Que la globalización ha pillado a contrapié a la izquierda europea, es una verdad incuestionable, pero que la segunda gran debacle histórica del capitalismo, está consiguiendo el resurgir de los valores fundamentales del socialismo democrático, es si cabe, mucho más importante.
Cuando Margaret Tatcher, consiguió ganar el pulso a las Trade Unions, los históricos sindicatos ingleses, pareció como si no hubiera otra alternativa al progreso que una regresión del concepto de estado y una liberalización descontrolada del mundo financiero, sugiriendo que por si solo el sistema se autorregularía. Esto fue lo que nos vendieron y en buena parte acabamos comprando todos, sin enterarnos que en realidad nos estaban estafando cuando bajo una apariencia de libertad y igualdad de oportunidades, (cualquier estadounidense puede llegar a presidente, o cualquier ciudadano que se lo proponga pueda hacerse rico si se esfuerza en ello), nos escondían un desmantelamiento del poder democrático, entregándolo a unos entes semi anónimos, denominados mercados, que no son más que unas élites acaparadoras de poder desde el sector financiero.
Ellos mandan y disponen en nuestro mundo, ellos quitan ponen presidentes, prescindiendo si es preciso del voto de los ciudadanos, como recientemente hemos podido comprobar en Grecia y en Italia. Ellos son también quienes han procurado a través del dominio de los medios de comunicación, una campaña de desprestigio de los valores socialdemócratas, introduciendo la falsa idea de las sociedades subsidiadas; con la aviesa intención de enfrentar a unos ciudadanos contra otros. Un ejemplo bien claro de esto lo estamos viviendo en España, con las manifestaciones del derechista por excelencia Duran i Lleida, cada vez que se refiere a los andaluces calificándoles de vagos, por el asunto de las peonadas, o todos aquellos ultranacionalistas españoles, que en pro de una mal entendida unidad patria, cargan sin miramientos contra lenguas y culturas distintas a la castellana.
Ellos, los mismos que hace pocos años, especulando con los alimentos condenaban a morir de hambre a un tercio de la humanidad, en cuanto consiguieron hundir a los países denominados del bloque socialista, con la caída del telón de acero y la consecuente puesta en evidencia de las miserias que este escondía, se han lanzado a un feroz ataque a la socialdemocracia europea, y en particular sobre su logro más importante el Euro, sistema que les pone al descubierto la falsedad de sus planteamientos, pues demuestra bien a las claras, que es posible un reparto justo de la riqueza, y perfectamente sostenible, dentro además de un ambiente de perfecta libertad. Todo ello bajo un planteamiento que intentan monopolizar y que conocemos con el nombre de Globalización.
Es aquí donde se ha pillado a contrapié a la izquierda democrática, que no supo en primer momento encontrar el discurso adecuado a este nuevo planteamiento global, decantándose los más extremistas a renegar de el, situándose en lo que conocemos como antisistema, y optar por una retirada a los cuarteles de invierno a los moderados; cuestión que ha dejado en cierta manera el campo libre al neoliberalismo y neoconservadurismo, que desde las posiciones de poder conseguidas en las urnas, y un casi total dominio de los medios de comunicación ha logrado calar su discurso, llamémosle poco democrático, como si de la única alternativa al marasmo donde ellos mismos nos han metido se tratara.
Por fortuna no todo está perdido, y en la campaña electoral francesa se están oyendo, por parte de un remozado Partido Socialista y de su líder François Hollande, nuevos discursos donde no se omite la Globalización, ni se pretende destruirla, si no sacarla de la senda de la confrontación donde la derecha nacionalista la ha metido, para situarla donde de buen principio ha debido estar, en el terreno de la convivencia la justicia social, y los derechos humanos.
Cuando Margaret Tatcher, consiguió ganar el pulso a las Trade Unions, los históricos sindicatos ingleses, pareció como si no hubiera otra alternativa al progreso que una regresión del concepto de estado y una liberalización descontrolada del mundo financiero, sugiriendo que por si solo el sistema se autorregularía. Esto fue lo que nos vendieron y en buena parte acabamos comprando todos, sin enterarnos que en realidad nos estaban estafando cuando bajo una apariencia de libertad y igualdad de oportunidades, (cualquier estadounidense puede llegar a presidente, o cualquier ciudadano que se lo proponga pueda hacerse rico si se esfuerza en ello), nos escondían un desmantelamiento del poder democrático, entregándolo a unos entes semi anónimos, denominados mercados, que no son más que unas élites acaparadoras de poder desde el sector financiero.
Ellos mandan y disponen en nuestro mundo, ellos quitan ponen presidentes, prescindiendo si es preciso del voto de los ciudadanos, como recientemente hemos podido comprobar en Grecia y en Italia. Ellos son también quienes han procurado a través del dominio de los medios de comunicación, una campaña de desprestigio de los valores socialdemócratas, introduciendo la falsa idea de las sociedades subsidiadas; con la aviesa intención de enfrentar a unos ciudadanos contra otros. Un ejemplo bien claro de esto lo estamos viviendo en España, con las manifestaciones del derechista por excelencia Duran i Lleida, cada vez que se refiere a los andaluces calificándoles de vagos, por el asunto de las peonadas, o todos aquellos ultranacionalistas españoles, que en pro de una mal entendida unidad patria, cargan sin miramientos contra lenguas y culturas distintas a la castellana.
Ellos, los mismos que hace pocos años, especulando con los alimentos condenaban a morir de hambre a un tercio de la humanidad, en cuanto consiguieron hundir a los países denominados del bloque socialista, con la caída del telón de acero y la consecuente puesta en evidencia de las miserias que este escondía, se han lanzado a un feroz ataque a la socialdemocracia europea, y en particular sobre su logro más importante el Euro, sistema que les pone al descubierto la falsedad de sus planteamientos, pues demuestra bien a las claras, que es posible un reparto justo de la riqueza, y perfectamente sostenible, dentro además de un ambiente de perfecta libertad. Todo ello bajo un planteamiento que intentan monopolizar y que conocemos con el nombre de Globalización.
Es aquí donde se ha pillado a contrapié a la izquierda democrática, que no supo en primer momento encontrar el discurso adecuado a este nuevo planteamiento global, decantándose los más extremistas a renegar de el, situándose en lo que conocemos como antisistema, y optar por una retirada a los cuarteles de invierno a los moderados; cuestión que ha dejado en cierta manera el campo libre al neoliberalismo y neoconservadurismo, que desde las posiciones de poder conseguidas en las urnas, y un casi total dominio de los medios de comunicación ha logrado calar su discurso, llamémosle poco democrático, como si de la única alternativa al marasmo donde ellos mismos nos han metido se tratara.
Por fortuna no todo está perdido, y en la campaña electoral francesa se están oyendo, por parte de un remozado Partido Socialista y de su líder François Hollande, nuevos discursos donde no se omite la Globalización, ni se pretende destruirla, si no sacarla de la senda de la confrontación donde la derecha nacionalista la ha metido, para situarla donde de buen principio ha debido estar, en el terreno de la convivencia la justicia social, y los derechos humanos.
¿Podríamos dejar de llamar "avance" a la "igualdad de oportunidades"? Este ha sido un concepto de la derecha de toda la vida y, dicho de paso, lleva implícito los "valores" de individualidad, egoísmo, competición entre iguales y acumulación, cuando desde la izquierda deberíamos evitar estos valores y luchar por lo colectivo, cooperativo y reparto. Justicia Social (o igualdad de resultados, esta última definición menos comercial) SI ,igualdad de oportunidades NO. TU Y YO, no tú o yo.
ResponderEliminarLa idea de una república debe ir ligada a un principio básico y fundamental de democracia. Un pueblo demócrata, por principio debe ser republicano. No debemos ligar la crisis monárquica actual a un posible cambio, ya que esta crisis es circunstancial, momentánea, puede ser pasajera. La idea de República la debemos ligar no solo a los demócratas de izquierda, también demócratas de derechas son republicanos. Si esa idea se extiende a toda la sociedad es más fácil acceder aser un país republicano sin confrontación, sin divisiones internas.
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