Muchos hemos sido, los que en un intento de buscar antecedentes en la historia a la actual crisis económica mundial, nos hemos fijado en el más próximo en el tiempo como fue la que se inició con el crac bursátil de Wall Street en 1929 y que debemos recordar no finalizó hasta diecisiete años más tarde, al terminar la segunda guerra mundial.
Pero si lo pensamos más detenidamente, el crac de 1929 y la consiguiente gran depresión, incluida la II gran guerra, fue la culminación de una gran revolución que se inició a finales del siglo XVIII, y que conocemos con el nombre de Revolución Industrial; y es quizás por esto que cada vez más, atribuyo al marasmo actual, no la cualidad de final si no de inicio de una nueva revolución, que en el término de los próximos cincuenta o cien años, va a cambiar por completo, no solo las estructuras económicas si no nuestras formas de vida, cultura e incluso la escala de valores por la que nos regimos.
De nosotros, los que vivimos hoy y que con toda seguridad, por ley biológica, no veremos el final ni los resultados de este gran cambio, depende sin embargo una buena parte del éxito del mismo, si sabemos implantar en las mentes de las generaciones posteriores, los grandes valores que siempre han acabado por resultar básicos para el progreso social, valores contra los que la reacción conservadora se opone con todas sus fuerzas, pues es bien consciente que el progreso social tiende a limar las diferencias de clases, que al fin y al cabo son la esencia misma del poder de unos pocos sobre unos muchos.
Si bien en la revolución industrial, la clave del cambio estuvo en el traspaso del poder de la nobleza, una clase social privilegiada, que desde el pasivismo más absoluto recogía los beneficios de la riqueza generada por agricultores, pequeños, artesanos, etc al ser los únicos legalmente capacitados para ostentar la propiedad, no solo de las tierras, si no de las personas, a una burguesía que empezaba a nacer como clase social y que mediante la rebelión contra el orden establecido, y controlando la producción de bienes y servicios, alcanzó la más alta cota de poder.
Hoy cuando podemos constatar que la burguesía, antaño revolucionaria, ha evolucionado hacia posiciones totalmente reaccionarias abandonando su esencia de clase, dejando de valorar su capacidad de generar la verdadera riqueza, para entregarse a la práctica especulativa del movimiento de capitales cual si de un juego de casino se tratara. La sociedad mundial se plantea una nueva revolución que al igual que entonces arrebate el poder a quien no lo merece, y lo restituya a quien realmente genera la riqueza, como es la clase trabajadora, los pequeños empresarios etc. y en ellos incluyo todos los asalariados sin distinción, pues todos estos que se vienen a denominar mandos en las empresas, son también necesarios a la hora de generar riqueza que luego deberá repartirse con equidad.
Esta revolución amigos es la que ya ha comenzado y por mucho que algunos se opongan acabará resultando imparable; aunque también hay que reconocer que como la historia nos enseña, habrá regresiones, por ejemplo si en España el próximo 20 N gana el Partido Popular, pues como es lógico pensar, quien no quiere que nada cambie en el sistema económico actual en España, son Don Mariano y sus aláteres, ¿verdad?
Les aconsejo amigos la lectura de un libro titulado Canovas y la derecha española, del que es autor José Antonio Piqueras donde, desde una perspectiva histórica, podrán ver como la derecha reaccionaria, hasta nuestros días ha intentado abortar cualquier atisbo de cambio en el sistema.
Ojala esta vez el cambio se produzca con rapidez, no solo en España si no en todo el mundo, y dejemos atrás el anacrónico y egoísta principio del: “Tanto tienes tanto vales” substituyéndolo por el de “Tanto aportas tanto vales”
Pero si lo pensamos más detenidamente, el crac de 1929 y la consiguiente gran depresión, incluida la II gran guerra, fue la culminación de una gran revolución que se inició a finales del siglo XVIII, y que conocemos con el nombre de Revolución Industrial; y es quizás por esto que cada vez más, atribuyo al marasmo actual, no la cualidad de final si no de inicio de una nueva revolución, que en el término de los próximos cincuenta o cien años, va a cambiar por completo, no solo las estructuras económicas si no nuestras formas de vida, cultura e incluso la escala de valores por la que nos regimos.
De nosotros, los que vivimos hoy y que con toda seguridad, por ley biológica, no veremos el final ni los resultados de este gran cambio, depende sin embargo una buena parte del éxito del mismo, si sabemos implantar en las mentes de las generaciones posteriores, los grandes valores que siempre han acabado por resultar básicos para el progreso social, valores contra los que la reacción conservadora se opone con todas sus fuerzas, pues es bien consciente que el progreso social tiende a limar las diferencias de clases, que al fin y al cabo son la esencia misma del poder de unos pocos sobre unos muchos.
Si bien en la revolución industrial, la clave del cambio estuvo en el traspaso del poder de la nobleza, una clase social privilegiada, que desde el pasivismo más absoluto recogía los beneficios de la riqueza generada por agricultores, pequeños, artesanos, etc al ser los únicos legalmente capacitados para ostentar la propiedad, no solo de las tierras, si no de las personas, a una burguesía que empezaba a nacer como clase social y que mediante la rebelión contra el orden establecido, y controlando la producción de bienes y servicios, alcanzó la más alta cota de poder.
Hoy cuando podemos constatar que la burguesía, antaño revolucionaria, ha evolucionado hacia posiciones totalmente reaccionarias abandonando su esencia de clase, dejando de valorar su capacidad de generar la verdadera riqueza, para entregarse a la práctica especulativa del movimiento de capitales cual si de un juego de casino se tratara. La sociedad mundial se plantea una nueva revolución que al igual que entonces arrebate el poder a quien no lo merece, y lo restituya a quien realmente genera la riqueza, como es la clase trabajadora, los pequeños empresarios etc. y en ellos incluyo todos los asalariados sin distinción, pues todos estos que se vienen a denominar mandos en las empresas, son también necesarios a la hora de generar riqueza que luego deberá repartirse con equidad.
Esta revolución amigos es la que ya ha comenzado y por mucho que algunos se opongan acabará resultando imparable; aunque también hay que reconocer que como la historia nos enseña, habrá regresiones, por ejemplo si en España el próximo 20 N gana el Partido Popular, pues como es lógico pensar, quien no quiere que nada cambie en el sistema económico actual en España, son Don Mariano y sus aláteres, ¿verdad?
Les aconsejo amigos la lectura de un libro titulado Canovas y la derecha española, del que es autor José Antonio Piqueras donde, desde una perspectiva histórica, podrán ver como la derecha reaccionaria, hasta nuestros días ha intentado abortar cualquier atisbo de cambio en el sistema.
Ojala esta vez el cambio se produzca con rapidez, no solo en España si no en todo el mundo, y dejemos atrás el anacrónico y egoísta principio del: “Tanto tienes tanto vales” substituyéndolo por el de “Tanto aportas tanto vales”