martes, 20 de marzo de 2012

DEL VIVA LA PEPA AL VIVAN LAS CADENAS


Dos años bastaron para que el pueblo español, pasara de proclamar una constitución de corte liberal, la más progresista de su tiempo, a desenganchar los caballos y en señal de sumisión substituirlos por hombres, en la carroza real, que conducía a Fernando VII, de nuevo a la corte provinente de su exilio, y aclamar el absolutismo más retrograda que este monarca representaba al infame grito de “Vivan las Cadenas”.

Opinan los historiadores que el cambio en el pueblo español, vino propiciado, por la razón que la Constitución de 1812 no daba solución satisfactoria a los campesinos en el tema de propiedad de la tierra, aunque también admiten que el poder fáctico por excelencia en aquella época, la Iglesia católica, tampoco fue ajena al asunto, cuando a pesar que se reconocía al catolicismo como única religión permitida en el país, perdía buena parte de sus privilegios e instituciones, que le otorgaban poder, como por ejemplo el Tribunal de la Inquisición.

Esta seria la explicación por el que una minoría de diputados de las Cortes, unos 60 sobre un total de 300 redactaran un documento llamado el manifiesto de los persas por el que se pedía al rey Fernando VII la derogación de la constitución liberal y la reinstauración de un sistema de carácter absolutista, y acabaran teniendo éxito en su exigencia.

Los campesinos, como es lógico y natural, no vieron satisfechas sus reivindicaciones, pues el regreso al antiguo régimen comportó que la Iglesia y la nobleza, conservaran y aumentaran la propiedad de todas las tierras del país, endureciendo si cabe las malas prácticas en los contratos para la explotación de las tierras.

Hoy 200 años más tarde, se me antoja estar viviendo una situación parecida, donde después de unos años de lucha colectiva de las clases populares con el liderazgo del Partido Socialista, para conseguir un cierto status que hemos convenido en llamar estado del bienestar, se muestran decepcionadas al fallar-les sus líderes en la resolución de un terrible período de crisis económica, que cual sunami parece arrastrar todo lo que se interponga a su paso.

Al igual que hace 200 años, los ciudadanos optan por el conservadurismo, al que otorgan mayoría absoluta en una buna parte de los procesos electorales, seguramente creyendo unas promesas electorales, que en teoría habrían de favorecerles, cuando en realidad y como entonces, la vuelta al antiguo régimen lo único que hace es una regresión a un pasado injusto que muchos creímos no volver nunca a ver.

También en esta ocasión la Iglesia, tiene arte y parte en el proceso, cuando ha visto como las formaciones políticas denominadas de progreso, con la promoción del laicismo social, le podían hacer perder pingues ingresos económicos, e influencia en el sector educativo, que durante largos años habían consolidado.

Pero lo que más estupor me causa la estrategia del Partido Popular, es no solo las mentiras y falsedades de su campaña electoral, si no que en la conmemoración del 200 aniversario de la primera constitución que tuvo nuestro país, pretendan identificarse con los progresistas que bajo los principios de la revolución francesa, Libertad Igualdad y Fraternidad, en 1812 pretendían un vuelco de 180º al Ancien Regime, introduciéndolo en la democracia moderna.

Los recortes, a los que sutilmente llaman reformas, no pretenden avanzar el estado de derecho que desde 1978 rige en nuestro país, si no regresar a una antiguas formas de relación social, donde los derechos de las clases medias y obreras, no habían superado un estadio primario. Nos se dejen engañar amigos Rajoy y los suyos, nunca se podrán emular a los que gritaban Viva la Pepa, si no más bien al contrario, con aquellos que mandaron substituir los caballos de la regia carroza de Fernando VII, al grito de “Vivan las Cadenas”. ¿No les parece?

domingo, 11 de marzo de 2012

ESTA VEZ NO DEBEN SALIRSE CON LA SUYA


Los estudiantes han dicho basta, los obreros están exigiendo a sus sindicatos un liderazgo en las protestas contra una reforma laboran a todas luces injusta, mala e innecesaria, con la que una clase empresarial indigna de tal nombre, pretende dar competitividad a una maltrecha economía, que su desmesurada ambición y egoísmo han situado al fondo de un profundo abismo.

Hace tan solo cuatro meses, Rajoy ganaba unas elecciones por mayoría absoluta, después de una campaña electoral basada en mentiras y falsedades donde un pueblo español decepcionado decidió castigar un gobierno socialista atado de pies y manos a una derecha dominante en la Unión Europea, que no pudo o quizàs no supo gestionar como debía, además de no explicar sus decisiones con la suficiente claridad, puede que por no disponer de los medios de comunicación en su bando y por el contrario habiendo de soportar una avalancha de críticas de los informadores del sector derechista de la sociedad.

El mensaje estrella de Don Mariano, y que al parecer muchos de los ciudadanos creyeron pies juntillas, fue el que con la presencia de su equipo en la Moncloa los poderes fácticos de Europa girarían 180º por la confianza que ellos inspiraban, y porqué estaban dispuestos a tomar las medidas necesarias por duras que fueran, sin el mínimo temblor de su pulso. Es aquí donde se ha puesto de manifiesto la primera gran falsedad de las promesas electorales, al suceder exactamente todo lo contrario de lo que se pronosticaba en los mítines y comparecencias televisivas del líder derechista. El pasado 1 de marzo Don Mariano recibía el primer gran bofetón de la UE cuando la comisión le ha negado la posibilidad de flexibilizar la estricta norma que le obliga a terminar el presente año con un déficit público la mitad exactamente de lo que ha sido el del 2011, y aunque el, en un alarde de soberanismo rancio, haya proclamado una cifra superior a la indicada, en pocos días se ha encontrado, con una terrible bajada de las bolsas y una prima de riesgo otra vez por la nubes, cuestión que sitúa de nuevo a España, por delante de Italia, en la primera fila de los países susceptibles de intervención.

La gran medida, dura y que ellos consideran la estrella de sus decisiones, La Reforma Laboral, está resultando un gran fiasco a los ojos de una mayoría de expertos, aunque los políticos de la gran derecha española y europea se deshagan en elogios hacia ella, la verdad es que no solo no conseguirá crear un solo puesto de trabajo, si no que con el aumento de las listas del paro que de entrada procura, más la rebaja de salarios que proporciona, va a acabar de hundir un sector, como los servicios, particularmente la hostelería que aun renqueante seguía manteniendo un cierto ritmo.

Los españoles no deberíamos permitir que esta vez se salgan con la suya, no podemos dejar que nos desmonten un estado del bienestar largamente trabajado, para convertirnos en la Inglaterra Tatcheriana o en la Alemania de Merkel, donde se mantiene la mentira de una tasa baja de paro, cuando una buena parte de la población con sueldos de 400 € está por debajo del umbral de la pobreza, habiendo de trabajar un mínimo de 6 horas diarias. No deberíamos consentir, que sigamos con la paradoja, que mientras miles de familias españolas se ven abocadas a la marginación social, en la lista de Forbes de los más ricos del mundo unos cuantos especuladores nacionales sigan escalando posiciones.

Los partidos de izquierda y el PSOE en primer lugar, deben tomar las riendas de un período de profundos cambios en la sociedad española, donde hay que cambiar las estructuras de poder real, para que pasen a manos de a colectividad. A este efecto les recomiendo la lectura de un interesante articulo de Josep Ramoneda publicado en el diario el Pais con el titulo: La Izquierda y los Nuevos Tiempos

domingo, 4 de marzo de 2012

UN GRAN GOLPE A LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA


Vengo diciendo desde hace tiempo, que la llamada modélica transición española adoleció de un grave problema, que a la larga nos traerían grandes dolores de la cabeza a todos los convencidos que la democracia es el mejor sistema posible de gobierno.

Los que en la segunda mitad de la década de los años 70, desde el socialismo democrático abogamos por un ruptura en lugar de una reforma, intuíamos del todo imposible borrar por decreto, la memoria de muchos millones de ciudadanos, que habían sufrido en sus propias carnes o la de sus familiares, crueles vejaciones por parte de un régimen autocrático impuesto por la fuerza de las armas treinta i cinco años antes.

Aun así, aceptamos la decisión de una mayoría de españoles expresada en las urnas en un referéndum y unas primeras elecciones de un 15 de junio de 1977, donde la fuerza representante de un franquismo que se proclamaba reformador, la UCD obtenía un amplio respaldo. Pensábamos que lo importante era iniciar el proceso y que más adelante ya encontraríamos los caminos para democratizar todos aquellos estamentos identificados con la dictadura, como el ejercito, la policía, etc. etc.

El poder que la extrema derecha y los facciosos demostraron en los albores de la democracia con la matanza de Atocha, nos hicieron pensar que habíamos acertado con nuestra decisión; pues más adelante, en 1982, con la victoria electoral del PSOE, y la gestión de Narcis Serra al frente del ministerio de defensa, con el pase a la reserva de todos los mandos militares, que habían participado en la guerra civil, la integración en la OTAN; además de la profunda reconversión del cuerpo nacional de policía; nos terminaron de convencer que estábamos en el buen camino, al conseguir la democratización del estamento militar, el poder fáctico más ligado a la dictadura.

Sin embargo y aquí está a mi entender uno de los grandes fallos del período presidido por Felipe González, cuando no prestamos atención o quizás no supimos como hacerlo, para democratizar a un poder judicial que por sus especiales características endogámicas, en cierta manera ha acabado convirtiéndose en una especie de refugio de todos aquellos convencidos de las bondades de un régimen que presidió un autodenominado Glorioso Caudillo. Un poder que encuentra en el Partido Popular, su brazo de expresión política, y al que se dedica a proteger en cuerpo y alma tapando todos los desmanes que donde han ocupado el poder han cometido, como hemos tenido ocasión de comprobar recientemente con el caso Gürtel, o el accesorio a este, el caso Camps en Valencia.

Últimamente, después de consolidar con el tiempo su posición, parece que se han envalentonado llegando a extremos que debo confesar ni yo, malpensado por naturaleza, hubiera creído fueran capaces de llegar; cuando se atreven a asestar un terrible golpe a nuestra democracia iniciando un proceso rapidísimo contra el instructor del caso Gürtel, y otro a la misma persona, por haber tenido la osadía de intentar investigar los crímenes cometidos por los franquistas en los tiempos de la dictadura, dejando intervenir como acusación al pseudo sindicato Manos Limpias, de marcado carácter ultraderechista. Si bien con la sentencia del primer proceso ya han conseguido su principal objetivo de apartar al personaje de la carrera judicial, han podido ser “magnánimos” y dejarlo en una reprimenda en el segundo, evitando una condena internacional a nuestro sistema judicial, que a buen seguro se hubiera producido.