevar a cabo para recuperar el
liderazgo de la sociedad en esta nueva era.
Yo invito a los compañeros
socialistas de toda España, con conocimientos de economía y ciencias
empresariales a iniciar un gran y público debate, de ámbito europeo si es possible, donde se apunten nuevas estrategias para una nueva sociedad del siglo XXI, más justa, más
solidaria y más libre.
Tal y como tu apuntas el problema político y el reparto de la riqueza ya no es un problema local ni siquiera nacional, en ese gran debate que estoy de acuerdo debería de existir debería de participar las organizaciones socialdemócratas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, pero.... en realidad el reparto de riqueza se está produciendo a nivel global. Asia sale de la pobreza, America latina crece como nunca, incluso África empieza a mejorar y... se empobrecen los americanos del norte y los europeos. Claro a nivel territorial, a nivel de personas las diferencias de renta cada vez son mayores. Explicar eso es cada vez más dificil y yo diría que incluso con la comunicación actual aún más. Cada uno anda en su nube. Es un gran reto! Fátima Aburto
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