Es verdad que los
acontecimientos se precipitan y en este país, España, de golpe y porrazo parece
que todo se tambalea, incluso lo más sagrado, y que lo hecho hasta hoy ya no
sirve, aunque algunos pusilánimes, se aferren como lapas al inmovilismo más descarado,
no hacen más que intentar una inútil resistencia a un cambio generacional de
carácter progresista, que se quiera o no va acabar imponiéndose.
Vivimos, los españoles una
fase extraordinaria de nuestra historia, donde todo lo que parecía eterno y
perdurable, por las propias miseria humanas está desplomándose
estrepitosamente; ¿quien hubiera creído hace tan solo treinta años que las
grandes instituciones del estado, como el Tribunal Constitucional, El Tribunal
Supremo, la Audiencia Nacional, e incluso la propia Monarquía, estarían en
situación de total desprestigio?
Es a mi entender una
situación totalmente inadmisible, que la democracia no haya entrado, después de
treinta años en el estamento judicial, hasta el punto no solo de haberse
convertido en refugio de los partidarios del antiguo régimen autocrático, si no
que la propia endogamia, les está poniendo al descubierto todas sus miserias,
Un presidente del supremo que se pagaba sus juergas con el dinero público; una
animadversión generalizada, hacia el estado autonómico, que llega hasta el
punto de burdas maquinaciones en el TC hasta en base a reacusación a un miembro, susceptible de
cambiar las mayorías.
Todo ello junto a una
crisis económica sin par, hace que desde la base del pueblo llano se empiece a
manifestar un hartazgo y una desconfianza total, hacia los representantes
democráticamente elegidos e incluso hacia el propio sistema democrático; por
cuanto parece que nadie sea capaz de encontrar un verdadero camino que nos
conduzca a la salida del túnel, o al menos que sea capaz de hacernos creer en
la esperanza que lo encontraremos en breve plazo.
Este hartazgo que en
Cataluña ha tomado el derrotero independentista; auspiciado por un gobierno de
la derecha nacionalista que como un regalo caído del cielo, ha encontrado en
ello la oportunidad de esconder tras la señera estrellada el fracaso de su
política económica de recortes y austeridad extrema, llevando la región al
borde del colapso; ha despertado en buena parte de formaciones políticas españolas
la necesidad de buscar en el federalismo la solución a una estructura de estado
respetuosa con la diversidad fuente de riqueza de España; cuestión que ha
comportado la inmediata reacción de las fuerzas ultranacionalistas españolas
del Partido Popular, que inmediatamente se han autoproclamado defensores a
ultranza de la constitución de 1978 y de una sagrada unidad de España, mientras
que Artur Mas líder del nacionalismo catalán, habla de la imposibilidad de
encajar Cataluña en España, en una clara voluntad de buscar la confrontación.
Los que desde Cataluña
venimos defendiendo el federalismo como la gran fórmula, para implicar a todos
los pueblos que componemos España en un proyecto común desde el respeto a la
diversidad; nos alegramos en sobremanera de las palabras del secretario general
del PSOE a favor de esta fórmula, mostrándose incluso dispuesto a reformar la
constitución si fuera necesario, después de haberlo consensuado con los
representantes socialistas en los territorios; pues nos abre la esperanza que a
partir del momento en que el socialismo recupere el poder en España y en sus
comunidades autónomas, los españoles y quizás por primera vez en toda la
historia, remaremos todos juntos y en la misma dirección, materializando un
proyecto que a buen seguro nos permitirá superar el marasmo donde hoy estamos
metidos. Si además resultase que este federalismo, los españoles decidiéramos
situarlo en un marco republicano, pues miel sobre hojuelas, no les quepa duda
alguna.
Querido Cosme, cunde cada vez más la sensación de que el federalismo tampoco contentaría a la sociedad catalana. Un federalismo racionalmente planteado sería bueno para España en su conjunto pero no para la "cuestión catalana". Me temo que, o se discrimina al resto de Comunidades Autónomas optando por una solución asimétrica que sería dudoso calmara temporalmente al nacionalismo catalán, o adelantaríamos poca cosa.
ResponderEliminarAmigo José Antonio, estoy convencido que el fedaralismo, racionalmente planteado como tu dices, si acabaria satisfaciendo a la mayoria de la sociedad catalana, aunque nunca conseguirá reducir a los nacionalistas a ultranza que al igual que los ultranacionalistas españoles, no están para un trabajo en común si no en la confrontación que les permita el dominio de uno sobre otro.
Eliminar