Aunque para mí y
muchos otros, al menos eso creo, resulte evidente que la humanidad se halla
inmersa en una auténtica revolución de ámbito planetario, cuyo referente más inmediato deberíamos buscarlo
en la revolución industrial, de finales del XVIII, y todo el XIX, y que ahora
al igual que entonces, nada va a ser lo mismo, incuso las formas de vivir y
sobre todo las formas de relacionarnos entre nosotros.
Cuando James Watt,
perfecciona la máquina de vapor construida por Newcomen en 1765, añadiéndole un
condensador separado, junto con otros detalles, que dio a este ingenió la
capacidad de mover otras maquinas, desencadenó la llamada Revolución
industrial, que terminó con el trabajo manual en las casas, procurando la
creación de fábricas y con ello un cambio radical en la vida de las personas
que pasaron de vivir en el seno de una especie de amplia familia, donde
patronos y obreros convivían bajo el mismo techo, a tener que desplazarse hasta
unas fábricas, y cobrar un salario, no en especies como antes si no en dinero; naciendo
así una nueva clase social que hasta entonces no había existido, el
Proletariado.
A base de
extraordinarios sacrificios, y luchas interminables, el proletariado consiguió,
una especie de contrato social, que permitió la convivencia entre clases, a
partir de dos conceptos fundamentales, la contribución al bien común en base a
unos impuestos progresivos, de quien más gana más paga, y un estado cuya misión
principal, era el reparto equitativo de la riqueza generada, en fin esto que en
España, tan solo tuvimos ocasión de catar un poco, por haber llegado tarde a la
democracia, y cuando algunos han decidido que hay que acabar con ello, lo que
llamamos Estado del Bienestar.
Hoy el avance
tecnológico y de conocimiento de la humanidad,
en particular en los sistemas de comunicación, está provocando el
nacimiento de una nueva gran revolución, que algunos vienen en llamar “digital”
y cuya primera gran consecuencia ha sido la globalización de la economía en
todo el orbe planetario. Un fenómeno, que va a influir decisivamente, en las
vidas de los humanos, que van a cambiar radicalmente, por cuanto va a dejar de
ser necesario, que los obreros acudan a las fábricas, pues muchas de las actividades
que hoy realizan la van a realizar maquinas robotizadas y comandadas si es
necesario des del propio domicilio, haciendo imprescindible un reciclaje de los
ciudadanos para adaptarse a la nueva realidad laboral.
Si pensamos un poco,
veremos que las posibilidades de progreso social que se abren a nuestros ojos
con esta nueva revolución son infinitas y bien administradas, nos pueden
acercar mucho más a los grandes valores humanistas, de la Libertad, la Igualdad
y la Solidaridad, que los grandes movimientos sociales en el siglo XX hicieron.
Sin embargo, de
entrada un gran peligro nos acecha, pues el capitalismo depredador que se creó,
con la revolución industrial, siempre atento, está buscando y de momento parece
que consiguiendo, llevar el agua a su molino, por cuanto aprovecha la crisis
económica, para imponer sus tesis, de concentración del beneficio en unas pocas
manos, y dejando las migajas para la mayoría de población a la que se intenta
someter, en base al miedo o la falta de seguridad.
Observen Vds. como en
España por ejemplo, los salarios han caído estrepitosamente, como hoy muchas
personas que se encuentran en situación de trabajar, no llegan a final de mes,
mientras que unos pocos privilegiados, han visto aumentar exponencialmente el
saldo de sus cuentas corrientes. Esto por no hablar de una tasa de paro cercana
al 26% y que parece acabará siendo considerada normal. Todo ello además, ha
sido fruto de unas medidas tomadas, (Reforma laboral, congelación de salarios,
eliminación de convenios, recortes en sanidad, educación, despido de
funcionarios públicos, etc), no para solucionar la crisis en sí, si no por una
cuestión ideológica de implantar un nuevo sistema donde unos entes no
democráticos como son los llamados mercados, ostenten el verdadero poder por
encima de la políticos democráticamente elegidos.
Es verdad que a la
izquierda europea, la cuestión la ha pillado a contrapié y que en lugar de
proceder a un correcto análisis de la situación real y adoptar así las medidas
pertinentes de acuerdo con sus principios ideológicos, por una parte se han
puesto a practicar políticas de derechas los que detentaban el poder, o
elucubrar sobre antiguas premisas como si el mundo no hubiera cambiado los
últimos 50 años, los que son carne de oposición. ¿Cómo se puede plantear, como
hace IU o Podemos, echar el freno a la globalización? ¿No se dan cuenta que
ella forma parte del progreso? De hecho cuando oí por primera vez esta
propuesta, por boca de un destacado dirigente de ICVEUiA, me vino a la cabeza
aquellos obreros que a primeros del XIX, rompían y saboteaban las maquinas de
Vapor de las fábricas pensando, que así conseguirían parar el progreso.
Lo que la izquierda
debe plantear en estos momentos, es la democratización de la globalización y no
su freno o destrucción y para ello debe aprestarse a luchar con ahínco, planteando
un nuevo contrato social, donde la remuneración salarial, la Seguridad Social,
y todos los complementos, dejen de ser considerados como un coste directo de la
fabricación de un producto y pase a formar parte de la estructura de la
empresa, equiparándolos con la retribución del capital. Un nuevo contrato
social donde el poder real, deje de estar en las grandes corporaciones y pase a
control de la política democrática, donde lo que se recorte sea la desigualdad
y no los servicios sociales. Plantear un nuevo sistema económico, del que se
destierre la especulación y los beneficios exagerados del sector financiero.
Ahora bien si la
izquierda posibilista, en España representada por el PSOE, se abandona en manos
de las ideas conservadoras que le retrotraen a situaciones decimonónicas,
estamos totalmente perdidos, pues según parece la izquierda utópica ya lleva
tiempo instalada allí, negándose a analizar una realidad actual que es muy
distinta a la de entonces.
No crean amigos que
me he vuelto loco, o que me ha dado un ataque de demagogia, todo lo que les
digo en el párrafo anterior es perfectamente posible y estoy seguro que tarde o
temprano se acabará imponiendo en el siglo XXI, al igual que el estado del
bienestar se impuso en el siglo XX, lo único que desearía sin embargo, es que las
clases populares, no tuvieran que luchar, en guerras y conflictos, arriesgando
la propia vida, igual que debieron
hacerlo nuestros bisabuelos, abuelos, padres, y nosotros mismos para
conseguirlo, en tiempos de la Revolución Industrial.