Desde hace un montón de tiempo por los cafés i las tertulias, entre los expertos y los profanos, oía decir que uno de los grandes males de la economía española era su gran dependencia de sector del ladrillo; un sector que si bien en apariencia, ha generado una multitud de puestos de trabajo i digo en apariencia pues la mayor parte de ellos eran a precario o de baja renta salarial, al estar fundamentado en la especulación, no ha sido generador de riqueza, si no que no ha empobrecido a la mayoría mientras unos pocos, veían con fruición como aumentaba el saldo de sus cuentas corrientes.
Si embargo los gobiernos municipales han visto, en el ladrillo y un crecimiento desmesurado del parque de viviendas de su población, la posibilidad de intentar equilibrar sus siempre maltrechas finanzas, con el aumento de recaudación por IBI. Así como algunas entidades deportivas, que han conseguido esconder malas o desafortunadas gestiones en base a la recalificación de patrimonios inmobiliarios. También hay que decir que durante un tiempo, las grandes entidades financieras de nuestro país, vieron en el sector inmobiliario, la posibilidad de poder anotar pingues beneficios en sus balances, orillando en cierta manera el férreo control que el Banco de España ejerce sobre ellas, por sus actividades estrictamente financieras.
La crisis financiera planetaria, consecuencia de la revolución neocon, y sus proclamas de desmantelamiento del control estatal y de la falsa libertad de la ley de la oferta y la demanda, ha venido a poner coto al gran disparate y a resituar las cosas en su sitio.
En España, el gobierno socialista de José Luís Rodriguez Zapatero, denostado desde la derecha más rancia de Europa, ha tenido la valentía, de proclamar sin ambages, la necesidad de un giro económico que nos aparte del patrón ladrillo como generador de riqueza, y nos sitúe en patrones basados en la investigación el desarrollo, en las nuevas tecnologías i en las nuevas fuentes de energía renovables y por tanto más sostenibles.
Digo que ha tenido la valentía, pues al hacer esta apuesta, el gobierno no escoge el camino más corto para salir del marasmo, aunque si vale decir que es el más seguro y el que nos garantizará un tiempo mas largo de prosperidad.
Des de las filas del Partido Popular se burlan de esta propuesta, la critican e incluso la tachan de irreal; al fin y al cabo ellos son los que con su neoconservadurismo más integrista, han contribuido a que en todo el mundo se reconozca la necesidad de cambiar el sistema.
Dentro de pocos días los españoles al igual que el resto de Europa estamos convocados a las urnas para elegir la composición del próximo parlamento con sede en Estrasburgo; un parlamento hasta ahora dominado por la fuerzas derechistas que aplicando las doctrinas de Reegan Tatcher i Bush, nos han conducido al desastre económico más grande que ha conocido la humanidad des de la segunda guerra mundial. Ahora los europeos tenemos la posibilidad
de invertir el signo y situar en los escaños, a parlamentarios de izquierdas, valientes, que no teman proponer nuevas vías, para emprender todos juntos un nuevo orden económico basado en la solidaridad y en un justo reparto de la riqueza generada.
¿Podemos confiar que quien nos ha metido en el hoyo, puede sacarnos de el?