Los españoles llevamos casi
cinco años durmiendo en el pajar, atontados por las promesas reiteradamente
incumplidas, de una derecha reaccionaria, y anonadados ante una izquierda
enfrascada en lamerse sus heridas después de la pérdida de confianza de un electorado,
que les ha abandonado en cuanto han olido su desorientación ideológica.
Problemas antiguos y
específicos de nuestro país, que ya se intuían en los albores de nuestra
democracia, hoy cobran una dimensión estratosférica, por cuanto en los treinta
y cuatro años que llevamos de estado de derecho, no hemos sido capaces de
solucionar, si no ni tan solo de disimular, o como se decía antaño de poner
paños calientes.
El título del presente
articulo “Pongamos el país a trabajar”,
viene del recuerdo de una expresión que un joven Felipe González, que a
primeros de los años 80 del pasado siglo, cuando ya intuía, una posibilidad
real de alcanzar el poder, fustigaba al entonces gobernante Adolfo Suárez, con
la necesidad de sacar el país adelante mediante el trabajo y la cooperación de
todos los ciudadanos.
Bien es cierto que aquellos
eran tiempos muy duros, nuestro país, que salía de un estado de autarquía y
aislamiento internacional, se encontró de golpe y porrazo con una especie de
“aggiornamiento” que le obligaba en pocos años a meterse de lleno en una Europa
que llevaba años de progreso y estado del bienestar; Sin ningún genero de
dudas, en 1982 con el PSOE en el gobierno respaldado por una mayoría absoluta,
emprendió el camino de poner el país a trabajar y en la dirección correcta,
castigando y reprimiendo las prácticas empresariales poco ortodoxas como las
del inefable Jose Maria Ruiz Mateos; saneando un sector público, librándolo de
las empresas con pérdidas y no imprescindibles para el servicio público, la
mayoría de ellas procedentes de la nacionalización de empresas en pérdidas de
los amigos del dictador como el caso de Calzados Segarra de la Vall de Uxo;
abriendo paso a la inversión industrial extranjera, y potenciando la
exportación de los productos españoles y así hasta un largo etcétera que
consiguió poner el país a trabajar en un sentido de modernidad.
Sin embargo toda aquella
extraordinaria movida chocó con un obstáculo, en un principio impredecible como
es la falta de una auténtica clase empresarial, en el buen y actual sentido de
la palabra; que aprovechó la circunstancia de la inversión extranjera, para
vender sus fábricas y dedicar el capital obtenido a la especulación pura y
dura, que como todos sabemos no crea ningún tipo de riqueza. Los años del
aznarato, no hicieron más que sacralizar las prácticas especulativas; con la
famosa ley del suelo por la que se declaraba, salvo raras excepciones,
urbanizable todo el territorio nacional.
De hecho deberíamos
convenir que a Felipe le falló saber encontrar un nuevo modelo donde basar la
economía del país, un nuevo modelo que viniera a substituir todas aquellas
grandes industrias como los Altos Hornos, la Siderurgia y muchos otros, que se
vio obligado a desmantelar ante la imposibilidad de conseguir rentabilizarlos
en el corto y medio plazo; además, quien dentro de España, debería haberle
ayudado en fijar el nuevo rumbo, poco tenia de inversor serio y solo estaba
preocupado por encontrar rentabilidad en el corto plazo.
Hoy además de la crisis
internacional que sin ninguna duda nos afecta, en España está apareciendo de
nuevo el gran tema no resuelto entonces; pues tras el estallido de la burbuja
inmobiliaria, nadie sabe a ciencia cierta dirigirnos hacia un nuevo modelo
económico que vuelva a poner el país a trabajar, y otra vez también ahora, la
llamada clase empresarial nos decepciona por su manifiesta incompetencia, que
solo ha sabido esconder tras la especulación inmobiliaria o financiera, y
pretende retrocedernos en derechos y libertades hasta el siglo XIX en aras de
una mal entendida competitividad; vean las declaraciones de Juan Rosell
presidente de la CEOE, pidiendo más rebajas en los salarios.
Hoy más que nunca es
necesario poner el país a trabajar, pues nadie con dos dedos de frente puede
entender que nos sacaran de la crisis, fomentando el desempleo, suprimiendo
prestaciones y bajando los salarios, tal y como predican los adoradores de la
Austeridad.
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