Publico este artículo, justo una semana antes de la
Nochebuena, que hoy se me ocurre una de las más tristes de todos mi sesenta y
seis años de existencia, con la sana intención de dejarles descansar a Vds, de
mis reflexiones hasta el próximo año 2013.
Decía que este año, la fiesta familiar por excelencia en
gran parte de nuestro planeta, se me antoja la más triste desde que tengo uso
de razón, pues no recuerdo tamaña cantidad de conciudadanos de nuestro planeta,
en circunstancias de pobreza y desprotección como los que veo cada día saliendo
de mi casa, o asomándome al televisor.
Como muy bien saben los que siguen mis escritos
habitualmente, me considero un ateo recalcitrante, no son pues los valores
cristianos los que me inducen a reflexionar en estos días sobre una fiesta, de
la que dicen se remonta a los albores de la existencia humana, cuando nuestros
ancestros mostraban públicamente su júbilo, en el solsticio de invierno, donde
terminaba el acortamiento de las horas de luz y el periodo improductivo de la
tierra y empezaba el nuevo ciclo de producción y regeneración.
Sin que sirva de precedente utilizaré una expresión que
los católicos decían antaño, como es la de “En Navidad, ponga un pobre en su
mesa” para significar que en los tiempos que corren no hay suficientes mesas
para tantos pobres como los que han ocasionado, en los cuatro últimos años, y
siguen ocasionando un atajo de egoístas impresentables en nuestro planeta.
Pero lo que más me sorprende, y a la vez me inquieta, es
ver como estos poderes fácticos, han conseguido, aterrorizar a la masa humana
de tal manera, que no solo no se atreven a alzar la voz para protestar por la
injusticia, ni osan juntarse para apoyarse mutuamente en la lucha para cambiar
la situación, si no que han entrado en una especie de fatalismo conformista,
que a todas luces va impedir una evolución en positivo para los intereses
sociales.
Los partidos políticos de izquierda, sumidos en una lucha
intestina sin cuartel, preocupados por repartirse unas cada vez más escasas
cuotas de poder, parecen haber olvidado su misión principal por la que fueron
creados, de servicio a la sociedad y particularmente a los más desfavorecidos,
a fin de dotarlos del poder necesario para que nunca puedan ser explotados.
No me negaran Vds. que este conjunto de circunstancias
que hasta aquí he expuesto, no son el marco más apropiado para una alegre
Navidad, si no más bien todo lo contrario.
Con todo, estoy convencido, que al igual que nuestros
ancestros, para mi la Navidad es una fiesta también de esperanza, pues si bien
para ellos significaba el inicio de un nuevo periodo de productividad, para mi
espero, sea el punto culminante de la crisis económica y el inicio de la
salida, y no me refiero a los términos económicos si no de replanteamiento del
sistema, donde nos cuestionemos el concepto de propiedad privada y valorando
debidamente el de propiedad colectiva; donde el valor del trabajo no se
determine como si de una mercancía se tratara, si no del rendimiento del
capital humano.
Porque amigos, para los que aun no os hayáis enterado,
estamos inmersos de lleno en una Revolución, que al igual que la Revolución
Industrial del siglo XVIII, va a cambiar todo lo que en este mundo se menea y
aunque ahora, al igual que entonces, vivamos épocas recesivas, donde los
reaccionarios intentan frenar el avance, e incluso hacernos retroceder, a medio
plazo surgirán nuevas ideas y modernas fórmulas económicas que tenderán al
progreso y la justicia social con un reparto equitativo de la riqueza generada.
El problema reside, en que llegado el momento, las clases
populares se encuentren preparadas para asumir las responsabilidades que se les
vienen encima; cuestión de la que en principio dudo mucho, pues no veo que ni
partidos políticos de izquierda ni las organizaciones sociales, estén demasiado
por la labor. Vengo diciendo desde ya hace tiempo, que los sindicatos deberían
tener un papel preponderante en la transformación de la sociedad; unos
sindicatos evolucionados, que no decimonónicos y adaptados perfectamente a la
economía del siglo XXI.
Con todo, sigo creyendo en los valores fundamentales del
socialismo, de Libertad, Igualdad, y Solidaridad; al fin y al cabo los mismos
en que se inspiraron los grandes revolucionarios del siglo XVIII y primera
mitad del XIX y que estoy plenamente convencido, serán la base de la nueva
revolución del siglo XXI.
Desde mi humilde condición de “Paliza del Reino” os deseo
una Feliz Navidad y una buena entrada del año 2013. El día 7 de enero espero
reencontrarme con todos vosotros.