Dos peligros acechan al joven líder presumiblemente liberal, aunque con
veleidades de extrema derecha. Por un lado un Partido Popular que se revuelve e
intenta sobrevivir a los graves errores cometidos, desde su posición de segunda
fuerza política y por otro lado la disidencia interna a la vista de los
fracasos que se suceden uno tras otro desde que Rivera y su equipo decidieron
abandonar el liberalismo y la moderación para entregarse en cuerpo y alma al
conservadurismo más reaccionario.
En los últimos procesos electorales buena parte de sus votantes, han
regresado al nuevo PSOE liderado por Pedro Sánchez, al comprobar que este
partido si satisface ahora sus ansias de democracia y libertad, por cuanto ha
regresado sin duda ninguna a sus principios fundamentales, mientras que por el
contrario, Albert Rivera, se encuentra cada vez más cómodo en la derecha
reaccionaria, alejándose del centro político y de la derecha europea. Hemos
podido comprobar también estos últimos días, como pese a la promesa efectuada
en campaña electoral de no pactar ni mantener ningún contacto con la extrema
derecha, no se avergüenzan lo más mínimo de estampar su firma en documentos
junto al PP y VOX y de callar, para no condenar las extemporáneas declaraciones
de los miembros del ultra derechismo a los que han abierto de par en par las
puertas de las instituciones, que estos días vienen haciendo, con marcado
carácter machista y discriminatorio.
Por otro lado Rivera la tiene cogida con Pedro Sánchez y quizás en su afán
de actuar al igual que si fuera la alternativa de gobierno, que no lo es, se
niega a considerar la posibilidad de una abstención para facilitar la
investidura de Pedro Sánchez, como presidente del gobierno, todo ello para
poder seguir manteniendo la gran mentira que empezó con la moción de censura,
que Sánchez tiene un pacto secreto con los independentistas.
No sé si soy yo solo al que le parece que Rivera, ya en campaña electoral y
ahora después de las Municipales, Autonómicas y Europeas del pasado 26 de Mayo,
que se le ve especialmente nervioso, a veces incluso algo desencajado de forma
que me hace pensar que no debe ver muy segura su posición en el Partido: Las
recientes dimisiones, Nart, Cristina Punset y sobre todo de Toni Roldan, que le
acusó directamente de haber girado a la derecha, le deben preocupar
especialmente. Aunque a mi entender el público rapapolvo que uno de los
fundadores del partido naranja, Francesc de Carreras, le propinó desde el
diario El País, hace pocos días le ha dejado del todo noqueado.
Parece mentira que no quiera darse cuenta del gran error que está
cometiendo, abandonando la estrategia que le proporcionó más éxito en un
momento dado, como fue el presentarse como el regenerador de la política
española con un Partido Popular enlodado hasta las cejas por la corrupción.
Entonces consiguió, que una buena parte del electorado popular se pasase a sus
filas, al igual que antes había conseguido enrolar a algunos socialistas
quejosos de la actitud displicente del llamado aparato.
Su blanqueo del Partido Popular, el abandono de su posición liberal de
centro-derecha y su entrega absoluta al conservadurismo más abyecto hasta el
punto de firmar pactos con VOX; acompañado
de sus continuos fracasos electorales traducidos en que nunca logra
sobrepasar al PP, creo que le sitúan en posición de despido ante aquellos que
impulsaron la creación del Partido Ciudadanos, como la nueva derecha española,
acorde con la del resto de la Unión Europea, no contaminada por veleidades
dictatoriales.
A pesar de ser un socialdemócrata convencido, a pesar de estar
indefectiblemente al lado de los valores humanistas de Libertad, Igualdad, y
Solidaridad, entiendo que en España, en Europa y en él mundo, es necesaria la
existencia de una derecha, centrada, liberal y federalista, que abomine de los
tics ultranacionalistas y no añore una dictadura como fue la franquista. Una
derecha favorable a una Unión Europea, de corte federal, como fórmula para
convivir en un mundo multipolar como el que se nos está construyendo en el
siglo XXI, Un mundo capaz de solucionar los problemas locales desde una visión
global; una política que deje de utilizar las herramientas del siglo XX para
solucionar problemas del siglo XXI. Pero ¿es posible conseguir esto en nuestro
país, partiendo las actuales premisas? A mi entender es necesario un cambio
radical en la derecha española, un cambio o quizás mejor decir revolución, del
mismo estilo de la que se ha hecho en el Socialismo español de la mano de Pedro
Sánchez, donde todos aquellos que se habían acomodado en la dirección del mismo
abandonando los valores básicos de su ideología han sido desplazados y
apartados de cualquier área de poder y tan solo aquellos con afán de construir
el nuevo socialismo del siglo XXI, se les ha situado en puestos de relevancia
política; cuestión que no solo ha conseguido situar al PSOE en los primeros
puestos electorales, sino que pone en evidencia, la inutilidad de la otra
fuerza izquierdista que se había preparado para sustituirle.
¿Pasará lo mismo en el Partido Popular, los próximos 4 años? ¿Se
substituirán sus dirigentes por nuevas caras capaces de aportar una verdadera
regeneración? ¿Menguará o incluso desaparecerá Ciudadanos absorbido por la
nueva derecha del siglo XXI? o ¿Quizás la revolución en la derecha española
pasará por Ciudadanos, sin Albert Rivera?
En los próximos cuatro años vamos a tener las respuestas a esta preguntas,
pero sea como sea, Rivera no tiene puesto en esta nueva derecha.