Dos años bastaron para que el pueblo español, pasara de proclamar una constitución de corte liberal, la más progresista de su tiempo, a desenganchar los caballos y en señal de sumisión substituirlos por hombres, en la carroza real, que conducía a Fernando VII, de nuevo a la corte provinente de su exilio, y aclamar el absolutismo más retrograda que este monarca representaba al infame grito de “Vivan las Cadenas”.
Opinan los historiadores que el cambio en el pueblo español, vino propiciado, por la razón que la Constitución de 1812 no daba solución satisfactoria a los campesinos en el tema de propiedad de la tierra, aunque también admiten que el poder fáctico por excelencia en aquella época, la Iglesia católica, tampoco fue ajena al asunto, cuando a pesar que se reconocía al catolicismo como única religión permitida en el país, perdía buena parte de sus privilegios e instituciones, que le otorgaban poder, como por ejemplo el Tribunal de la Inquisición.
Esta seria la explicación por el que una minoría de diputados de las Cortes, unos 60 sobre un total de 300 redactaran un documento llamado el manifiesto de los persas por el que se pedía al rey Fernando VII la derogación de la constitución liberal y la reinstauración de un sistema de carácter absolutista, y acabaran teniendo éxito en su exigencia.
Los campesinos, como es lógico y natural, no vieron satisfechas sus reivindicaciones, pues el regreso al antiguo régimen comportó que la Iglesia y la nobleza, conservaran y aumentaran la propiedad de todas las tierras del país, endureciendo si cabe las malas prácticas en los contratos para la explotación de las tierras.
Hoy 200 años más tarde, se me antoja estar viviendo una situación parecida, donde después de unos años de lucha colectiva de las clases populares con el liderazgo del Partido Socialista, para conseguir un cierto status que hemos convenido en llamar estado del bienestar, se muestran decepcionadas al fallar-les sus líderes en la resolución de un terrible período de crisis económica, que cual sunami parece arrastrar todo lo que se interponga a su paso.
Al igual que hace 200 años, los ciudadanos optan por el conservadurismo, al que otorgan mayoría absoluta en una buna parte de los procesos electorales, seguramente creyendo unas promesas electorales, que en teoría habrían de favorecerles, cuando en realidad y como entonces, la vuelta al antiguo régimen lo único que hace es una regresión a un pasado injusto que muchos creímos no volver nunca a ver.
También en esta ocasión la Iglesia, tiene arte y parte en el proceso, cuando ha visto como las formaciones políticas denominadas de progreso, con la promoción del laicismo social, le podían hacer perder pingues ingresos económicos, e influencia en el sector educativo, que durante largos años habían consolidado.
Pero lo que más estupor me causa la estrategia del Partido Popular, es no solo las mentiras y falsedades de su campaña electoral, si no que en la conmemoración del 200 aniversario de la primera constitución que tuvo nuestro país, pretendan identificarse con los progresistas que bajo los principios de la revolución francesa, Libertad Igualdad y Fraternidad, en 1812 pretendían un vuelco de 180º al Ancien Regime, introduciéndolo en la democracia moderna.
Los recortes, a los que sutilmente llaman reformas, no pretenden avanzar el estado de derecho que desde 1978 rige en nuestro país, si no regresar a una antiguas formas de relación social, donde los derechos de las clases medias y obreras, no habían superado un estadio primario. Nos se dejen engañar amigos Rajoy y los suyos, nunca se podrán emular a los que gritaban Viva la Pepa, si no más bien al contrario, con aquellos que mandaron substituir los caballos de la regia carroza de Fernando VII, al grito de “Vivan las Cadenas”. ¿No les parece?
Opinan los historiadores que el cambio en el pueblo español, vino propiciado, por la razón que la Constitución de 1812 no daba solución satisfactoria a los campesinos en el tema de propiedad de la tierra, aunque también admiten que el poder fáctico por excelencia en aquella época, la Iglesia católica, tampoco fue ajena al asunto, cuando a pesar que se reconocía al catolicismo como única religión permitida en el país, perdía buena parte de sus privilegios e instituciones, que le otorgaban poder, como por ejemplo el Tribunal de la Inquisición.
Esta seria la explicación por el que una minoría de diputados de las Cortes, unos 60 sobre un total de 300 redactaran un documento llamado el manifiesto de los persas por el que se pedía al rey Fernando VII la derogación de la constitución liberal y la reinstauración de un sistema de carácter absolutista, y acabaran teniendo éxito en su exigencia.
Los campesinos, como es lógico y natural, no vieron satisfechas sus reivindicaciones, pues el regreso al antiguo régimen comportó que la Iglesia y la nobleza, conservaran y aumentaran la propiedad de todas las tierras del país, endureciendo si cabe las malas prácticas en los contratos para la explotación de las tierras.
Hoy 200 años más tarde, se me antoja estar viviendo una situación parecida, donde después de unos años de lucha colectiva de las clases populares con el liderazgo del Partido Socialista, para conseguir un cierto status que hemos convenido en llamar estado del bienestar, se muestran decepcionadas al fallar-les sus líderes en la resolución de un terrible período de crisis económica, que cual sunami parece arrastrar todo lo que se interponga a su paso.
Al igual que hace 200 años, los ciudadanos optan por el conservadurismo, al que otorgan mayoría absoluta en una buna parte de los procesos electorales, seguramente creyendo unas promesas electorales, que en teoría habrían de favorecerles, cuando en realidad y como entonces, la vuelta al antiguo régimen lo único que hace es una regresión a un pasado injusto que muchos creímos no volver nunca a ver.
También en esta ocasión la Iglesia, tiene arte y parte en el proceso, cuando ha visto como las formaciones políticas denominadas de progreso, con la promoción del laicismo social, le podían hacer perder pingues ingresos económicos, e influencia en el sector educativo, que durante largos años habían consolidado.
Pero lo que más estupor me causa la estrategia del Partido Popular, es no solo las mentiras y falsedades de su campaña electoral, si no que en la conmemoración del 200 aniversario de la primera constitución que tuvo nuestro país, pretendan identificarse con los progresistas que bajo los principios de la revolución francesa, Libertad Igualdad y Fraternidad, en 1812 pretendían un vuelco de 180º al Ancien Regime, introduciéndolo en la democracia moderna.
Los recortes, a los que sutilmente llaman reformas, no pretenden avanzar el estado de derecho que desde 1978 rige en nuestro país, si no regresar a una antiguas formas de relación social, donde los derechos de las clases medias y obreras, no habían superado un estadio primario. Nos se dejen engañar amigos Rajoy y los suyos, nunca se podrán emular a los que gritaban Viva la Pepa, si no más bien al contrario, con aquellos que mandaron substituir los caballos de la regia carroza de Fernando VII, al grito de “Vivan las Cadenas”. ¿No les parece?