Leo en el periódico
el País, que la Sociedad española desconfía de los partidos políticos y
automáticamente mi índice de preocupación ha aumentado en grado superlativo,
pues con 69 años de experiencia, 32 de ellos bajo la dictadura franquista, uno
ha aprendido que los partidos son la base estructural de la llamada democracia
representativa, que hasta hoy, y según proclamó Winston Churchill es el menos
malo de todos los sistemas de gobierno que en el mundo existen.
Soy consciente que
hoy en día es signo de modernidad cargar contra los partidos, en general, y
contra dos de ellos en particular en nuestro país, responsabilizándoles de
todos los males habidos y por haber, incluso de haber matado a la madre de
bambi, y por ello me temo que inducir a reflexionar sobre este tema, desde el
punto de vista de un militante socialista, convencido además que los partidos
políticos, pese a los errores que se hayan podido cometer, siguen siendo la
base de la democracia representativa y que fuera de ellos, este sistema no es
en forma alguna viable; puede provocar irritabilidad en algún lector, les pido
disculpas por anticipado, pero tal y como dice la frase que encabeza mi bloc,
aquí escribo mi más sincera y honrada opinión.
De entrada y con el
fin de aclarar conceptos, apunto que para mí, un Partido Político no es más, (o
debería ser), que una serie de ciudadanos ideológicamente afines y con voluntad
de servicio a la sociedad, que se unen y se organizan para luchar juntos y de
forma efectiva para los fines propuestos. Se sobreentiende en esta definición,
que uno de los principales objetivos, consiste en alcanzar el poder, como
herramienta para aplicar las políticas necesarias para la transformación social
que se pretende.
Hasta los año 90 del
pasado siglo XX, en la totalidad del orbe democrático, el concepto poder se
asociaba exclusivamente al gobierno de los estados, pues era por todos
aceptado, la sumisión del poder económico a la organización estatal. Sin
embargo, la revolución neoconservadora, iniciada por Ronald Reegan y Margaret
Tatcher, que adquiere su máxima dimensión en el gobierno de George W. Bush,
viene a constatar que el poder real, se encuentra en manos de una élites,
mundiales privilegiadas, que siendo los tenedores de la deuda pública de la
mayoría de los países, someten a los estados a su voluntad hasta el punto de dictar
las políticas a practicar, en función del aumento de sus beneficios.
Esta situación, viene
a trastocar todo el planteamiento del sistema de Partidos, a los que la
cuestión les pilla completamente a contrapié y que en un principio se
demuestran incapaces de adaptarse a la nueva circunstancia, en particular la
socialdemocracia, que no acaba de encontrar su sitio fuera de las fronteras del
estado nación, donde hasta hoy se desarrollaba; cuestión que se me antoja
paradójica, si tenemos en cuenta que es precisamente la socialdemocracia quien
había impulsado la idea de una Europa Unida, como estructura supranacional que
estuviera en condiciones de competir, en igualdad de condiciones en un mundo
que se preveía en un futuro, de carácter multipolar.
Los partidos
liberales y conservadores, la derecha pura y dura, se adaptó cediendo a las
nuevas condiciones impuestas y prestándose a ser, no herramientas de
transformación social, si no fieles peones que facilitaran, los designios de
las nuevas élites dominantes.
En España, en estos
últimos 4 años, hemos tenido la desgraciada ocasión de comprobar, como un
gobierno del más puro estilo neocon, siguiendo las directrices del neoliberalismo
imperante en la Unión Europea, ha
desmantelado un incipiente estado del bienestar y recortado hasta límites
inasumibles los derechos sociales de los ciudadanos. Sin embargo, la reacción
no se hace esperar y una renovación en profundidad en la socialdemocracia,
tradicional, (PSOE) nos hace albergar esperanzas, de un futuro mejor.
Sobre la aparición de
nuevas fuerzas políticas, lamento no ser muy optimista al respecto, por cuanto
su indefinición sobre su situación en el tablero (“no somos de derechas ni de
izquierdas”), no me permite albergar esperanzas que en caso de una victoria,
sean capaces de sacar verdaderamente el país del problema. Por otro lado, su
fulgurante ascensión, tanto de Podemos como de Ciudadanos, y el apoyo mediático
que han tenido, me induce a sospechar, que su caída, pueda ser igual de
fulgurante, cuestión que veo respaldada por el hecho, en uno y otro de una
excesiva personalización en su líder principal.
La desconfianza de
una buena parte de los ciudadanos hacia los partidos políticos, cuestión que
hasta ahora se ha traducido en una notable abstención, la intentan arreglar
estas nuevas formaciones, presentándose como los salvadores de la patria, desde
un purismo a prueba de bomba e intentando captar el voto de la masa indignada con
todo lo que huele a política; mientras que por otro lado, desde la derecha se
tiende a diluir las abismales diferencias entre centro derecha y centro
izquierda con el mensaje de “Todos son iguales”. Ya veremos el 24 de mayo, lo
que llaman nueva política consigue sacar gente de la abstención o por el
contrario, esta va a seguir en progresivo aumento, pronosticando un negro
futuro al sistema democrático.