Parece ser que en España, en la entrada del siglo XXI, Federalismo es un término que produce un cierto pavor en un sector de la clase política, y como consecuencia a sus seguidores, hasta el punto que ni sus partidarios más convencidos se atreven a pronunciarlo, substituyéndolo por el eufemismo de “España Plural”; sin embargo, si nos atenemos a la definición del término y reflexionamos un poco, sin apasionamiento de ningún tipo, sobre la realidad social y cultural de la piel de toro, veremos que se trata del modelo de estado que mejor garantizaría la convivencia entre las distintas colectividades que conforman lo que venimos llamando España.
El federalismo se define como, una corriente de pensamiento político que concibe un orden mundial mediante un sistema de pactos entre diferentes pueblos, estados o naciones.
Que España la conforman una serie de pueblos con distintas peculiaridades, que con más o menos dificultades han venido conviviendo desde tiempos ancestrales, es una realidad que nadie con dos dedos de frente puede discutir. Que a partir del siglo XVIII, y como consecuencia de las teorías centralistas que impulsa la monarquía borbónica, se perjudica gravemente la convivencia entre los diversos pueblos hispánicos, intentando el predominio de una cultura sobre todas las demás, es también un hecho irrefutable. Que desde entonces hasta nuestros días, salvo pequeños períodos históricos excepcionales, la reivindicación de estos pueblos ha sido una constante, es también un hecho incontestable. Por todo ello, se hace imprescindible y urgente solucionar, lo que los españoles no fuimos capaces de resolver en el siglo XIX, el establecimiento de un modelo de estado, basado en la justicia, la democracia y la equidad, donde todos nos sintamos cómodos.
Si partimos de la base que ya en la constitución republica de 1931, se reconoce y establecen las autonomías de Cataluña, País Vasco i Galicia, como parte esencial del nuevo estado republicano, y que este hecho es trasladado y ampliado, en la constitución de 1978, como condición sine qua non para dar credibilidad a la nueva democracia; deberemos admitir, que cuando ha sido necesario plantearnos el tema de la forma de estado, los españoles acabamos adoptando posturas de tipo federal, aunque por presiones de los grupos nacionalistas, centralistas o periféricos, en lugar de desarrollar plenamente lo creado, nos quedamos a medias, como si nos arrepintiéramos de lo hecho, o prefiriéramos mantenernos en la ambigüedad.
Por lo demás, desde el nacionalismo centralista, no se ha dudado en deformar la enseñanza de la historia a fin de adaptarla a sus intereses, creando un falso concepto unitarista de España, basado en la asimilación por parte del medieval reino de Castilla, de todos los demás reinos ibéricos y por el lado de los nacionalismos periféricos, tampoco se ha tenido reparo alguno, en hurgar profundamente en las heridas, presentando la convivencia entre los distintos pueblos que conforman España, como una dominación e imposición de unos sobre otros. ¿Recuerdan Vds. el España se rompe del PP, en contra del nuevo estatuto de Autonomía de Cataluña? o ¿La continúa reclamación, más o menos velada, del derecho a la independencia de CiU, PNV, BNG i otras formaciones?
Un correcto desarrollo del estado autonómico, evolucionando hacia un estado federal, o sea transformando el Senado, como la verdadera cámara democrática de representación territorial, es lo que, según mi opinión, permitirá la superación de todos los conflictos; pues si bien se reconocería las diferencias entre colectividades, el hecho de encargar el desarrollo del conjunto a la unión de todas ellas, obligaría a cada uno a sentirse miembro de España, terminado de una vez por todas con el estéril debate de si uno se siente más catalán, vasco, gallego, andaluz, etc. que español, o el de la reclamación del derecho de autodeterminación cuando necesariamente, cada pueblo, nación, o lo que se le quiera llamar, habría hecho expresa renuncia al derecho de soberanía, para cederla a la colectividad.
Piensen Vds. a título de ejemplo, que el debate sobre las selecciones deportivas que hoy trae de cabeza a unos y otros perdería gran parte de su sentido, como sucede en todos los países de sólida estructura federal, Alemania por ejemplo, al considerarse el estado como una unión voluntaria de pueblos, parece pues de toda lógica que el esfuerzo se dirija a potenciar una selección deportiva representante del conjunto.
Tampoco tendría sentido el debate lingüístico, pues todas las lenguas pasarían a ser oficiales en todo el territorio, como riqueza de un patrimonio común de todos les españoles: hablen, entiendan o no cada una de ellas, patrimonio que el estado federal procuraría por su protección y mantenimiento.
Finalmente, con una potente cámara de representación territorial como seria el Senado convenientemente reformado, se pondría punto final al estéril debate a la búsqueda de identidad, española unos, o local los otros, con el único objetivo de confrontar-la con la de los demás, en la estúpida competición de quien es mejor. Quizás entonces la totalidad de los españoles, comenzaríamos a remar en la misma dirección, sin recelos de ningún tipo, con lo que se abre la posibilidad de un futuro de gran prosperidad para todos.
El federalismo se define como, una corriente de pensamiento político que concibe un orden mundial mediante un sistema de pactos entre diferentes pueblos, estados o naciones.
Que España la conforman una serie de pueblos con distintas peculiaridades, que con más o menos dificultades han venido conviviendo desde tiempos ancestrales, es una realidad que nadie con dos dedos de frente puede discutir. Que a partir del siglo XVIII, y como consecuencia de las teorías centralistas que impulsa la monarquía borbónica, se perjudica gravemente la convivencia entre los diversos pueblos hispánicos, intentando el predominio de una cultura sobre todas las demás, es también un hecho irrefutable. Que desde entonces hasta nuestros días, salvo pequeños períodos históricos excepcionales, la reivindicación de estos pueblos ha sido una constante, es también un hecho incontestable. Por todo ello, se hace imprescindible y urgente solucionar, lo que los españoles no fuimos capaces de resolver en el siglo XIX, el establecimiento de un modelo de estado, basado en la justicia, la democracia y la equidad, donde todos nos sintamos cómodos.
Si partimos de la base que ya en la constitución republica de 1931, se reconoce y establecen las autonomías de Cataluña, País Vasco i Galicia, como parte esencial del nuevo estado republicano, y que este hecho es trasladado y ampliado, en la constitución de 1978, como condición sine qua non para dar credibilidad a la nueva democracia; deberemos admitir, que cuando ha sido necesario plantearnos el tema de la forma de estado, los españoles acabamos adoptando posturas de tipo federal, aunque por presiones de los grupos nacionalistas, centralistas o periféricos, en lugar de desarrollar plenamente lo creado, nos quedamos a medias, como si nos arrepintiéramos de lo hecho, o prefiriéramos mantenernos en la ambigüedad.
Por lo demás, desde el nacionalismo centralista, no se ha dudado en deformar la enseñanza de la historia a fin de adaptarla a sus intereses, creando un falso concepto unitarista de España, basado en la asimilación por parte del medieval reino de Castilla, de todos los demás reinos ibéricos y por el lado de los nacionalismos periféricos, tampoco se ha tenido reparo alguno, en hurgar profundamente en las heridas, presentando la convivencia entre los distintos pueblos que conforman España, como una dominación e imposición de unos sobre otros. ¿Recuerdan Vds. el España se rompe del PP, en contra del nuevo estatuto de Autonomía de Cataluña? o ¿La continúa reclamación, más o menos velada, del derecho a la independencia de CiU, PNV, BNG i otras formaciones?
Un correcto desarrollo del estado autonómico, evolucionando hacia un estado federal, o sea transformando el Senado, como la verdadera cámara democrática de representación territorial, es lo que, según mi opinión, permitirá la superación de todos los conflictos; pues si bien se reconocería las diferencias entre colectividades, el hecho de encargar el desarrollo del conjunto a la unión de todas ellas, obligaría a cada uno a sentirse miembro de España, terminado de una vez por todas con el estéril debate de si uno se siente más catalán, vasco, gallego, andaluz, etc. que español, o el de la reclamación del derecho de autodeterminación cuando necesariamente, cada pueblo, nación, o lo que se le quiera llamar, habría hecho expresa renuncia al derecho de soberanía, para cederla a la colectividad.
Piensen Vds. a título de ejemplo, que el debate sobre las selecciones deportivas que hoy trae de cabeza a unos y otros perdería gran parte de su sentido, como sucede en todos los países de sólida estructura federal, Alemania por ejemplo, al considerarse el estado como una unión voluntaria de pueblos, parece pues de toda lógica que el esfuerzo se dirija a potenciar una selección deportiva representante del conjunto.
Tampoco tendría sentido el debate lingüístico, pues todas las lenguas pasarían a ser oficiales en todo el territorio, como riqueza de un patrimonio común de todos les españoles: hablen, entiendan o no cada una de ellas, patrimonio que el estado federal procuraría por su protección y mantenimiento.
Finalmente, con una potente cámara de representación territorial como seria el Senado convenientemente reformado, se pondría punto final al estéril debate a la búsqueda de identidad, española unos, o local los otros, con el único objetivo de confrontar-la con la de los demás, en la estúpida competición de quien es mejor. Quizás entonces la totalidad de los españoles, comenzaríamos a remar en la misma dirección, sin recelos de ningún tipo, con lo que se abre la posibilidad de un futuro de gran prosperidad para todos.