Se acerca el 11 de
setiembre, día en que hasta hoy, todos los catalanes independientemente de su
manera de pensar, celebrábamos la fiesta que nos identifica como pueblo
solidario, poseedor de una cultura evolucionada y que sigue en continua
transformación por la influencias de las otras con las que compartimos
residencia. Fiesta que de la que este año se han apropiado los que están
convencidos que este modelo de convivencia y solidaridad no debe seguir
evolucionando, si no que debemos substituirlo por otro de confrontación y
cerrado de puertas, o como mucho de abrirlas con condiciones que siempre van a
determinar la superioridad de unos ciudadanos sobre otros.
Sentada esta premisa, paso a
analizar la posición que en este asunto ha adoptado el Gobierno de la derecha
nacionalista de la Generalitat, que por un lado debería ser el gobierno de
todos los catalanes, pero que por otro va camino de ser el de una minoría de
excluyentes, temerosos de perder las más preciadas esencias.
Convergencia y Unió se había
definido siempre como un partido nacionalista, aunque de ningún modo
independentista, cuestión que yo personalmente
discutía muy ampliamente con un amigo militante de CDC, hoy
lamentablemente desaparecido, intentado hacerle ver la independencia de la
nación, como la meta suprema de todo nacionalismo que se precie, y que a mi
entender la posición de CDC de negar el independentismo, obedecía a una simple
estrategia, para permitir a Jordi Pujol seguir manteniéndose en el poder utilizando
su famosa ambigüedad calculada, que le permitía gozar de los apoyos necesarios
e interesados, incluso de otros nacionalistas contrarios como el Partido
Popular.
El regreso al poder de CiU
en 2010, después de siete años de travesía del desierto, de la mano de Artur
Mas, si bien aparentaba una voluntad de continuidad con el Pujolismo; muchas
declaraciones y algunas actitudes de los nuevos líderes ya insinuaban una
voluntad de hacer pasos adelante en el nacionalismo, aunque sin pasarse, pues
su gobierno en minoría de aquella legislatura, contó con el apoyo inestimable
del PP.
La nefasta gestión del tema
del estatuto de autonomía, que el Partido Popular protagoniza con el recurso y
posterior miope sentencia del un TC totalmente desprestigiado como institución
después que el PP se opusiera, a su renovación durante al mandato del PSOE, y
de toda una serie de recusaciones de uno y otro signo, que llevó a descalificar
una ley orgánica y fundamental del estado como fue el Estatuto de Autonomía de
Cataluña, ratificado por el parlamento catalán, enmendado y aprobado por el
parlamento español y votado en referéndum por el pueblo de Cataluña; consiguió
incrementar notablemente los creyentes en el discurso de la independencia como
solución a muchos de los problemas que la comunidad catalana tiene planteados,
en base sobre todo al dar verosimilitud al argumento utilizado por las
formaciones independentistas, que es imposible obtener nada de España a través
de la negociación pues con todo tipo de subterfugios no respetan los pactos a
los que se han llegado. Todo ello culmina, el 11 de setiembre del 2012, donde
un buen número de ciudadanos sale a la calle, al grito de independencia, aunque
muchos de ellos, asistieron en reclamación del llamado "derecho a decidir",
o sea que se reconozca el derecho de los ciudadanos a decidir sobre su futuro.
Los lideres convergentes,
encorsetados en un gobierno minoritario, y dependiente del PP, interpretan
equivocadamente la magna manifestación como un giro del electorado catalán
hacia el independentismo y es así que deciden convocar elecciones, pensando en
conseguir una mayoría absoluta, que les permita, administrar y utilizar esta
fuerza que se manifestó en la calle, como arma de negociación ante el gobierno
de Mariano Rajoy. El error de cálculo se pone de manifiesto cuando el resultado
electoral les es totalmente adverso, y aunque siguen conservando el ser la
fuerza más votada, los escaños disminuyen en gran número. Pactan entonces el
soporte a un nuevo gobierno aún más minoritario que el anterior con ERC, que
les pone como única condición el avance en el proceso soberanista, y el no
acceder a ninguna consejería, a fin de no desgastarse con la acción de gobierno.
Tanto es así que en el escaso año de legislatura que llevamos, el parlamento
catalán ha sido incapaz de sacar adelante ninguna ley, ni tan solo los
presupuestos de este año, salvo unos cuantos decretos y creación de organismos
referentes a la famosa consulta y la búsqueda de amparo legal para una
declaración de independencia.
Ahora cuando nos acercamos a
una nueva “Diada” que al pretender ser secuestrada por el independentismo
radical sin ambages de ningún tipo, consiguiendo la defección de muchos
dubitativos, que si bien están por el derecho a decidir, prefiere otro tipo de
opciones más solidarias con el resto de España que no la independencia, los de
CDC se quitan la careta y nos muestran su faz más próxima al fascismo de la
Lega Norte italiana, con el cartel que encabeza este articulo.
Estoy convencido del
negativo impacto en el entorno convergente que este cartel, junto con la cada
día mayor desafección de los votantes convergentes que señalan las encuestas,
es lo que obliga a Artur Mas, poco antes del Once de Setiembre, a iniciar una
especie de marcha atrás, diciendo que no se realizará una consulta que no sea
legal, y que en ningún caso va a convocar elecciones antes de 2016 agotando la
presente legislatura, elecciones, eso si, que el propio Artur Mas, califica de
plebiscitarias. Todo ello coincidiendo “casualmente” con una andanada contra el
PSC por parte de la fiscalía en referencia al más que enredado caso de
espionaje de Método-3, cuando este partido con sus planteamientos federalistas
está consiguiendo el soporte de sus homónimos del resto de España, y soportes
de organizaciones económicas catalanas como el Cercle de Economía, así como de
otros lobby, importantes en todo el territorio español.
Poco le dura a Convergencia
su quitada de careta, pues su ultranacionalismo catalán se queda pequeño en un
mundo globalizado como el de hoy y con toda seguridad, presiones de propios y
ajenos, están aconsejando al presidente catalán moderar muy mucho su ímpetu
pues una gran mayoría de catalanes, no ve adecuado a sus intereses una
confrontación interna en Cataluña, y mucho menos con el estado español, aparte
también de los inputs que llegan al Palau del la plaza de Sant Jaume, en el
sentido que la comunidad internacional, no está en estos momentos por la labor
de respaldar una secesión en Europa.
Veremos lo que sucede estos
próximos días, veremos qué actitud acaba adoptando ERC, después del "ara
no toca" de Don Artur Mas y si el acercamiento de CiU al PP, con las
conversaciones medio secretas, acaba por convertirse en una realidad, que le
permita aprobar los presupuestos y resistir hasta el 2016. En el momento de
escribir este artículo todo está en el aire, excepto, el paso atrás de Artur
Mas, que un servidor ya pronosticó hace tiempo en diversos comentarios en
facebook y otras redes sociales.
LA REALIDAD, NADA MAS.
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