Después de la magna manifestación del pasado día 17 de octubre, convocada desde los púlpitos y la sedes del Partido Popular, aunque sin la asistencia de clérigos por designio expreso de la autoridad Vaticana y con la ausencia del líder popular Mariano Rajoy, muy ocupado con las manos en el queso, pero con la presencia del inefable Josemari, que estos días parece muy interesado en reincorporarse a la actividad pública en nuestro país, (tiembla Mariano). Superado también el debate sobre las cifras de participantes desde los dos millones que contaron los organizadores hasta los sesenta mil de la empresa con el nuevo sistema informático; creo llegada la hora de reflexionar sobre el que i el como de esta controvertida ley.
Mariano miente cuando dice que el gobierno se ha sacado de la manga esta ley sin responder a ninguna demanda social y que lo hace para tapar sus desatinos en la gestión de la crisis económica y digo que miente, porqué ya desde el mismo momento en que en el año 1985 se aprobó una restrictiva ley abortista, el clamor de los grupos feministas y de mujeres en general de todo el país, en pro de una ampliación de los supuestos, que la adecuara a la realidad social, i despenalizara por completo a las mujeres que se veían en la tesitura de realizarlo.
Miente Mariano, cuando promete anular la disposición si el PP vuelve a gobernar este país, al igual que mintieron los líderes de la derecha reaccionaria española del año 1985, cuando utilizando los mismos argumentos que ahora, indicaban que cuando llegaran al poder, derogarían la normativa y resultó que en 1996 no se atrevieron a fin de no hacer un espantoso ridículo entre la sociedad europea.
Mienten los obispos y clérigos en general, cuando predican que la ley es un instrumento favorecedor de la práctica abortiva, cuando la ley pretende que se mejore la educación sexual y el uso de los métodos contraconceptivos.
Que los religiosos sean contrarios no solo al aborto, si no a cualquier práctica anticonceptiva, no debería extrañarnos cuando son los primeros en negar la liberación de la mujer y su igualdad de derechos a los hombres; cuando siguen con la concepción más machista y retrograda de la sexualidad humana, que les obliga a oponerse incluso a los avances científicos en pro de curar y prevenir las más crueles enfermedades.
Ahora bien, dice muy poco a favor del principal partido de la oposición que secunde tamañas barbaridades, y más si tenemos en cuenta que a la hora de la verdad, deben disimular y desdecirse para no aparecer delante de todo el mundo que siguen anclados en el medioevo.
Señores, esta ley no obliga a nadie a abortar, si no que lo que hace es regular una situación de hecho y despenalizar a todas aquellas mujeres que por causas diversas, como un grave riesgo para su vida, como la malformación del feto, etc. etc. puedan abortar con las debidas condiciones de higiene y sanitarias y sin el riesgo de ser criminalizadas.
Los dirigentes populares, con el indescriptible Josemari a la cabeza, deberían reflexionar sobre los viajes a Londres o Amsterdam, que hacían y hacen buena parte de las mujeres e hijas de sus votantes, antes y después del año 1985, mientras que mujeres de las clases sociales modestas, debían recurrir a clínicas clandestinas y fuera de la más mínima garantía sanitaria.
¿Es a esta situación a la que nos quieren devolver Josemari, Cospedal, Mayor Oreja, Rouco Varela, Cañizares y compañía?
Mariano miente cuando dice que el gobierno se ha sacado de la manga esta ley sin responder a ninguna demanda social y que lo hace para tapar sus desatinos en la gestión de la crisis económica y digo que miente, porqué ya desde el mismo momento en que en el año 1985 se aprobó una restrictiva ley abortista, el clamor de los grupos feministas y de mujeres en general de todo el país, en pro de una ampliación de los supuestos, que la adecuara a la realidad social, i despenalizara por completo a las mujeres que se veían en la tesitura de realizarlo.
Miente Mariano, cuando promete anular la disposición si el PP vuelve a gobernar este país, al igual que mintieron los líderes de la derecha reaccionaria española del año 1985, cuando utilizando los mismos argumentos que ahora, indicaban que cuando llegaran al poder, derogarían la normativa y resultó que en 1996 no se atrevieron a fin de no hacer un espantoso ridículo entre la sociedad europea.
Mienten los obispos y clérigos en general, cuando predican que la ley es un instrumento favorecedor de la práctica abortiva, cuando la ley pretende que se mejore la educación sexual y el uso de los métodos contraconceptivos.
Que los religiosos sean contrarios no solo al aborto, si no a cualquier práctica anticonceptiva, no debería extrañarnos cuando son los primeros en negar la liberación de la mujer y su igualdad de derechos a los hombres; cuando siguen con la concepción más machista y retrograda de la sexualidad humana, que les obliga a oponerse incluso a los avances científicos en pro de curar y prevenir las más crueles enfermedades.
Ahora bien, dice muy poco a favor del principal partido de la oposición que secunde tamañas barbaridades, y más si tenemos en cuenta que a la hora de la verdad, deben disimular y desdecirse para no aparecer delante de todo el mundo que siguen anclados en el medioevo.
Señores, esta ley no obliga a nadie a abortar, si no que lo que hace es regular una situación de hecho y despenalizar a todas aquellas mujeres que por causas diversas, como un grave riesgo para su vida, como la malformación del feto, etc. etc. puedan abortar con las debidas condiciones de higiene y sanitarias y sin el riesgo de ser criminalizadas.
Los dirigentes populares, con el indescriptible Josemari a la cabeza, deberían reflexionar sobre los viajes a Londres o Amsterdam, que hacían y hacen buena parte de las mujeres e hijas de sus votantes, antes y después del año 1985, mientras que mujeres de las clases sociales modestas, debían recurrir a clínicas clandestinas y fuera de la más mínima garantía sanitaria.
¿Es a esta situación a la que nos quieren devolver Josemari, Cospedal, Mayor Oreja, Rouco Varela, Cañizares y compañía?