miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA BERLUSCONIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA


El sistema político menos malo de todos, la democracia, según decía Sir Winston Churchill; sigue siendo a mí entender, el único sistema inventado por el hombre, capaz de contener los abusos del poder. Todos los demás, que se han venido intentando poner en práctica, durante el pasado i convulso siglo XX, han fracasado rotundamente en su intento, pues al final han degenerado en la tiranía, que como todo el mundo sabe, es la forma más arbitraria de ejercicio del poder.

A pesar de ello, la democracia sigue siendo un sistema de por si frágil, que necesita ser defendido, por parte de fervientes convencidos, de todos los ataques que de manera más o menos sutil, viene recibiendo desde el comienzo de la historia.

Como es bien sabido, el principio fundamental de la democracia, y la característica fundamental que la distingue de cualquier otro sistema, es la independencia de los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, independencia que garantiza un efectivo control de uno sobre la función de los otros dos, previniendo de este modo los abusos y garantizando la libertad de los ciudadanos.

En los tiempos que corren, las democracias occidentales al fin y al cabo, las únicas que de verdad pueden ser consideradas como tales, como consecuencia del fenómeno llamado globalización, vienen experimentando un cierto aunque muy sutil ataque en el propio corazón del sistema, consistente en el aumento del potencial de poder del sector económico, en detrimento del poder político, incapaz aun de superar el localismo del estado nación. Las mercancías y los capitales, circulan libremente y sin fronteras por todo el mundo y por el contrario, en el mundo actual, levantamos muros y fortificamos fronteras, para impedir la libre circulación de personas. Superamos las barreras nacionales para los capitales, (el dinero no tiene patria) y por otro lado reforzamos las identidades nacionales, en base a poner todo tipo de trabas a los fenómenos migratorios.

Una de las consecuencias inmediatas del desfase de potencial, entre los poderes político, (incluyo en el concepto político, los poderes legislativo, ejecutivo i judicial) y un poder económico globalizado, ha sido la aparición del conformismo en las sociedades occidentales, parece que la sociedad se ha acomodado en un cierto bienestar y admite sin queja ninguna, que unos pocos dominen la situación mundial, explotando salvajemente a un tercio de la humanidad a la que se priva de los mínimos indispensables, y arruinando el futuro de la próximas generaciones. Tan solo pequeños brotes surgen de vez en cuando, como por ejemplo las protestas por la guerra de Irak, pequeños brotes que quedan en solo esto, por el hecho que ninguna organización recoge la antorcha del liderazgo.

Uno de los ejemplos más claros de este conformismo i abulia de progreso, lo tenemos en Italia, donde democráticamente se elige un corrupto, aliado de neofascistas, representante del poder económico, como jefe de gobierno, un personaje que con su dominio absoluto sobre el poder legislativo, está cargándose al poder judicial en su país, i con ello el sistema democrático, dictando y reformando leyes para que le cubran sus desmanes; i todo ello sin perder un ápice de su apoyo electoral y sin que la oposición de izquierdas aparezca por ninguna parte.

Algo parecido empieza a ocurrir en nuestro país, cuando en Valencia, las sospechas de connivencia, entre el Tribunal Supremo de Justicia de la región i las altas instancias del gobierno autonómico, se hacen del todo evidentes; i las encuestas siguen dando la mayoría absoluta, no solo al PP, si no al propio Francisco Camps.

Algo hay que hacer amigos, la izquierda europea debe reaccionar i buscar el discurso del siglo XXI y volver a liderar el progreso de la democracia, para que las generaciones venideras no deban lamentar la pérdida del menos malo de todos los sistemas de gobierno que ha inventado el hombre.

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