Desde el nacionalismo catalán, y con el fin de de buscar soportes
internacionales a sus posiciones independentistas intentan, emular, el proceso
que se ha iniciado en Escocia, con el que pretenden llevar a cabo en Cataluña,
sin atender a la distinta realidad de uno y otro país ni al modo de llevar a
cabo el procedimiento, pues desde las postrimerías del siglo XIX, cuando el
nacionalismo catalán comienza su singladura bajo el lema de la “Renaixença”, se
hace desde una posición de enfrentamiento con España, que a su vez y desde una
posición también ultranacionalista, responde con particular agresividad, sin
intentar nunca comprender si existe algo de razón en los planteamientos del
otro bando. Es aquello de los separatistas y separadores, que siempre ha
impedido cualquier posibilidad de dialogo y búsqueda de soluciones comunes.
En el caso escocés, si bien existe un nacionalismo claro representado por
el partido que preside Alex Salmond, no encuentra rival en el otro lado, pues
nunca se ha pretendido, que Gran Bretaña sea una entidad nacional, si no una
especie de conglomerado de entidades nacionales, como Gales, Inglaterra,
Irlanda del Norte y la propia Escocia, como si ha sido el caso de España, donde
desde el absolutista Felipe V en siglo XVIII, se ha pretendido crear una
entidad dominante, la castellana, que anulase todas las demás que configuran el
mosaico de la hispana tierra.
También debemos considerar que el nacionalismo escocés resulta
especialmente peculiar, pues la independencia que predican es si más no algo
light, pues no quieren abandonar la libra esterlina ni tampoco la jefatura del
estado que representa la monarquía británica y con todo las encuestas más
optimistas solo les dan un 27% de apoyo a las tesis independentistas frente un
44% que se opone totalmente. Cuando en Cataluña, con un nacionalismo totalmente
rompedor que poco o nada quiere saber con el resto de España, todas las
encuestas vaticinan en estos momentos un claro empate técnico, alrededor del
45%% de partidarios y opositores a la independencia.
Si bien con todo lo expuesto, y mucho más que podríamos poner sobre la mesa
hurgando en las páginas de la historia,
debemos considerar que Cataluña y Escocia se parecen lo mismo que un
huevo y una castaña; también podemos afirmar que España y la Gran Bretaña, son
entes completamente distintos y que en algunos períodos histórico se han
encontrado en polos diametralmente opuestos.
Cuando en 1707, se crea el Reino Unido de la Gran Bretaña, entre
Inglaterra, Gales y Escocia, al que más tarde, en 1800, se añadiría Irlanda,
todos ellos disponían de régimen parlamentarios, cuyas instituciones se encargaron
de ratificar los acuerdos. En la misma época, en España, concretamente en 1714,
finalizada la guerra de sucesión, se unificaban los reinos que la componían, con la inauguración de la época borbónica, que
prosiguió con el absolutismo que ya practicaba la dinastía anterior los
Austrias, respetando tan solo las singularidades en forma de fueros, de los
reinos de Navarra y el País Vasco, que le permanecieron fieles, e imponiendo
las leyes y usos de la nación castellana a Cataluña, por haberle traicionado al
tomar partido por la casa de Austria en la guerra antes mencionada. Como se ve
la diferencia entre España y Gran Bretaña, es abismal, pues del mismo modo que
por el tratado de unión en Gran Bretaña, no se pretende crear un nuevo ente
nacional, que substituya las entidades nacionales que lo componen, aquí, se
pretende asimilar todas las naciones en una sola, la mayoritaria, que venía a
ser la castellana.
De todo ello cabe deducir, que él origen la gran disparidad, entre los
procesos reivindicativos de independencia de Escocia y Cataluña, hay que
buscarlas en las diferencias históricas que hemos expuesto y particularmente en
el hecho que nunca se pretendido constituir una gran Bretaña como nación y sin
embargo si se viene haciendo en España desde hace trescientos años; así es
fácilmente entendido, que En el Reino Unido no se ponga inconveniente en
realizar una consulta en Escocia, e incluso el primer ministro británico, el
conservador David Cameron haga campaña a favor del no desde un punto de vista
positivo, mostrando las ventajas a los escoceses de seguir unidos bajo la
bandera de la Unión Jack, y aquí en España, se pongan todo tipo trabas incluso
constitucionales, y el presidente del Gobierno el ultra conservador Mariano
Rajoy pretenda solventar el tema desde la negatividad, cerrándose al dialogo y
lanzando terribles amenazas para llevar un proceso semejante. Buena prueba de
lo mal que se plantea el tema es que trescientos años más tarde, se hable aún,
por parte del ultra nacionalismo español, de españolizar niños catalanes, y se
pongan trabas al desarrollo de las lenguas vernáculas distintas al castellano,
en lugar de asumirlas como una fuente de riqueza cultural para España..
Resumiendo amigos, por todo lo expuesto hasta aquí debemos deducir, que hoy
tal y como están las cosas, y desde la visión nacionalista que tanto en
Cataluña como en España imperan, deviene imposible una segregación territorial
de manera pacífica, al no encontrar sustento jurídico ninguno que pueda
ampararla, la Constitución de 1978 sigue señalando como fundamental el hecho
nacional español, y acepta el estado autonómico prácticamente como una mera
descentralización administrativa. Pensar en esta legislatura, en una reforma en
profundidad de la constitución que venga a poner remedio a este estado de
cosas, es totalmente imposible mientras el nacionalismo siga campando en la
Moncloa y con mayoría absoluta; porque amigos, Cataluña no es Escocia ni España
es Gran Bretaña, como reza el título de este articulo, pero también debemos
decir que a pesar de militar en el mismo partido a nivel europeo, Rajoy no es
Cameron, ni por asomo!!!
Por otro lado está la visión federalista, que a mi entender es el camino
hacía un perfecto encaje de los distintos pueblos que componen España, en un
marco donde todos se sientan cómodos y aporten sus valores en una causa común,
pero esto será objeto de otro artículo, pues ya está bien de rollo por hoy.
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