En estos días de
zozobra en España, donde parece incluso que la crisis ya no nos importa,
delante del gran problema o desafío, como dicen algunos, que el gobierno
autónomo de Cataluña ha creado, retando y poniendo en cuestión la Carta Magna,
que desde 1978, los españoles hemos basado nuestro estado de derecho; todo el
mundo, excepto Mariano y los suyos del Partido Popular, se muestran de acuerdo
en que el problema no se solucionará exclusivamente, mediante medidas
judiciales si no que es imprescindible que la política en mayúsculas, o sea el
diálogo, la negociación y el pacto, intente consensuar soluciones que pongan
fin a este problema histórico, no solamente por lo que afecta a Cataluña, si no
para consolidar definitivamente y de una forma moderna y efectiva, la cuestión
territorial en todo este gran y diverso país, que es España.
Echando una ojeada a
nuestra historia reciente, nos daremos cuenta, que la instauración del régimen
democrático , después del período autárquico donde el ultranacionalismo
español, era la fuerza imperante sobre cualquier forma de contestación al
mismo; la derecha, que dentro de la dictadura, se había convencido de la
imposibilidad de seguir el régimen franquista después de la muerte del
dictador, que encabezaba Adolfo Suarez, entendió que se imposibilitaba
cualquier proceso en un sentido positivo, si no se aceptaba la diversidad de
pueblos que conformaban España, y se dejaba de ejercer dominio sobre ellos,
para reconvertir la diversidad de un problema como hasta entonces era
considerada, en una fuente de riqueza, cultural y social.
Y entonces se aceptó
de hecho la configuración de un estado federal, aunque, la correlación de
fuerzas políticas y una extrema derecha que si bien en sus últimos estertores,
seguía siendo peligrosa, sumado a un ejército, continuamente provocado desde el
terrorismo etarra, y cuyos principales mandos tenían aún muy interiorizados los
principios del régimen anterior, obligaron a los redactores de la Constitución,
a descafeinar el estado federal, convirtiéndolo en lo que se llamó estado de
las autonomías, una especie de engendro, donde si bien se mantienen una serie
de principios federales, el principal de ellos, como es que las competencias en
general son de las federaciones a excepción de las que se ha decidido sean del
estado, aquí quedó configurado a la inversa, dándose el caso que nos se da en
ninguna otra parte, en ningún estado federal, de duplicidades competenciales. Todo
fue bien hasta que el gusanillo del nacionalismo español, despertó de su
letargo, con la presidencia del inefable José Maria Aznar López, quien
necesitaba consolidar su posición en base a despertar de nuevo el sentimiento
patriótico de aquel españolismo rancio que muchos creíamos postergado por los
siglos de los siglos. Por el principio de acción y reacción, el nacionalismo
catalán, se sacudió también la ensoñación de encima, y reafirmándose en la
cuestión identitaria y volviendo a señalar las diferencias por encima de lo que
nos iguala.
Desde Cataluña
primero, el PSC intenta evitar la catástrofe con una propuesta de avance hacia
el estado federal, que permita superar la situación, propuesta que rápidamente
encuentra eco, en el PSOE, que a pesar de las reticencias de algunos de la
vieja guardia, mayoritariamente en la Conferencia de Santillana del mar, lo
acepta. Ello se materializa en una propuesta de nuevo estatuto de autonomía de
Cataluña, una especie de llave con la que se pretendía abrir la puerta a una
posterior reforma constitucional, que finiquitara de una vez por todas la
transición a la democracia.
Sin embargo, tanto el
nacionalismo español por un lado, como el catalán por el otro, entendieron la
cuestión como una seria amenaza, pues de imponerse la solución plenamente
federal, significaría la postergación de su ideario, por mucho tiempo, por no
decir para siempre. Afilaron sus armas, y en el caso catalán, valiéndose de su
posición clave, al ser imprescindibles los votos de CDC para alcanzar los 2/3
necesarios en el Parlamento, lograron introducir una serie de ítems, en el
proyecto, que no solo podían ser considerados como anticonstitucionales, si no
que desvirtuaban seriamente alcanzar un estado plenamente federal en España. El
nacionalismo español, abanderado por el Partido Popular, no anduvo tampoco
manco, y organizó en todo el territorio nacional, una recogida de firmas en
contra del nuevo estatuto catalán, además de promover un recurso de
inconstitucionalidad, en cuanto, el nuevo estatuto, ya desprovisto de todos los
añadidos susceptibles de inconstitucionalidad, había sido aprobado por el
congreso de los diputados y refrendado con los votos de los catalanes en el
perceptivo referéndum; provocando que el alto organismo emitiese una
controvertida sentencia, donde no solo se dejaba sin efecto las novedades del
nuevo estatuto, si no que se recortaban derechos reconocidos en el anterior.
De estos polvos viene
los lodos actuales, pues si a la sentencia del controvertido tribunal, le
añadimos la victoria electoral por mayoría absoluta del Partido Popular en las
generales de 2011, el enfrentamiento ya estaba servido, pues los dos
nacionalismos, el catalán y el español, ya no tenían obstáculo alguno para
mostrar su intransigencia del uno con otro, como así ha sido; El primero
extremando su provocación hasta el límite y el segundo, poniéndose a dormir en
la paja y negando toda posibilidad de dialogo, ni reconocer que el otro podía
tener parte de razón. La cuestión como todos Vds. han podido ver ha llegado al
límite de la locura, con una Cataluña dividida en dos polos opuestos, aunque
uno de ellos, el que algunos llaman del no, se encuentra atomizado en
ideologías casi irreconciliables, mientras que los del si son capaces de sobreseer
no solo sus diferencias sino incluso la corrupción que afecta de lleno a uno de
ellos, bajo el manto de la independencia, al precio que sea.
Todos dicen que la
solución no puede venir del estamento judicial, si no de la política y yo soy
de los que piensa que van cargados de razón, sin embargo observo que muchos de
los que lo dicen, como por ejemplo el Partido Popular o ERC o Convergencia
Democrática, hasta hoy no han dado la mínima facilidad para que este se
produjera, manteniéndose en posiciones irreductibles en todo momento. Los de
Podemos, que en Catalunya se han presentado junto con Iniciativa per Catalunya
Verds, i EUiA, lo que vendría a ser la IU catalana, en una coalición llamada
Catalunya Si es Pot (Catalunya Si se Puede), se encuentran hoy enrocados en la
decisión de convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña, donde
ellos abogarían por el no a la independencia y en el momento en que estoy
escribiendo estas líneas, empiezan a hablar de propuestas de cambio en la
constitución española, con el fin de atraer al electorado catalán a seguir
juntos con el resto de los españoles. Desde el PSC i su partido hermano el
PSOE, se propone directamente y de forma concreta una reforma de la
constitución en un sentido plenamente federal, a demás de la derogación de una
serie de leys y disposiciones que ha puesto en vigor el PP, y que en el fondo
son las responsables de la situación de miseria en que nos encontramos, (Ley mordaza,
LOMCE, TC, etc. etc.) Por desgracia, después del 27 S. el PSC, obtuvo tan solo
16 diputados y aunque algunos consideran que si sería posible un pacto con los
de Catalunya Si es Pot (11 diputados), para
iniciar un frente común en pro del federalismo, sin embargo antagonismos
casi de tipo personal de los ex comunistas con el PSC y el odio visceral que
manifiestan los líderes de Podemos hacia el socialismo que lidera en España
Pedro Sánchez, se me hace muy cuesta arriba sean capaces de llegar a acuerdo
alguno.
Siendo evidente que
el nacionalismo españolista, no va a dialogar nunca con el nacionalismo
catalanista, pues ambos parten de ideas que se basan en el sometimiento del uno
al otro, solo queda pensar si a partir del 20 de diciembre, se produce el cambio
en España, y el PSOE, consigue gobernar, serán capaces de dialogar el
nacionalismo catalán con la socialdemocracia, aunque yo creo no va ser tampoco
tarea fácil, no por falta de voluntad del socialismo, sino porque ello
obligaría al nacionalismo catalán a renunciar a la independencia a cambio de
aceptar una situación de estado federal para España.
Una sola cosa me hace
albergar la esperanza que este dialogo sea posible y nos lleve a la resolución
del problema, y es que el federalismo que impulsa el PSOE, sea lo
suficientemente fuerte para convencer a muchos de los que hoy en Cataluña ya
han perdido toda esperanza, y se han librado en cuerpo y alma al
independentismo, pensando en que ya no hay otra solución. Para ello se va a
requerir gran altura de miras, en los líderes de PSC, PSOE i el nacionalismo
catalán, y aquí si amigos que debemos convenir que Artur Mas, y Oriol
Junqueras, no son los más adecuados, o sea que empiecen a buscar.