Publico este artículo en la vigilia de la Diada Nacional
de Cataluña, el 11 de Setiembre de 2012, una fecha que se presenta algo movida
por el calentamiento que han producido todos estos que en nuestro país. Parecen
tan interesados en enfrentamientos tribales, y que alguien con muy buen
criterio en un momento determinado de la historia, definió como separatistas y
separadores; englobando en los primeros a los nacionalistas vascos y catalanes
y en los segundos a los nacionalistas españoles, dejando bien claro que ni unos
ni otros mueven un solo dedo para procurar un marco adecuado de convivencia pacífica de unos y otros en un
mismo espacio.
Será quizás porque mi infancia y toda la juventud, la
pasé anegado de mensajes ultranacionalistas españoles, que unos impresentables
fascistas, de ansias imperialistas, proclamaban a los cuatro vientos, sin
oposición ninguna y alentados por un gobierno autócrata y criminal que por
entonces regia, que acabé por aborrecer todo lo que sonaba a patrioterismo; y
será también por esto que se me eriza todo el vello del cuerpo, cuando oigo
algunas proclamas de estos nuevos ultra independentistas catalanes que parecen
me nieguen la posibilidad de que yo puede entenderme con los de Albacete,
además de acusarme de renegado porque me gustan las sevillanas, pues pienso no
hay prácticamente diferencia entre el discurso de unos y otros, siempre basado
en la confrontación y la competencia, como si de tribus o clanes diferentes se
tratara.
Ya se que en períodos de crisis, es cuanto más audiencia
tienen los discursos egocéntricos, ya sé que se hacen aparentemente más
soportable las desgracias, el culpabilizar a otro de la causa de los males de
uno; pero se me da parecer casi imposible que en la España del siglo XXI,
hayamos aprendido tan poco de nuestra trágica historia, más que de
desencuentros, podríamos decir de graves encontronazos, y ya se sabe el dicho
que los pueblos que ignoran su historia son condenados a repetirla.
Mañana día 11 de setiembre de 2012, muchos catalanes nos
vemos obligados a encerrarnos en casa, cuando por voluntad y tradición
hubiéramos salido a manifestarnos en afirmación de nuestra identidad,
solidariamente con los demás pueblos de España y Europa y el motivo, es que una
minoría de ciudadanos, como son los partidarios de la independencia, alentados
por un gobierno de la derecha nacionalista catalana, que oculta el terrible
fracaso de sus políticas ante la crisis económica, con una huida hacia delante
en nombre de un soberanismo de radicalidad extrema, se han apropiado de la
manifestación imponiendo sus lemas y consignas, sin haber ni siquiera intentado
el mínimo consenso con el resto de fuerzas políticas, no nacionalistas, en una
prueba más del carácter poco dialogante de estas doctrinas identitarias.
En verdad amigos, uno ya empieza estar harto de tanta
mezquindad, y sobre todo cuando ha podido comprobar, a lo largo de mis años de
existencia y lo que la curiosidad me ha hecho buscar en los libros, que el
llamado centralismo, que no es otra cosa que la divinización de un
ultranacionalismo español, siempre ha procurado la fatalidad y el atraso en
España, intentando ejercer un dominio sobre culturas distintas a la
predominante y por otro lado los nacionalismos llamados periféricos, cuando
solo buscan la confrontación desde el victimismo, como fórmula para esconder la
inutilidad de sus políticas a la hora de cohesionar la sociedad a su cargo.
No puedo por más que lamentar y criticar profundamente la
usurpación de la Diada de Catalunya que este año han hecho unas minorías y
desear de una vez por todas que despierten los pueblos conformadores de este
ente llamado España, y se den cuenta que una solución federal, es la mejor y
más positiva de cara a garantizar una convivencia desde el respeto a una
diversidad que nos enriquece a todos en conjunto.
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