Llega la hora de la verdad,
con la victoria del socialista Hollande en la segunda potencia de la UE, se
abre por fin el camino hacia la salida de la crisis económica, con la apuesta
por el crecimiento, en lugar de la pura y exclusiva austeridad que nos estaba
conduciendo inexorablemente a los infiernos de la frustración y ruina
económica, aunque esto me plantea la duda de si en España, estamos preparados
para tomar de verdad este camino y otra más importante, si nuestro gobierno
derechista, está en condiciones de conducirnos por la nueva senda de progreso,
donde la especulación y el falso crecimiento, quede postergado a nivel de la
delincuencia.
Me explicaré: Cuando en las
décadas de los 70 y 80 del pasado siglo XX, nuestro país debió pisar el
acelerador para situarse a nivel del resto de los estados europeos, cerrando
una serie de industrias totalmente obsoletas, restos del régimen autocrático
anterior, y reconvirtiendo otras dando entrada al capital extranjero, que vio
la oportunidad de aprovechar unos costes salariales extremadamente bajos
comparativamente hablando; surgió por primera vez la cuestión de cual debía ser
la base de la economía española, dado el caso que la integración al entonces
llamado Mercado Común Europeo, comportaba un cambió radical de modelo respecto
del vigente hasta aquel momento, directamente relacionado con el régimen
autocrático. El gobierno socialista presidido por Felipe Gonzalez, que en 1982
debió asumir el reto, a partir de una tasa de desempleo similar a la actual en
porcentaje, optó por un plan de choque, consistente en primar la inversión
extranjera, fundamentalmente alemana, y paralelamente potenciar el sector
inmobiliario, quizás el único sector, que permitiría absorber un parque de
desempleados de baja formación, como era el caso del que había en aquellos
momentos en España; mientras se potenciaban los servicios públicos, como la
sanidad y sobretodo la educación como apuesta hacia un futuro muy diferente que
permitiera basar nuestro crecimiento en condiciones de competitividad con el
resto de Europa.
Ya de entrada, los proyectos del gobierno chocaron con una clase empresarial española, acostumbrada a un proteccionismo muy propio de los regímenes autocráticos, muy poco dada además a una visión de futuro a medio plazo que no dudo ni un instante en pasarse rápidamente a la especulación pura y dura, cerrando empresas para reconvertir los terrenos en urbanizables, además de conspirar contra el gobierno socialista, con el fin de frenar la puesta en marcha de la segunda fase de su idea, cuando la primera generación fruto de la apuesta por la educación pública empezaba a ser una realidad, además de intentar el desprestigio de la fórmula llamada de economía social, no fuera el caso que les desbancara de su parcela de poder.
Luego los ocho años de Aznarato, terminaron de completar el ciclo, con la elevación a los altares de la especulación inmobiliaria y un volver al nefasto pensamiento que Unamuno definía con la expresión “que inventen ellos”; sin tampoco molestarse siquiera en aprovechar la época de vacas gordas para definir y consolidar un nuevo modelo productivo adecuado.
La debilidad del gobierno Zapatero, en sus cuatro primeros años, con una dependencia de los neoliberales de CiU para seguir en el gobierno, junto con el miedo a pinchar una burbuja inmobiliaria que se había hecho enorme, no le permitió encarar de nuevo el problema de encararse a una clase empresarial y a unos bancos, cada vez más descontrolados y sin visión de futuro. En los tres restantes años socialistas, la crisis económica se encargó de poner en evidencia nuestras miserias. Por lo que ahora si en verdad queremos salir de la crisis, aprovechando la experiencia para dar un gran paso adelante, debemos reconocer nuestra doble dificultad con respecto a otros países de la UE como Francia, pues además de arreglar nuestros problemas financieros, debemos reestructurar todo nuestro sistema productivo, cuestión que por lo que parece, el actual gobierno no parece tener ningún interés
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