La huelga de hambre que está llevando a cabo Aminetu Haidar, en el aeropuerto de Lanzarote, intenta poner sobre la mesa un tema irresoluto desde hace 35 años, y que nos guste o no los españoles debemos asumir un buen grado de corresponsabilidad, por el hecho del pésimo proceso de descolonización que en los años 1974 i 1975 se llevó a cabo.
Si es verdad que en aquellos años, nuestro país, estaba sometido a un régimen autárquico. Si es verdad que los máximos responsable políticos de entonces, se encontraban en un momento de extrema debilidad, por la decrepitud del dictador y con el de todo su régimen y si es verdad que el rey dictador de Marruecos Hassan II, aprovechó la circunstancia para provecho propio; aunque todo ello no puede servir de excusa para que 35 años más tarde, se siga negando al pueblo Saharaui sus más mínimos derechos y se les condene a vivir divididos, con una buena parte de ellos exiliados en los campamentos del Tinduf, una de las regiones más hostiles, climatológicamente hablando, de nuestro planeta, y dependientes de la caridad del resto del mundo.
Los españoles, por lo general solemos mirar hacia otro lado, echando pelotas fuera, cuando nos toca asumir realidades que nos molestan y digo esto porque escuchando las tertulias radiofónicas y leyendo muchas de las opiniones que se reflejan en los periódicos españoles estos días, sobre la acción que lleva a cabo Aminetu Haidar, además de cargar todas las culpas al gobierno marroquí, se critica al gobierno español, por haber admitido en una aeronave de nuestras líneas aéreas, la deportación de facto que la administración marroquí hizo con la ciudadana saharaui.
No voy a entrar a plantear si nuestro gobierno hizo bien o mal, admitiendo a Aminetu, ni tan siquiera si debe o no respetar su voluntad de llevar a cabo su acción hasta las últimas consecuencias; porque de lo que estoy convencido es que lo que deberíamos hacer todos, es coger al toro por los cuernos y empezar a liderar un movimiento internacional que obligue a Marruecos, a reconocer el derecho a la autonomía del pueblo saharaui, corrigiendo un error histórico de treinta y cinco años atrás.
Desde el mismo momento de la descolonización, los saharauis han reclamado el derecho a ser consultados sobre su destino, reclamación que han conseguido fuera atendida por la ONU, organismo que nunca ha reconocido la soberanía marroquí sobre su territorio. Una de las medidas que el organismo internacional ya dispuso desde hace años, fue la celebración de un referéndum, con todas las garantías de libertad, con el fin que el pueblo saharaui, pudiera decidir su futuro, consulta que si bien al jefe del estado marroquí, no le quedó más remedio que aceptar, con la más que segura probabilidad que su resultado fuera contrario a sus intereses, desde buen principio no ha hecho otra cosa que impedir su celebración, en base a los más variopintos y absurdos argumentos.
La comunidad internacional por otra parte no ha sido capaz de imponer su autoridad, por el simple hecho que Marruecos, es el principal productor de fosfatos del mundo, elemento al parecer imprescindible en la producción de muchos de los países industrializados, como Francia que en todos los conflictos, la encontramos siempre defendiendo directa o veladamente, las tesis del gobierno marroquí.
La huelga de hambre de Aminetu, ha tenido la gran virtud de poner en el primer plano de la actualidad internacional, la situación de miles de personas que malviven en un régimen de opresión y faltos de la más mínima dignidad, por parte de un opresor, el reino de Marruecos, que sin atender a las mínimas normas del derecho internacional, retira el pasaporte y expulsa a una persona por el solo hecho de haber escrito la nacionalidad de su sentimiento, la saharaui, en lugar de la oficial marroquí.
¿Seguirá la comunidad internacional permitiendo la opresión de todo un pueblo, en pleno siglo XXI?
Si es verdad que en aquellos años, nuestro país, estaba sometido a un régimen autárquico. Si es verdad que los máximos responsable políticos de entonces, se encontraban en un momento de extrema debilidad, por la decrepitud del dictador y con el de todo su régimen y si es verdad que el rey dictador de Marruecos Hassan II, aprovechó la circunstancia para provecho propio; aunque todo ello no puede servir de excusa para que 35 años más tarde, se siga negando al pueblo Saharaui sus más mínimos derechos y se les condene a vivir divididos, con una buena parte de ellos exiliados en los campamentos del Tinduf, una de las regiones más hostiles, climatológicamente hablando, de nuestro planeta, y dependientes de la caridad del resto del mundo.
Los españoles, por lo general solemos mirar hacia otro lado, echando pelotas fuera, cuando nos toca asumir realidades que nos molestan y digo esto porque escuchando las tertulias radiofónicas y leyendo muchas de las opiniones que se reflejan en los periódicos españoles estos días, sobre la acción que lleva a cabo Aminetu Haidar, además de cargar todas las culpas al gobierno marroquí, se critica al gobierno español, por haber admitido en una aeronave de nuestras líneas aéreas, la deportación de facto que la administración marroquí hizo con la ciudadana saharaui.
No voy a entrar a plantear si nuestro gobierno hizo bien o mal, admitiendo a Aminetu, ni tan siquiera si debe o no respetar su voluntad de llevar a cabo su acción hasta las últimas consecuencias; porque de lo que estoy convencido es que lo que deberíamos hacer todos, es coger al toro por los cuernos y empezar a liderar un movimiento internacional que obligue a Marruecos, a reconocer el derecho a la autonomía del pueblo saharaui, corrigiendo un error histórico de treinta y cinco años atrás.
Desde el mismo momento de la descolonización, los saharauis han reclamado el derecho a ser consultados sobre su destino, reclamación que han conseguido fuera atendida por la ONU, organismo que nunca ha reconocido la soberanía marroquí sobre su territorio. Una de las medidas que el organismo internacional ya dispuso desde hace años, fue la celebración de un referéndum, con todas las garantías de libertad, con el fin que el pueblo saharaui, pudiera decidir su futuro, consulta que si bien al jefe del estado marroquí, no le quedó más remedio que aceptar, con la más que segura probabilidad que su resultado fuera contrario a sus intereses, desde buen principio no ha hecho otra cosa que impedir su celebración, en base a los más variopintos y absurdos argumentos.
La comunidad internacional por otra parte no ha sido capaz de imponer su autoridad, por el simple hecho que Marruecos, es el principal productor de fosfatos del mundo, elemento al parecer imprescindible en la producción de muchos de los países industrializados, como Francia que en todos los conflictos, la encontramos siempre defendiendo directa o veladamente, las tesis del gobierno marroquí.
La huelga de hambre de Aminetu, ha tenido la gran virtud de poner en el primer plano de la actualidad internacional, la situación de miles de personas que malviven en un régimen de opresión y faltos de la más mínima dignidad, por parte de un opresor, el reino de Marruecos, que sin atender a las mínimas normas del derecho internacional, retira el pasaporte y expulsa a una persona por el solo hecho de haber escrito la nacionalidad de su sentimiento, la saharaui, en lugar de la oficial marroquí.
¿Seguirá la comunidad internacional permitiendo la opresión de todo un pueblo, en pleno siglo XXI?
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