Si los
independentistas no fueran cerrados de mente y egoístas, se darían cuenta que
para no sufrir una derrota estrepitosa, que todos los ciudadanos de Cataluña
pagaremos con creces, que por ahora lo más importante es recuperar las
instituciones intervenidas y volver a la normalidad autonómica, no dando
ocasión a que los partidarios del unitarismo en la forma de organización del
Estado, vayan convenciendo a muchos conciudadanos que el autonomismo y su hermano
mayor el federalismo no es lo más conveniente para administrar la diversidad de
nuestro país.
El independentismo
catalán no ha calibrado bien la fuerza de su adversario, y pensando pillarlo en
un momento de debilidad, se ha lanzado a imponer sus tesis por el sistema de
los hechos consumados, pensando que contaría con el apoyo de las naciones y
países del planeta, cuando la realidad ha sido que estos han apoyado a si
enemigo. La República Catalana que han proclamado, no tiene reconocimiento de
ningún país del globo terráqueo, Su presidente fugado a Bélgica, nadie le
reconoce como presidente de ninguna república ni tan solo de ninguna autonomía,
donde no es recibido por nadie de cierta importancia a no ser los líderes del
partido independentista Flamenco, sin tampoco con grandes alegrías. La última
jugada que ha intentado, solicitando intervenir en un debate en la Universidad
de Copenhague, buscando ser detenido en aquel país le ha salido rana, por dos
razones, la primera porque del debate salió escaldado después que Marlene Wind,
profesora de dicha universidad le acorralara, a zascas empezando con la
pregunta "¿Democracia es sólo hacer
referendos y encuestas de opinión o también respetar la legalidad y la
Constitución?". Y en segundo lugar
porque el juez de tribunal supremo Llarena, encargado de su caso, se abstuvo
muy acertadamente de emitir la euro orden para ver si se le podía detener. De
esto último el juez ha dado exhaustivas explicaciones, por lo que no voy a
insistir en ello, solo señalar que el ridículo y la imagen que el personaje
Puigdemont está dando de Cataluña en Europa y el mundo es cada vez más penoso.
Es verdad que el
independentismo no ha sido derrotado en las urnas, el resultado de las
elecciones del pasado 21 de Diciembre lo señalan claramente al haber mantenido
las formaciones que representan esta opción el 47’7% de los votos y aunque sin
alcanzar la mitad más uno de los emitidos si vale decir que ha sido la opción
mayoritaria seguida del nacionalismo español de PP y C’s, con el 29,51% la
opción federalista de PSC y Comuns, con el 21,42% y las otras formaciones con
1,37%.; aunque una ley electoral, que hace tiempo debería haber sido reformada,
les haya otorgado una mayoría absoluta con 70 diputados, deberían reconocer que
no tienen el suficiente respaldo para imponer una independencia que más de la
mitad de los catalanes rechaza, sin embargo llevados por su fanatismo parecen
dispuestos a mantener su voluntad hasta el final.
Por el otro lado el
nacionalismo español que representa el Partido Popular, en estos días en horas
muy bajas después de las confesiones de los cabecillas de la trama Gürtel, no
parecen tampoco estar por la labor de normalizar la situación, sino que al
igual que sus contrarios siguen buscando la derrota total y humillación del
enemigo, aunque sea a costa de su prestigio y saltándose los dictámenes del
Consejo de Estado.
En medio de estas dos
posturas están los partidarios del federalismo, PSC y Comuns, que con sus
diferencias en matices, están por la única posición beneficiosa para los
ciudadanos, como es la normalización de la situación y la recuperación de todas
las instituciones hoy intervenidas, por parte de los representantes del pueblo
catalán.
No tengo ni idea de
cómo va a resolverse este asunto, ni tan solo estoy seguro que mañana martes
día 30 de Enero se empiece a solucionar el problema, de lo único que me estoy
dando cuenta con altísima preocupación, es que los ciudadanos españoles estamos
perdiendo la ilusión por los valores democráticos y nos estamos metiendo de
lleno en el túnel de la incertidumbre, para mayor goce de los poderes fácticos
que se frotan laas manos ante un futuro para ellos más que prometedor.
Quizás si, sería
conveniente encontrar la manera rápida de echar el gobierno del PP y convocar
nuevas elecciones que sienten la base de un nuevo gobierno en España, capaz de
buscar desde la democracia soluciones a los gravísimos problemas que tenemos
planteados. Aunque uno ya no se atreve a pedir que la gente salga a la calle y
se indigne y rebele, pues después de la última vez que esto sucedió, el 15M,
democráticamente entronizamos a Mariano Rajoy por mayoría absoluta.