Sin ningún tipo de dudas, el miedo ha sido una de las más
poderosas armas, que en el transcurso de la historia, se han valido los
poderosos para someter a los más desfavorecidos. Miedo a ser detenido,
torturado, empobrecido e incluso a morir, han sido las claves del dominio de
unos pocos sobre unos muchos; aunque si bien lo miramos, para aterrorizar al
personal, le han imbuido la idea que está solo y que nadie puede ni debe
ayudarle, que se espabile como puede, y que solo si está suficientemente
capacitado y es superior a los demás, podrá progresar en este “paraíso” del que
ellos sacan suculentos beneficios. Este tipo de educación en la competitividad,
ha provocado, en buena parte del tejido social, la idea de vivir en plena ley
de la selva, donde comes a unos débiles, para que otro más fuerte te coma a ti.
Observen amigos como en el transcurso de la historia, el
temor del poderoso ha sido que el de abajo se organice y colectivamente y de
forma coordinada consiga desbancarle de su posición de privilegio; así en
tiempos de autocracia, como fue en España, el de un glorioso caudillo, o más
recientemente en buena parte de Latinoamérica, con las juntas militares, lo
primero que se proclama, es la ilegalización de los partidos de izquierdas y
las organizaciones sindicales, con el fin de quitar a las clases medias y
populares su capacidad de organizarse y enfrentarse a ellos con grandes
posibilidades de éxito.
Parecieron comprenderlo muy bien, los discípulos de
Milton Freedman y su Escuela Económica de Chicago, que desde los tiempos de la
gran revolución neocon de los años 80 y 90, encabezada por Ronald Reegan y
Margaret Tatcher, recomendaron grandes inversiones en medios de comunicación de
masas para transmitir la idea de una sociedad individualista, donde los que tienes
al lado solo te sirven como puntos de apoyo para tu progresión personal, donde
el valor de las personas se mide por el dinero que tienen, por encima de sus
conocimientos y capacidad de transmitirlos.
Observen Vds. que en España, el acceso al poder del
Partido Popular, ha conllevado un cambio radical en los entes públicos
televisivos, que el gobierno socialista anterior había democratizado, e
independizado totalmente, con el fin de ejercer su dominio en ellos y
transmitir a la sociedad solo aquellos mensajes que más le convienen; en
particular unos que tienden a responsabilizar a los propios ciudadanos de la
grave situación económica en que nos encontramos, aplacando así su lógica
rebeldía.
Con “Los españoles
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” nos indican con toda
claridad del mundo, que no tenemos derecho a una sanidad y una educación
pública de alta calidad, ni tampoco a ser propietarios de una vivienda digna; y
esta mentira que parece tan elemental, ha calado profundamente entre nuestra
juventud, que mansamente acepta los recortes cuando te habla de la herencia que
dejó el gobierno anterior, iguala por lo bajo a todos los partidos políticos y
sindicatos y acaba mostrando un desinterés total, a la hora de ir a votar.
Es hora de fomentar de nuevo el asociacionismo, y
defender a muerte nuestras organizaciones sindicales, y políticas, si en verdad
queremos defender nuestros derechos sociales y que nuestros hijos y nietos, no
vivan peor de cómo vivimos nosotros; es hora de organizarnos y construir el
futuro uno al lado del otro colaborando y no compitiendo, un futuro donde los
valores humanistas por excelencia de la libertad, igualdad y solidaridad,
vuelvan a ponerse en primera fila. Hemos de buscar y promover, dentro de los
partidos políticos el surgimiento de nuevos líderes, no quizás individuales,
como los que en el siglo XX nos llevaron a altas metas, si no liderazgos
colectivos, donde sean las organizaciones quienes analicen las voluntades
populares y conjuntamente con ellas tomen las decisiones oportunas.
Es hora, en fin de que desde nuestras pequeñas áreas de
influencia, empecemos a plantar cara al poder neoconservador que nos gobierna,
que tomemos las riendas dentro de nuestras posibilidades y organizándonos,
seamos capaces de decirles que su hora ya ha pasado, y no toleraremos más sus
engaños.