De siempre he estado
convencido que del mismo modo que la cabra tira al monte, el nacionalismo, por
muy moderado que se presente y actúe en algunos momentos de la historia, cuando
alcanza el poder indefectiblemente tiende a prescindir de la democracia y
reclamar para sí el poder absoluto.
En diversos períodos
de la historia hemos podido comprobar que siempre ha sido así, aunque en estos
últimos tiempos en España, después de la
dictadura franquista, se nos presentara un nacionalismo español y periférico,
muy respetuoso con la democracia, en cuanto ha llegado al poder en España y las
encuestas le vaticinan además, un largo período de permanencia, por haber
conseguido cargarse o quizás mejor decir, “domesticar” a la oposición que podía
representar un peligro para el,, empieza a promover leyes y disposiciones, como
la ley mordaza, la LOMCE, y muchas otras, con clara intención de restringir las
libertades y el poder de decisión del ciudadano.
Estos días, leemos
con estupor, las propuestas que se están haciendo en Cataluña, por parte de
ERC, socio de gobierno del PDECAT (antigua Convergencia Democrática), de
modificar el reglamento del Parlament de Catalunya, con el fin de aprobar leyes
sin el perceptivo debate, opción que cualquiera puede entender, relegaría a la
representación ciudadana a la total irrelevancia, a no ser que haya votado la
opción que ocupa el gobierno.
También se propone,
utilizar a los parados como una suerte de escudos humanos, en el momento de
celebrar un referéndum de autodeterminación, que el máximo tribunal del país
considera contrario a la Constitución Española, para evitar responsabilizar a
funcionarios y políticos, como sucedió en el famoso 9N en que han resultado
condenados altas personalidades del nacionalismo catalán.
Por último. El
presidente de la Generalitat de Catalunya, no electo por cierto, sino fruto de
la imposición de la fuerza radical CUP; tiene la osadía de dar publicidad a una
imagen como la que encabeza este artículo en donde, posando ante las
disposiciones del Tribunal Constitucional referentes a lo del Referéndum, nos
viene a decir que se las piensa pasar por el forro.
En otros lares la
cosa no pinta mejor que en España, en Francia Marine Lepen, está adquiriendo
gran protagonismo, con el tema que ella representa un gran cambio, en las
políticas que hasta ahora se han llevado a cabo en Francia y en Europa, cuando
en realidad, no se trata de un cambio sino una vuelta atrás, a través de
políticas segregacionistas, por el tema de religión, raza, o cultura. De llegar
ella al poder, no tardará en buscar la forma de frenar la democracia, que le
puede echar del gobierno en cuanto las mayorías, empiecen a olerse que el
progreso que va llevar va ser solo para unos pocos a cambio de la explotación
de muchos, a los que se exigirá sacrificios en nombre de la patria.
No hablo de Estados
Unidos, donde un Donald Trump, está poniendo en gravísimo riesgo la paz
mundial, incrementando y provocando, por su cuenta y sin encomendarse a nadie
más, incidentes en diversas partes del mundo, en nombre de un nacionalismo
americano, que bien se resume en su proclama “América First”.
Solo el socialismo
democrático, puede detener esta locura, solo las propuestas de diálogo, negociación
y pacto, nos conducirán de nuevo a una senda de entendimiento y evitar el
gravísimo retroceso que el nacionalismo está a punto de provocar. Es
absolutamente necesario, que la socialdemocracia en Europa y el resto del
planeta, se regenere con premura, que se sacuda de encima, los tics
neoliberales, y regrese a sus principios fundamentales de libertad, igualdad y
solidaridad, que deje de lado de una vez por todas los conceptos de nación,
patria, etc. que históricamente nos han conducido a la confrontación
destructiva y vuelva al
internacionalismo y considerar como única patria el género humano en su conjunto,
tal y como cantamos los de izquierda cada vez que entonamos la Internacional.