Dicen que el pacto constitucional de 1978 se ha roto definitivamente, que la concepción centralista ha prevalecido sobre la federalista, y treinta un años y medio después de su materialización, su espíritu se ha visto destrozado por la decisión de una institución, que durante cuatro años no ha tenido reparo alguno en mostrar impúdicamente sus más vergonzantes intimidades.
La evidencia del dominio de la ideología conservadora, en los miembros del alto tribunal, que el PP como máximo representante en el arco parlamentario, ha hecho lo imposible por mantener, boicoteando una y otra vez la renovación de los miembros con el mandato caducado, junto con la poca escrupulosidad en el mantenimiento del secreto de sus deliberaciones, filtrando las mismas a los medios de comunicación, es la gran responsable del descrédito de esta institución ante la ciudadanía, y no ninguna campaña orquestada desde Cataluña, como algunos medios de comunicación pretenden señalar.
Yo no se si la sentencia del TC ha roto el pacto de 1978 que abrió paso a la actual Constitución Española, lo que si constato, es que ha dejado sin validez alguna, el Consell Consultiu de la Generalitat, la Comisión de Constitucionalidad de las Cortes Españolas, la capacidad de negociación y pacto, del Parlament de Cataluña, el Congreso de los Diputados y el Senado, pues después de cuatro años, y del disfrute de corridas de toros desde el burladero, unos magistrados se han cargado, sin el mínimo pudor, un encaje de bolillos trazado con gran paciencia, que hubiera conseguido el definitivo encaste de Cataluña en una España dispuesta a avanzar en un proceso de federalización.
La sentencia ha dado alas a los separatistas, todos aquellos que desde hace tiempo vienen predicando en Cataluña la separación con España, y también a los ultranacionalistas españoles, que no quieren convivir, si no someter a todas y cada una de los pueblos que componen este gran país que es España. Por mucho que se diga, Cataluña necesita estar integrada en España, pero no en condiciones de inferioridad, ni sometimiento, la lengua y la cultura catalanas, no son ni han sido nunca un problema, ni de convivencia ni de ningún otro signo, y ya empezaría a ser hora que los sectores ultranacionalistas españoles, empezaran a considerar esta lengua como una riqueza común de todos y no como una competencia al castellano. ¿En verdad se ha creído alguien, que en Cataluña se persigue a los castellano hablantes? ¿En verdad se cree alguien que en Cataluña nadie mayor de 7 años, no habla perfectamente el castellano?
La voluntad determinada de los catalanes y vascos por autogobernarse, fue determinante en 1978, para establecer una Constitución que modernizó e hizo progresar extraordinariamente a todo el conjunto de España a través del llamado Estado de las Autonomías, algo que la derecha más recalcitrante y cavernícola del país, que en aquellos momentos representaba Alianza Popular, amparada en un nacionalismo español casi decimonónico, votó en contra y solicito el no en el referéndum de 6 de diciembre de 1978. Hoy sus herederos, el Partido Popular que preside Rajoy, con un ultra derechista, como Aznar moviendo los hilos des de FAES, ha conseguido en base a artimañas, que el TC de un paso atrás en todo el proceso de autogobiernos de los pueblos de España bajo la premisa que basta una mera descentralización administrativa.
La gran mayoría de catalanes, acataremos la sentencia, aunque no la compartamos ni estemos de acuerdo con ella, tal y como nos ha pedido el presidente Montilla, a la vez que nos manifestamos dispuestos a emprender todas las acciones democráticas, que sean precisa en pro de enmendar el grave error que la reacción de este país ha procurado, a uno de los principales fundamentos del estado democrático. Espero y deseo fervientemente, que los nacionalistas catalanes, sepan contener sus delirios ultramontanos, y con seriedad y rigor, sean mantener una unidad de acción, bajo el liderazgo del actual president de la Generalitat José Montilla, y el partido que le da soporte, PSC; así mismo espero también la comprensión de toda la izquierda española, a las exigencias que a partir de ahora deberán ser planteadas y que de una vez por todas se definan apoyando las tesis federalistas como solución a los problemas territoriales de este país, y dejen en exclusiva a la derecha, este discurso ultramontano y patriotero, totalmente desfasado en la Europa del siglo XXI.,